#Género

Una sociedad enferma

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Mientras en el Congreso Nacional se debaten las distintas reformas que el actual Gobierno ha impulsado y que en gran medida beneficiarán a la ciudadanía, muchos parlamentarios discuten si serán estos cambios beneficiosos en la realidad, especialmente los de los partidos de la Alianza, quienes en su anterior gobierno no realizaron ningún cambio que efectivamente trajera un alivio a la gran carga económica y emocional que hoy llevan las familias chilenas.

Durante mucho tiempo la clase media de este país ha sido sobrecargada y abusada por la clase empresarial, que ha visto en ella un instrumento de enriquecimiento. Los abusos de las farmacias, bancos e instituciones financieras y el retail, se han transformado en un dolor de cabeza de muchos compatriotas que día a día y con mucho esfuerzo salen a trabajar para llevar el sustento a sus hogares, pero con la demanda permanente de adquisición de bienes y servicios, para el mejor bienestar de sus familias, viven en un stress constante, que está provocando que hoy la sociedad se encuentre enferma.

Es evidente que en nuestra sociedad existen muchas cosas que no van bien, por ejemplo: la desigualdad social, la violencia y el abuso de agentes externos e internos que afectan al individuo, ya que el estar bien adaptados a una sociedad enferma, no es nada saludable, ya que hace que creemos máscaras y corazas de espinas para protegernos y no mostrarnos tan vulnerables ante otros. No pretendemos acomodarnos a una sociedad que nos cosifica y excluye por sistema, trastocando nuestra naturaleza.

No pretendemos conformarnos en una sociedad en la que se promueve el enriquecimiento individual por la explotación del resto de personas. Pensamos que nuestra inadaptación, es la mayor oportunidad para darnos cuenta de qué es lo que en esta sociedad no funciona. Sin embargo, este dolor puede llegar a ser insoportable.

A veces, y especialmente cuando es vivido en soledad, nos impide descubrir el origen que lo genera y acabamos pensando que nosotras somos las únicas culpables de nuestros malestares y ansiedades.

No pretendemos conformarnos en una sociedad en la que se promueve el enriquecimiento individual por la explotación del resto de personas. Pensamos que nuestra inadaptación, es la mayor oportunidad para darnos cuenta de qué es lo que en esta sociedad no funciona.

Tomar conciencia de la falsedad de este engaño, nos aísla del resto de la gran masa de alienados y hace que aparezca la angustia de un vacío tan insondable, que abre la puerta a la más profunda desesperación existencial, a la locura, al desvarío o a las más increíbles fantasías para el suicidio.

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Foto: Marta Farràs Drago / Licencia CC

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1 Comentario

Alfredo A. Repetto Saieg

Si vivimos en una sociedad enferma por la desigualdad, por la falta de justicia, porque el sistema de valores todo el tiempo nos insiste en los bienes materiales para de esa manera convertirnos en consumidores patológicos, para que así además quedemos al servicio del retail y en general de los grandes negociados que existen en Chile, si este régimen político autoritario, antidemocrático, violento y machista nos produce una gran carga emocional y económica que de hecho hoy llevan la mayoría de los trabajadores y sus familias, y si finalmente somos flexibilizados en nuestros derechos de forma que los sueldos son mínimos, al servicio de los intereses de la patronal y no de las demandas de bienestar de los sectores populares, entonces decir «No» a este orden de cosas es muy saludable.

Bajo los parámetros de una sociedad de deprimidos, de personas con ataques de pánico, de frustrados, de pobres, de excluidos y marginados es un gran mérito, una actitud revolucionaria inclusive, concluir que el origen de lo que nos genera depresión, ansiedad, angustia y malestares varios no es nuestra responsabilidad, que no tiene que ver con una actitud individual sino con los parámetros que rijen al neoliberalismo gobernante. Desde esa perspectiva se impone la urgencia de reafirmar la idea de un «No hasta vencer» la herencia de la dictadura, este sistema político increíblemente segregacionista que nos condena a transformarnos en una simple mercancía al servicio de los dueños de Chile.