Los psicólogos trabajamos con casos. Estos casos tienen la función de ilustrar lo que vemos día a día en nuestras intervenciones. Casos como estos, tengo cada vez que llego a trabajar a una institución educativa vulnerable.
La Escuela Ovalle es una escuela muy vulnerable situada entre una población tomada por el narcotráfico y al lado de un basural. Está constantemente amenazada de cierre y se caracterizaba por tener malos resultados hasta el 2010. Yasna y María Eugenia son educadoras de párvulos y son profesoras de lenguaje y matemáticas de séptimos básicos“excelentes”. Vienen trabajando con ellos desde tercero básico y tienen muy buena relación. En octavo la idea de ambas es aplicar la metodología pre-escolar para el entrenamiento del SIMCE. Lo central “es el vínculo con los muchachos, sólo así se logran cosas en los sectores vulnerables”.
El programa consiste en cambiar la sala tradicional a mesas de cuatro estudiante y siguen una lógica del kinder (forran cuadernos, trabajo con material concreto, etc). Luego de un año de trabajo intenso y compromiso de estudiantes y profesoras, la Escuela Ovalle logra un premio de excelencia en la comuna. Yasna y María Eugenia son felicitadas por toda la comuna y la dirección.
Al año siguiente, repiten la estrategia. Pero los estudiantes de este nuevo octavo no quieren seguir la estrategia, se sienten utilizados e infantilizados. Ellas los vienen recién conociendo “solo cuando damos el SIMCE se acuerdan de nosotros, además es solo para que las feliciten” dice uno de los estudiantes. Yasna señala “no me sale natural el trato amoroso, lo hago porque sé que es central para los resultados, a estos alumnos no los he seguido como a los del año pasado”.
Al año siguiente no logran superar el puntaje que habían tenido con esa primera generación. No entienden qué pasa. “Es que con estas familias y estos niños es difícil lograr cosas” dice Yasna.
Yasna trabaja 60 horas a la semana y tiene miedo al suicidio o tener un cáncer como varios profesores del colegio que trabajan bajo presión. María Eugenia, con más experiencia dice “El tema del SIMCE es como una montaña rusa, a veces bien y a veces mal; yo no engancho ni con las críticas, ni con las adoraciones”.
Las políticas públicas de financiamiento y de gestión han construido un nuevo marco normativo de reconocimiento de la profesión docente. Este marco ha sido validado porque se ofrece como una posibilidad de construir un sistema educativo más equitativo, con movilidad social y con oportunidades para todos.
Yasna trabaja 60 horas a la semana y tiene miedo al suicidio o tener un cáncer como varios profesores del colegio que trabajan bajo presión.
El SIMCE y sus rankings impide que exista reconocimiento en el trabajo. Lo que se le pide a los docentes es imposible de realizar en su horario de trabajo. Para que un profesor sea reconocido necesita “admiración”. Solo se buscan grandes reconocimientos, los éxitos impresionantes. Este tipo de reconocimiento no supone la proximidad, todo lo contrario, aleja al premiado del otro, como bien lo dicen los estudiantes.
En la escuela vulnerable nadie pareciera cumplir las expectativas, ni los niños y niñas, ni los directivos, ni los profesores. Muchos niños y niñas aprenden, mejoran su conducta y hacen sentir satisfechos a los profesores, sin embargo, estos pequeños logros parecieran no importar. En esto las pruebas estandarizadas y en el especial el SIMCE cumple una función de estimular el logro de resultados al mismo tiempo que frustran a los profesores de escuelas vulnerables que no pueden alcanzar las cifras esperadas. Los directivos necesitan números, indicadores, subir los puntajes en las pruebas estandarizadas, en especial el SIMCE.
Las corporaciones culpan a los directivos, que su vez culpan a los profesores y los docentes a sus estudiantes y familias. En este escenario, los estudiantes no “respetan a los profesores”, los profesores no se vinculan con los estudiantes, solo tenemos agobio y culpas. El problema es que sin vínculo, no hay aprendizaje. No más SIMCE.
Patricia Guerrero Morales.
Psicóloga Clínica del Trabajo. Especialista en Salud Mental Docente. Master y Doctora en Sociología. Académica Titular Escuela de Psicología UCSH. Miembro del Grupo Salud Mental, Sufrimiento y Trabajo de la U. de Chile.
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carlos covarrubias
El Simce es un test estandard. Y es coerrecto que midan lo que miden… en escuelas publicas … tipicas.
Los ejemplos del articulo estan fuera de un estandar de escuela. Son escuelas descritas o tipificadas como vulnerables.
Por tanto, el Simce no miente ni necesita nadie mentir ni edulcorar. Y una escuela publica vulnerable NO tiene que hacer caso a rajatablas de ese test ( aunque podra usarlo internamente, para su propia gestion y mejora).
Felicitemos a esos heroes que son los profesores de ese tipo demescuelas. El afecto de profesor con el alumno y viciversa es la base …y (gran «y») lo que la familia del menor opine o viva la educacion o instruccion. Secretos des-cubiertos en USA hace decadas.
AlexHutinel
Es interesante cómo la experiencia mencionada es comparable con muchas otras en diversas zonas del país. Desde la ruralidad (entorno que conozco) hasta la pobreza urbana.
Hace mucho que el sentido de las «escuelas inclusivas» y las «escuelas eficientes» se han compenetrado en los países cuya preocupación por la Educación pública es permanente y no una promesa rotativa de campaña. Mientras allá las escuelas han evolucionado en «Comunidades Educativas Inclusivas» en Chile estamos a medio camino: escuelas con «integración» y escuelas «eficientes» según los estándares actuales, es decir, el SIMCE. Que no es más que una prueba de conocimiento que hasta hace poco no incluía mayores habilidades que memorizar y que los gobiernos, apoyados en expertos como José Joaquín Brunner y Mariana Aylwin, intentaron alcanzar la meta de los países exitosos «a la chilena».
En definitiva, se aplicaron las mediciones relacionadas al PISA en forma de premio-castigo:
1) La profesión docente se » beneficia» por competencia de bonos
2) Los alumnos se benefician por «mayor» aprendizaje (?)
3) Los establecimientos se benefician con más recursos y «publicidad». Aceptemoslo, en más de alguna ocasión vimos pancartas con el Puntaje SIMCE y PSU como referencia, como validación de la «Calidad». Sepan ustedes que el SIMCE de prepara por talleres, y la PSU por preuniversitarios. Esos indicadores no permiten demostrar la Calidad del establecimiento.
Así, la fórmula concertacionista, muy anterior al Semáforo de Joaquín Lavín, se jactó de ser exitosa, y seguiría procurando de su supuesta victoria de no ser por las sucesivas marchas desde 2006 a la fecha, que obligaron a replantear la naturalización de las políticas públicas.
Christian Bellëi en tiempos del trámite de la Ley de Inclusión dejó entrever que los apoderados se dejaban llevar por la publicidad y por el pago. «Si pago puedo exigir», asimismo, «si tiene Calidad lo elijo». Hoy, los postulantes a la Universidad se desacostumbraron a escuchar las referencias históricas de tal o cual universidad. Hoy lo que importa es la Acreditación.
Lo mismo sucede con el SIMCE.
Lo más grave de todo, algo que la Ley de Inclusión quiso eliminar, son las aclamadas prácticas de selección según las notas y el Puntaje SIMCE. Algo totalmente reprochable, sobre todo porque en medio de la falsa máscara de la Calidad, se prefiere dar cabida a la publicidad, claro, porque en las pancartas nuestros propios alumnos e hijos como rostro que «acredita» la Calidad del establecimiento.
La iniciativa Alto al SIMCE ha desarrollado un análisis mucho más completo al respecto. Ya es tiempo de dejar de improvisar en la Educación Pública. Ésta es política pública, estatal, no depende de uno u otro gobierno y requiere consensos para situarla en el Largo plazo. Contrario a lo que se pueda decir desde el ala conservadora, son más los liberales que apoyan esta causa de los que la rechazan, dado que se entiende que no se puede estandarizar, al menos no tan fácilmente, la intangible «calidad» de la Educación, sobre todo en enseñanza primaria y en vulnerabilidad, donde el SIMCE es siempre una carga extra que, por lo ya dicho, estresa y no beneficia en nada a los alumnos.