Chile vive hoy del cobre, todos lo sabemos, de la gran minería del cobre se pagan impuestos, se destinan presupuestos, se pagan a miles de empresas contratistas y prestadoras de múltiples servicios financieros, construcción, energía, capital humano, etc. De su bonanza, de su riqueza hemos vivido durante décadas, y en esas mismas décadas el país ha crecido y cambiado. Pero todo lo anterior nos hace preguntarnos hacia dónde y para quién.
El diagnóstico es conocido, y tiene a estudiantes y trabajadores movilizados, las agendas políticas irremediablemente centradas en cambiar. Sin embargo, aún no hemos puesto en el centro de la discusión si debemos o no cambiar nuestro modelo económico. Pues, lo que hasta ahora se propone es redistribuir para un lado u otro la riqueza que hoy producimos, sin cuestionar cómo se produce dicha riqueza y sin decir si estamos dispuestos a construir una alternativa a la misma, una nueva economía basada en paradigmas diferentes de aquellos austriacos que siguen imperando en nuestro país y en la economía global.
A modo de ejemplo, me fijo en la región de Tarapacá, símbolo de lo que nos ha ocurrido como país, el norte castigado severamente más de una vez por no saber planificar su futuro, por no aprovechar sus vacas gordas, por tener líderes miopes incapaces de velar por todos y sólo preocupados de hacer negocios para ellos mismos.
Pero que entremos en materia, la idea del artículo es abrir una discusión sobre nuestra situación económica y lo que se nos viene, pues resulta que el crecimiento Chino ha tenido sus altibajos, dejando el 11,7 del PIB en el 2007 (Indexmundi : 2013) en un increíble pero más bajo 9,2 el 2011 según la misma fuente. Chile exporta gran parte del cobre a China, así lo demuestra el crecimiento de nuestro intercambio desde la firma del tratado de libre comercio con ellos en el siguiente gráfico nº 1.
Gráfico Nº1 Exportaciones Chilenas a China 2007 – 2012.
La crítica es simple, Chile es un país mono-productor del cobre, su economía está muy poco diversificada y carece de valor agregado en sus productos, ausencia de I+D+I en todos sus sectores, son el mayor talón de Aquiles de las virtudes del orden macroeconómico chileno. Nuestra dependencia del mercado internacional hace que nuestro mercado sea aún más voluble a las fluctuaciones, que nuestro crecimiento dependa mucho más de las condiciones externas, que de nuestra política económica interna.
Según el informe de COCHILCO publicado en mayo del 2013, el precio del cobre ha ido disminuyendo, sus causas lo que señalamos más arriba, el crecimiento Chino que en el último semestre 2013 fue menor al 8 % del PIB esperado, situándose en el 7,7% más la recuperación leve de Estados Unidos que han fortalecido el dólar. Una vez más, causas externas afectan el precio del cobre ya en 3,23 dólares, lo que afecta las ganancias de las compañías mineras. Ya sabemos que cuando hay problemas en las ganancias, las compañías cortan por el hilo más delgado primero: el empleo.
La tasa de desocupación según el INE en el último trimestre es de un 7,5% en Tarapacá más alta que aquel 5,9% tan celebrado por las autoridades. El gobierno dice que ha llegado más gente y que fruto de ello es el alza en el desempleo. Pero creo que el argumento no es ese, sino la suma de factores internos y externos, económicos y sociales.
Entre los factores internos que tienen a la minería en estado de inflexión y estancamiento, se encuentra el suministro de energía. La falta de energía para la industria ha producido aumento de los costos de operación y menores ganancias. La discusión sobre las energías alternativas va tomando fuerza.
Mientras todos ganan plata, todos felices, nada pasa en el país, todos miran la tele, salen de viaje, a comer y vacaciones. Tarapacá es la Sodoma y Gomorra de la situación que describimos, pero cuando comienza el ciclo de las vacas flacas, vendrán las acusaciones, las rencillas, las batallas ideológicas y los opinólogos. Quienes sufrirán serán los de siempre, los más pobres, la clase media, trabajadores que dependen de un contrato por el sueldo mínimo sin capacidad de ahorro, las y los jóvenes que no tienen cualificación, las mujeres. En ese momento aparecerán las frases célebres: “te lo dije”.
Otra cuestión no menor, es la incertidumbre del sector por las regulaciones de diverso tipo, energía y medioambiente, que han judicializado proyectos, donde los proyectos se detienen, el empleo disminuye y el ciclo económico que viene es de estancamiento, afectando a quienes tienen menos y por daño sistémico aquellos sectores que dependen de los contratos de servicios de la minería. Si todo esto sucede, la lógica dice que comienza a bajar el consumo, destruyendo empleos por los reajustes corporativos de las empresas para mantener sus utilidades.
Toda esta historia económica la sabemos, nuestros economistas más reputados son enseñados en dichas reglas del mercado y efectos financieros. Nuestros políticos (supuestamente) también lo saben. ¿Y por qué no se ha hecho nada antes?
Mientras todos ganan plata, todos felices, nada pasa en el país, todos miran la tele, salen de viaje, a comer y vacaciones. Tarapacá es la Sodoma y Gomorra de la situación que describimos, pero cuando comienza el ciclo de las vacas flacas, vendrán las acusaciones, las rencillas, las batallas ideológicas y los opinólogos. Quienes sufrirán serán los de siempre, los más pobres, la clase media, trabajadores que dependen de un contrato por el sueldo mínimo sin capacidad de ahorro, las y los jóvenes que no tienen cualificación, las mujeres. En ese momento aparecerán las frases célebres: “te lo dije”.
Teníamos que haber invertido en innovación, en investigación, en diversificación, en educación, en capacitación, en abrir nuevos mercados, en todo eso que no se hizo, porque todos estábamos muy felices gastándonos la plata que ganábamos y la línea de crédito que el banco generosamente nos daba.
En lo político vendrá la comodidad pueril, fruto del aprovechamiento y falta de responsabilidad. “La culpa la tiene el gobierno” dirán unos, “la culpa es del gobierno anterior dirán otros”, “la culpa es de quienes no nos votaron” dirán los últimos. En cualquier caso nadie será responsable, y tendremos que esperar a que China crezca, a qué el precio del cobre suba y que volvamos a ver la luz de la economía fugaz que nos tienen tan contentos.
De nada sirve la historia en estos casos, no de esa que se lee en libros, sino esa que cuentan nuestros abuelos, nuestros padres, la del salitre y la pesca. Esa economía del libre mercado que lo único que hace es depredar nuestra vida y nuestro medio ambiente.
Debemos detenernos a pensar no sólo en cómo se distribuye, sino en cómo producimos, qué tipo de desarrollo deseamos y realmente queremos. Seguimos en esa economía bíblica de las vacas flacas y gordas del sueño de José, o esa economía y política humana que urge y busca la felicidad como bien superior, dejando atrás la maliciosa acumulación del capital. En Tarapacá ya se sienten los efectos, ¿qué más esperamos?
Aún nos queda por debatir.
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