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¿Industrializar o exportar los residuos?

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El mundo ha incrementado el ritmo de sus avances tecnológicos durante estos últimos 30 años, donde han adquirido importancia o mayor valorización los servicios tecnológicos, las tecnologías de información de comunicación y la capacidad de innovar. Lagos ejemplificando esta dinámica indica en su libro EN VEZ DEL PESIMISMO que una de las tendencias es “la sociedad de costo marginal cero” (Rifkin) en que la producción no requiere de escalas ni espacios industriales para su desarrollo, es en el contexto de la 4a revolución industrial.

También por los cambios del poder a nivel global. La caída del muro, no solamente aconteció en un cambio geopolítico, sino que también en algunos complejos mecanismos del poder económico. El análisis en un mundo tan globalizado como el nuestro ya no puede ser entendido sin captar las diferencias existentes entre los países desarrollados (pd), aquellos que consiguen controlar el desarrollo del conocimiento, desarrollan fuertemente la actividad industrial y consiguen un mejor control de los mercados mundiales y un alto estándar de innovación, con lo cual el carácter de espiral del desarrollo, ampliando y ampliando sus círculos concéntricos, como la concha del caracol, va aplastando las alternativas que puedan surgir para cuestionar su hegemonía.

Aun así, algunos ¨países líderes” no pueden contener fácilmente el avance de países de menor, o en vías del, desarrollo (pvd), pero, por ejemplo, con mayor población y mejor institucionalidad para estos efectos. El insólito rol del mundo financiero también tiene algo que decir con lo que ocurre. En los pvd, asombrados por estos cambios, se constata un distanciamiento cada vez mayor entre el producto, mercancía, tecnología, quedando restringidos a la actividad de productor de materia primas (mp) pero bloqueados para el desarrollo industrial. Podríamos ser simples importadores de bienes y exportadores de mp. Es decir, somos usuarios o consumidores del primer mundo, aquellos que pueden hacerlo, pero en la cola de la producción. Producimos mp, pero no conseguimos incorporarle valor. El tema es que en la medida en que se entendió que una parte significativa de los residuos pueden valorizarse como mp y generar nuevos mercados, la complejidad de las relaciones entre PD y PVD, vuelve a desarrollarse con estas otras peculiaridades de este particular mercado. En Chile hay un reglamento en discusión al interior del Ministerio de Medio Ambiente que pretende regular las importaciones y exportaciones de residuos: ¿lo usaremos como medio para industrializar o como simple negocio?

Como sabemos, los residuos sólidos son los restos o el sobrante no utilizable de un determinado producto que el consumidor no desea conservar. Son productos que contienen mp proveniente de minerales u otras actividades primarias que inicialmente fueron convertidos en productos intermedios y se prepararon para, en su fase siguiente, transformarse en un componente más del producto final, como bien de consumo o mp provenientes del reciclaje.

La obtención del alambre a partir del cobre es un buen ejemplo, claro y simple, pues después de su vida útil el cobre no ha perdido propiedades físicas y, con su reciclaje, puede ser reutilizado como materia prima para fabricar radiadores de auto o el mismo alambre, por ejemplo. Es el ciclo de vida del producto y del residuo, sumados. Naturalmente el costo de una unidad de cobre reciclado es menor que el costo de fundir la materia prima y procesarla para obtener la misma unidad de cobre para producir el alambre o el radiador, por cuanto el costo de la extracción, fundición y procesamiento, normalmente lleva mucha energía incorporada, pero el cobre reciclado ya lo tiene incorporado.   Ahora, en la medida en que el análisis se hace en una perspectiva económica en función de su valorización como mp o energética, se pasa del concepto de ciclo de vida a la economía circular. La mayor ganancia la tiene el fabricante final de la manufactura y no necesariamente el que se limita a recolectar y empacar el residuo.

En esta economía circular la pregunta es cuál es la valorización que optimiza el valor del residuo en un determinado país. El tema puede ser visto desde a lo menos cuatro perspectivas: como país, en términos de su desarrollo económico, como empresario reciclador-productor, empresario exportador-reciclador y como consumidor.

En Chile hay un reglamento en discusión al interior del Ministerio de Medio Ambiente que pretende regular las importaciones y exportaciones de residuos: ¿lo usaremos como medio para industrializar o como simple negocio?

De la feria italiana de ECOMONDO, la francesa POLLUTEC, en el congreso internacional de la ISWA y APEMETA de Portugal, así como en otros eventos internacionales en que hemos participado en estos últimos años, queda claro que los países y empresas que poseen una actividad más desarrollada, son los más interesados en recuperar las materias primas recicladas para sus procesos, puesto que, en términos relativos les sale más económico, es el primer caso.

El punto a determinar es cuál debiera ser la aspiración, como empresarios, de exportar los residuos. La respuesta es sencilla, el óptimo económico se conseguirá con el tratamiento de las reciclables en el propio país, al igual que los minerales, y los productos silvoagropecuarios, lo que sólo es posible si se desarrolla la industria nacional del reciclaje, es la opción como país. Para el empresario productor-reciclador, el segundo caso, el tema es saber cuál es el mejor precio considerando la rentabilidad de largo plazo, pues el factor de riesgo no estará sujeto a las fluctuaciones de corto plazo del mercado internacional. Por lo tanto, si este análisis se considera válido, el óptimo se alcanza con la industrialización, donde la exportación sólo es un beneficio país para deshacerse de un residuo y evitar que se envíe a relleno o a vertedero. Sin embargo, mirado el problema desde la perspectiva del empresario exportador-reciclador el tema es diferente por cuanto su utilidad la conseguirá simplemente al recoger el producto, embalarlo, por lo general un proceso simple, y exportarlo; así planteado, el valor agregado del residuo es mínimo, pero seguro.

Para que la industria del reciclaje pueda operar se requerirá algún nivel de protección a la industria recicladora lo que se puede traducir en mayores cotos para el consumidor del país exportador de residuos, a lo menos en el corto plazo. Pero la economía funciona con mecanismos más complejos y no bastará el precio de mercado del producto en cuestión para resolver esta ecuación, pues la industrialización es el único camino que puede aportar valor más durable.

El óptimo se resuelve entonces con decisiones de política económica, determinando cuál es el punto de equilibrio entre exportar residuos o bienes manufacturados y cuánto están dispuestos a pagar el país, el consumidor y el industrial. Seguramente habrá una diferencia de corto plazo, pero habrá también una realidad diferente para la generación de empleos, “saber hacer” tecnológico y divisas. En el caso de las baterías se reciclan casi la totalidad de las fuera de uso, los aceites lubricantes, del orden del 50%, pero en ambos casos el producto se introduce al mercado por la vía de los importadores y si ellos tienen que asumir el costo del tratamiento del residuo reciclaje prefieren que se trate a granel y se exporte. En el caso de las baterías se produce plomo refinado, pero no baterías como producto final. No es casualidad que los importadores preferirían que se exporte sin tratamiento, pues, sostienen que las baterías tendrían un mayor valor y eso al aumentar la elasticidad precio de la demanda incidirá en una menor demanda del producto. La pregunta es saber cuál es el precio tolerable para el reciclaje. Con esos valores se podrá determinar cuál es la política más adecuada para continuar con una institución que permita elegir los instrumentos para regular su funcionamiento económico. Esta tarea país es la que corresponde asumir a los gobiernos sin esperar que la barita mágica del mercado pueda resolver temas tan complejos.

 

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