Aunque parezca irónico o inventado, y parafraseando aquel clásico “su propina es mi sueldo” de los mozos, cuidadores de autos y otros oficios afines, este es el mensaje, escrito en una cartulina, que una profesora colocó en la sala de clases a sus estudiantes de Educación Básica -seguramente 4º u 8º – de una escuela de Santiago.
Pero hagamos un poco de memoria. El Sistema de Medición de la Calidad de la Educación (SIMCE) es un conjunto de pruebas estandarizadas que evalúan los sectores de Matemáticas y Lenguaje en Enseñanza Media (2º medio), además de lo anterior más Comprensión de la Sociedad y de la Naturaleza en Educación Básica (4º y 8º básico). Fue creado, según el Ministerio de Educación (MINEDUC), para “contribuir al mejoramiento de la calidad y equidad de la educación, informando sobre el desempeño de los estudiantes en diferentes subsectores del currículum nacional, y relacionándolos con el contexto escolar y social en el que ellos aprenden (…) Las pruebas SIMCE evalúan el logro de los Objetivos Fundamentales y Contenidos Mínimos Obligatorios (OF-CMO) del Marco Curricular vigente, a través de una medición que se aplica a nivel nacional, una vez al año, a los estudiantes que cursan un determinado nivel educacional. Se evalúa todos los años a 4° Básico y se alternan 8° Básico y 2° Medio”.
Todavía recuerdo cuando en el Seminario Internacional de Educación Prioritaria realizado el año pasado, luego de las discusiones y ponencias -incluida una de una experta del MINEDUC- y llegado el momento de hacer preguntas o aportes del público, un invitado español levantó tímidamente su mano y preguntó -no recuerdo las palabras exactas- algo así como: «¿Me pueden explicar qué es esto del SIMCE? Porque parece que es tan importante que toda la educación gira en torno a él…» Recuerdo también el aplauso que brotó espontáneamente entre el público, pues el desconcierto del español era auténtico y expresaba, de una u otra manera, la sensación y el desacuerdo que muchos profesores y profesoras sentíamos frente a esta prueba estandarizada que poco a poco se ha ido transformando casi en la “medida de todas las cosas” en educación.
Sin ni siquiera considerar los “ranking” de escuelas según su puntaje SIMCE hechos por los medios de comunicación, hoy día vemos que prácticamente todas las iniciativas de políticas públicas en educación utilizan los resultados del SIMCE, ya sea como diagnóstico de la calidad de la educación impartida por una escuela, ya sea condicionando a mejoras en sus resultados la entrega de fondos para proyectos de mejoramiento a las escuelas, o como uno de los criterios de más peso a la hora de decretar el “fracaso” de una escuela luego de 4 años -tiempo que duran los proyectos de mejoramiento educativo de acuerdo a la ley SEP (Subvención Escolar Preferencial).
Por ejemplo, la ley SEP cataloga a las escuelas que se integran al programa en tres categorías. ¿A partir de qué elementos se preguntarán? Respuesta obvia: a través de sus resultados en el SIMCE. Así es como las escuelas pueden ser consideradas:
– Autónomas, es decir, han demostrado sistemáticamente buenos resultados de sus alumnos en las pruebas SIMCE.
– Emergentes, aquellas que no han mostrado sistemáticamente buenos resultados.
– En recuperación, porque han obtenido reiteradamente malos resultados en dicha prueba.
El SIMCE se ha transformado en un mecanismo perverso a nivel de las diversas escuelas y de las políticas públicas que lo refuerzan y le otorgan cada día mayor centralidad.
Es cierto que la misma ley SEP considera otros ámbitos de intervención como la convivencia escolar, la gestión de los recursos y del currículum y liderazgo, pero a la hora de medir éxito o fracaso los resultados de sus estudiantes en el SIMCE son lo decisivo. Esto se aplica a las escuelas que manifiestan dificultades de diverso tipo, principalmente como vimos, bajos resultados en el SIMCE.
Pero, ¿qué pasa en el otro “extremo” de aquellas escuelas municipales o particulares subvencionadas de medio a alto rendimiento? ¿Qué significa el SIMCE allí? Obviamente, aparte de aparecer en los rankings periodísticos dentro de las mejores escuelas, sus profesores y profesoras viven bajo otra forma de presión. Aquí se trata de mantener o elevar los resultados SIMCE, no vaya a ser cosa de perder la etiqueta de “excelencia académica” otorgada por el MINEDUC y menos dejar de recibir el bono asociado al SNED (¡otra sigla!) -Sistema Nacional de Evaluación del Desempeño de los establecimientos subvencionados. La etiqueta de «excelencia académica» que las escuelas cuelgan en sus lienzos publicitarios, en los avisos y folletos promocionales con la esperanza de atraer más estudiantes y con ellos más subvenciones; y el bono SNED que aumenta en algunos pesos los sueldos de los profesores y profesoras cuyos estudiantes alcanzan resultados en el SIMCE considerados exitosos.
Quizá una de esas profesoras deseosa de ganar o mantener el SNED ideó, sin asomo de ironía probablemente, aquel mensaje para sus alumnos y alumnas. ¿Quién puede juzgarla, si unos puntos más en el SIMCE pueden significar para ella unos miles de pesos más a fin de mes para vivir? ¿Qué pasará con sus estudiantes que día a día estudian bajo ese cartel?
El tema, en mi humilde opinión, es cómo el SIMCE se ha transformado en un mecanismo perverso a nivel de las diversas escuelas y de las políticas públicas que lo refuerzan y le otorgan cada día mayor centralidad.
¡Y a todo ello le llaman “calidad” de la educación!
* Entrada escrita por Claudia Drago, profesora, colaboración para la Campaña Alto al SIMCE
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vasilia
Cada vez que miro mi carne de identidad me deprimo… hasta que pienso «Bueno, me salve del Simce, me salve de la jornada completa, y tuve profesores estupendos formados antes del desastre educativo del 80». Y se me alegra el día 🙂
LM
¡Qué comentario tan antipático y burdo!. Refleja la indiferencia que padece el país.
Jessica Riquelme D.
Más que las quejas y reparos propios de cuando un medio se va convirtiendo en fin. (es inexorable que se generan grandes problemas en todos los ámbitos de la vida cuando algo que está creado como un medio para ser usado en tanto y en cuanto nos ayude a un fin (en principio bueno) se transforma en fin en sí mismo y nos conduce a nada)
De nuevo, más que las quejas y reparos que son totalmente plausibles su discurso debiera ser propositivo y aprovechar estos blogs e instancias de información para comunicar propuestas, porque cuesta mucho saber que proponen para medir y evaluar, porque está claro que un derecho y bien (social no de mercado) tan importante como la educación no puede dejarse sin evaluación y mejora constante.
Griselda Bastias
Tal como tú dices un bien social, un derecho, lo que hoy no es nuestra educación, debe medirse y nadie se niega a ello, lo detestable y perverso es el ranking, la distribución de recursos, la estigmatización que promueve esta prueba. Evaluemos, pero en contexto, midamos, pero sin publicidad. Soy profesora y como tal sé, porque me consta, que algunas de esas escuelas exitosas preparan todo el año el SIMCE, suspenden asignaturas artísticas para lograr esos resultados. ¿es esto calidad de educación?
“El SIMCE prepara a los estudiantes para rendir una prueba puntual, no los prepara para un desarrollo integral” | GAMBA
[…] LES SUGIERO LEER ÉSTE ARTÍCULO […]
karina.b.gallardo
Juajuajua
Mirsa Figueroa
Ninguna escuela que ha tenido un puntaje bueno o muy bueno en el SIMCE dice que pasan el año entero «entrenando» a los niños para tener un buen simce. Se ocupan horas y horas de «otros ramos» con tal de «sudar» por un buen resultado…lamentable!!
Osvaldo Silva S. Profesor.
Aunque, gracias a Dios, hasta el momento todos los años nos ha ido bien en los resultados SIMCE, encuentro esta medición como perversa, aterradora, que me enferma y altera mi salud, por lo expuesto en la carta. Es muy injusto este sistema de medición. Ojalá lo cambien o eliminen.