#Género

Por una sociedad diversa

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Hace poco terminó el mes de junio, un mes que es reconocido internacionalmente como el mes del Orgullo LGBTIQ+, un mes donde se conmemora el inicio del movimiento de liberación homosexual en Estados Unidos durante 1969, luego de una incesante discriminación, violencia y postergación hacia el espectro de la diversidad sexual que en múltiples casos culminaba con la muerte individual o colectiva de homosexuales y trans.

Un mes donde se debe reivindicar la historia oculta de un país. La historia de Chile que ha invisibilizado la sistemática matanza que ha realizado el Estado y los privados hacia el espectro LGBTIQ+ (al igual que la historia del mundo). Es por ello que en este mes, lleno de colores y música se celebra la diversidad de identidades, de sexualidades y de géneros, pero por sobre todo, visibiliza una realidad que se ha postergado y que se ha ocultado contra sus intereses, sueños, deseos y derechos.

Pero, ¿el movimiento de liberación homosexual de hoy en día representa a todes?

Hace años atrás que el movimiento LGBTIQ+ ha experimentado vertientes más o menos radicales sobre algunos temas como el matrimonio y la adopción, eclipsando banderas de lucha que se habían levantado varias décadas antes. Esto no quiere decir que problemáticas actuales son menos importantes que problemáticas históricas, sino que debido a un modelo social y económico hay luchas que se posicionan con mayor legitimidad que otras, provocando que el movimiento no represente a todes.

En esta misma linea, por dar un ejemplo, en el año 2012 se escribieron algunas publicaciones en contra de la educación sexista. Educación que no sólo es violenta contra las mujeres, ya que es una educación que anula y violenta a lo diverso. Educación que lleva la insignia de inclusiva cuando muchas veces sólo incluye a los hombres masculinos y a un sólo tipo de mujer, dejando de lado a todas las demás expresiones del género. Hoy desde las banderas feministas se toma una lucha que comenzó entre los colectivos del espectro LGBTIQ+ de las universidades y lejos de pelear (como muchos y muchas lo hacen) por quien izó primero la bandera, hay que salir a la calle y dar uso a los espacios que existen para protestar y poner temas en la agenda política del país, uniéndonos en una polifonía de voces que griten fuerte por todas, todos y todes.

Otro caso, un poco más alejado en la historia es el levantado por los grandes disidentes de este país: Pedro Lemebel y Francisco Casas, quienes fueron rechazados no sólo por el Partido Comunista sino que por las feministas de la época. Quienes hasta hoy no tienen su merecido reconocimiento por romper con la binariedad de género, interpelando política y socialmente a una dictadura. Estos grandes personajes de la historia irrumpen en la actualidad a través de su recordada e icónica performance contra la hegemonía neoliberal sobre ser hombre, mujer u homosexual.

Las banderas feministas se toma una lucha que comenzó entre los colectivos del espectro LGBTIQ+ de las universidades y lejos de pelear (como muchos y muchas lo hacen) por quien izó primero la bandera, hay que salir a la calle y dar uso a los espacios que existen para protestar y poner temas en la agenda política del país

Sobre este punto, el discurso de odio enmascarado con frases como «no me molestan los homosexuales mientras no se tomen de la mano o hagan cosas al frente mío» puede comprenderse (no así justificarse) desde los estudios de género. A partir de ellos, se indica que la sociedad entrega atributos a los cuerpos, atributos por los cuales se esperan conductas y actitudes esperadas. Bajo esta perspectiva, los cuerpos «masculinos» deben ser fuertes, rudos y no expresar (en lo posible) sentimientos. Mientras que los cuerpos «femeninos» deben ser delicados, creativos, y propensos al cuidado y a la entrega de sentimientos.

Estas actitudes no son inamovibles ni verdades absolutas, sino más bien son un constructor social que es performativo y que es posible de transformar. Situación que planteaban en los años 80 las Yeguas del Apocalipsis (Lemebel y Casas).

La ruptura de la binariedad de género a través de distintas formas de apropiación del cuerpo es un tema que retrotrae no sólo a Lemebel y Casas con su actuación, sino que a intelectuales como Wittig y Butler que han indicado y contribuido a dar voz a los olvidados dentro de un grupo históricamente de oprimidos (LGBTIQ+), quienes han tenido que observar el avance de otras luchas como el matrimonio mal denominado igualitario.

Porque de lo que se trata es de construir una sociedad donde sobresalga la diversidad, lo diferente y poder encontrarse en ella a partir del ser distintos. Es por ello, que es importante volver a levantar estos antiguos estandartes de lucha y marcha y estrechar los brazos y ampliar las alamedas para que caminen junto a mujeres y hombres, cuerpos andróginos, mujeres con pene y hombres con vagina. Para que las calles grises de esta sociedad se vuelvan más alegres, coloridas y llamativas como pasa un par de veces en el año con las marchas del espectro LGBTIQ+.

En este momento, a menos de un año en que la ex mandataria Michelle Bachelet diera el primer discurso de la historia donde se reconoce el Día del Orgullo Gay y las diferentes expresiones de género desde el Estado, debemos recordar y unirnos en la lucha para que todes se «puedan enamorar, convivir, amancebar y pueden adoptar hijos o mascotas, pero más que repetir la ceremonia (…) de la boda, debe existir un universo cambiante, múltiple, trans, libertario y diferenciado, más progresista, más arriesgado, de locas políticas que se casen con la revolución del deseo, de todos los deseos sociales de los oprimidos» (Lemebel).
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