En las últimas semanas, leyendo diversas reflexiones y artículos en torno al tema educacional, se constata que la discusión, en general, se mantiene en un nivel “superficial”, donde los interlocutores parecen saldar temas claves como la “igualdad”, la “libertad” o la “justicia”, incluso la “felicidad” o el concepto mismo de educación, en base a ideas –maquetas- que dan por sentadas como más eficaces o mejores en todo sentido. Así, todos dan sus fórmulas mágicas, para cambiar cosas o para frenar cambios.
Para algunos entonces, todo pasa y se reduce a eliminar el lucro (sin aclarar qué implica eso realmente); para otros todo pasa por centralizar la ingerencia estatal; para otros tantos, se trata de hacer un plebiscito (sin aclarar qué se plebiscita); para otros varios, es cosa de cambiar la constitución; para otros más, cambiar el modelo (sin decir por cuál); para otros, inyectar cierta cantidad de dinero simplemente; para otros dejar las movilizaciones y darles paso a los legisladores; para otros incluso se trata de no hacer nada, para no perder el año.
En todas esas soluciones hay posiciones ideológicas, incluso de quienes se oponen a la “ideologización” y que en el fondo sancionan las ideas igual que aquellos que consideran toda idea distinta a la propia, como ideología en cuanto falsa idea. La discusión en cuanto a la educación, que es quizás uno de los actos humanos más trascendentales se vuelve un simple botín.
Porque moros y cristianos deben reconocer que hay dimensiones del tema que parecen no ser abordadas por ninguno de sus opinantes, ya sea porque parecen darlas por sentadas, o porque no lo consideran importante según su paradigma.
Por ejemplo, cuál de ellos se ha preguntado ¿Qué buscamos con educar? ¿Buscamos formar personas que amen el conocimiento y lo busquen de manera libre según sus intereses individuales; o personas instruidas en ciertas técnicas simplemente, listas a seguir órdenes del poder de turno; o autómatas –supuestamente virtuosos- acordes al modelo impuesto por los “planificadores” de turno? ¿Y la libertad, o la igualdad donde quedan? ¿La Justicia?
Me pregunto ¿Qué proponen enseñar –o educar- moros y cristianos realmente? ¿Aceptarán incluir en los programas que proponen lecturas y teorías que contravienen y derrumban sus propias ideologías o credos? ¿Permitirán que los educandos lean a un Max Stirner que pregunta si se educa para ser libre o para ser domado a favor de quienes ejercen poder?
Leyendo elogio de la ociosidad de Bertrand Russell, quien se pregunta ¿Qué es el trabajo? Me pregunto ¿Qué es la educación realmente? ¿Aceptarán –moros y cristianos- que en las escuelas se lea a ese genial intelectual subversivo de Russell, que ponen en tela de juicio el paradigma mismo de escuela, que en el fondo defienden en conjunto
Porque si analizamos bien y más allá de las superficialidades, todos defienden el mismo paradigma educativo, el de disciplinar las mentes según ciertos intereses, mediante la escuela. Pretenden con ella forjar al ser humano según sus particulares concepciones, ya sea al ciudadano ideal o al feligrés ideal. Irónicamente, dicen querer hacerlo libre.
El revoltoso de Russell decía algo muy importante “dos hombres que difieran acerca de los fines de la vida no pueden esperar llegar a un acuerdo sobre educación”.
Y entonces me pregunto ¿Han discutido moros y cristianos cuáles son los fines de la vida, como para acordar algo sobre la educación, a las que pretenden someter a las futuras generaciones, que aún no definen cuáles serán sus propios fines en la vida?
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Foto: Chile Ayuda a Chile / Licencia CC
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