Más allá de las albricias y los parabienes propios de un cambio de año, pasada la nostalgia y la resaca de los deseos de una mejor vida, corresponde también el espacio para los desafíos. En lo personal surgen muchos, pero en lo colectivo y en educación emergen infinitos retos. Acotemos una agenda. Presento algunas metas para 2011 a fin de debatirlas.
1. Debemos articular un discurso docente que sea “claro” que pueda ser presentado a la sociedad a fin de que pueda sumarse a la tarea de mejorar la educación. Si somos crípticos en el mensaje podemos seguir generando currículo oculto o reproducción de los significados propios de una educación complaciente. Debe revalorarse el rol docente, la crítica a quienes buscan, a través de la educación, fortalecer las diferencias sociales o a los que son complacientes con un sistema que, enmascarado en el vértigo de “la sociedad de la información y el conocimiento” enquista el sistema neoliberal sin crítica de por medio. Junto con lo anterior también falta una autocrítica a la labor docente. No somos perfectos y debemos hacernos cargo de ello y mejorar.
Quizás como tareas más subsidiarias o menos extensas:
2. Respecto de la enseñanza, reenfocar las prioridades que “como país” nos fijamos. ¿Podemos revisar recetas foráneas? Claro, pero teniendo claro que no somos ni Finlandia, ni Corea del sur ¡y seguramente no queremos serlo! Necesitamos una identidad educativa, ojalá tendiente a una integralidad del proceso de enseñanza-aprendizaje que no se incline groseramente a la lecto-escritura y el cálculo matemático. Una identidad que reconozca el valor de las inteligencias múltiples (espaciales, artísticas, espirituales, etc.) y el humanismo y las ciencias sociales, que pretenden ser minimizadas con la lógica de bajar las horas de Historia, geografía y Ciencias sociales. Ahí se producen espacios de lucha. Debemos asumirlos y tomarlos.
3. Debemos cuestionar el concepto de “revolución” y establecer que un verdadero cambio estructural pasa por el cambio de la dependencia de los establecimientos escolares (revisión de la educación pública), la selección de estudiantes (ojo con la lógica de “liceos de excelencia”, lo exclusivo y excluyentes que son, sólo veamos el ejemplo de porcentajes de puntajes máximos de PSU) y el lucro que sigue discriminando y generando “suburbios” y “ghettos” educativos”.
4. Debemos replantear los espacios de discusión educativa. Al parecer el colegio de profesores no nos ha interpretado plenamente, el espacio político no es representativo bajo las estructuras constitucionales chilenas y la opinología educativa ha emergido con fuerza y con ganas de quedarse. www.educarpersonas.cl, www.saladeprofes.com han surgido como espacios (debemos articular estas y otras plazas) de opinión y crítica educativa desde la relación dialógica entre teoría y praxis, fomentarla y darle carne, escribiendo, criticando, dando a conocer los puntos de vista que como actores educativos directos e intelectuales transformativos tenemos para entregar a Chile. Hay varios expertos en temas que no han sido trabajados (que a algunos ni siquiera interesa) como educación con necesidades especiales, ajustes curriculares, TIC’s u otros que, al no tener cabida en la lógica de la estandarización de las metas, son dejados de lado. Debemos hacerlos patente.
Invito a todos los que nos interesa la educación desde la óptica pedagógica, no desde el cálculo macroeconómico o personal, a revisar estos puntos, proponer más o establecer prioridades.
Mas allá de las albricias y los parabienes propios de un cambio de año, pasada la nostalgia y la resaca propia de los deseos de una mejor vida, corresponde el momento de generar la agenda educativa 2011.
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Foto: Escuela Mariano Latorre, Codegua – Chile ayuda a Chile / Licencia CC
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