UNO
El telescopio llamado “espacial”, de nombre “James Webb”, orbita actualmente a, aprox., un millón de kilómetros de la superficie, por ejemplo, del nivel del mar o de las playas y las cordilleras de Chile.
Uno más o uno menos…
El Webb dejó esta superficie el 25 de diciembre de 2021 –noten ustedes el regalito de Navidad. La idea, claro, es “mirar el Universo profundo”. Sin los “ruidos y rugosidades” del mirar a través de la atmósfera terrestre. Y, por supuesto, siendo hijo de este tiempo de la “economía de la existencia humana”, hay que añadir que, se dice, llegó a suponer una inversión de 10 mil millones de US$.
Para un espejo de 6,5 metros de diámetro. Precisamente para seguir esa “lógica”, estimen ustedes el “valor del m2” de espejo de visión (de luz incluso infrarroja; o sea, ve más que todo espectro visible a la percepción de la humana condición: es una máquina “para” y “de” la luz en el sentido astrofísico, esa que mira cómo, probablemente, lo soñaron Velázquez, Goya, Picasso, juntos).
El Webb comenzó a enviar información a nosotros a mediados de 2023. No lleva sino 6 meses. Casi cada imagen procesada por acá, tiene estupefactos a los NASA y a tod@s. Casi cada bit de información implica cuestionar la teoría de Big Bang, la noción humana del “tiempo”, del “origen”, de la “edad”. De la ciencia y lo científico… Cuestionar, o sea, profundizar.
La relatividad general –teoría de las fuerzas gravitacionales, las “generadoras” del concepto de “espacio”-, está sufriendo (si acaso una teoría puede sufrir). Es decir, los pensadores con esos conceptos-ecuaciones piensan y no dejan de pensar –y ya no saben lo que piensan o cómo pensar, todo eso que es “evidencia”…
Los filósofos de eso “raro” que algunos intentan describir como “postmetafísica” –todo lo pensable después que uno ha sido platónico-aristotélico por 26 siglos, y ya no–, ante las “preguntas” de los astrofísicos y los meros físicos de la relatividad, la quántica, la de cuerdas, sonríen. ¿Nos entienden ahora?
Que el “tiempo” no es temporal ni lo contrario (pues, por ejemplo, todo inicio nunca lo es (presente), ni lo fue (pasado), ni lo será (futuro), no por “idea filosófica” –como algunos dicen: pura “poesía”. Y, sin embargo hay fenómeno, “hay algo como tiempo”. Sin duda. Allí está el Webb confirmándolo pero de un modo “raro” (strange, weird, odd, foreign, bizarre, queer).
Que el espacio y las galaxias “son” a la manera de lo “plástico-oscilante-in/definido”; que hay galaxias evidentemente más viejas que la singularidad de Big Bang: lo (im)posible es ciencia y de la dura hoy… Que la velocidad de la luz, insuperable, pues debe ser hasta considerada ahora “lenta”, para comprender algunos fenómenos tal que registrados en el espejo del Universo Webb.
O sea, las mejores ecuaciones tambalean. No que estén erradas; es que hay que encontrar mejores.
DOS
Por eso, me limito a ofrecer un poema. Cosa cuando imito (por creerme algo), lo que siempre han dicho porque han sabido todos es@s grandes: Safo, Píndaro, Virgilio, Dante, Teresa de Ávila y Juan de la Cruz, Angelus Silesius (“la rosa es sin porqué; florece porque florece”), Blake, Rimbaud, Whitman, y, en las Residencias, Neruda, en Venus en el pudridero, Eduardo Anguita, al comienzo, Purgatorio-Anteparaíso, Raúl Zurita,…
Pues, entonces, este “Poema al J. Webb, desde base El Quisco, Chile”:
“Una singularidad y el Universo –talvez los Universos. Varios y diversos, e insólitos
El telescopio James Webb. El que resultó un “juguete caro”
ahora juega, él, con los terrestres
-los “mortales”, como dirían, a coro, Aristóteles y Heidegger
Y una palabra: differance, la deconstrucción infinita y hospitalaria
Un solo amigo, más que un solo Universo: Trujillo de Valparaíso
Un libro “de sol”. Mero acumulado de éxtasis de páginas
escritas, ellas, casi solas
Ese proyecto de un telescopio y un gigante allende toda interferencia de las condiciones terrestres:
de atmósferas y de estados de ánimo
O el fenómeno de estudiar en serio o en autónomo a Husserl, por “un Derrida joven”
Trujillo descubriendo una nuova Universidad al modo de un inicio a fines del siglo XX. La Montañosa y Bergische Universität Wuppertal
–donde, dicen, unos herederos del idealismo de la alta escuela entienden ya bastante mejor a Derrida que en París
En fin –-porque de eso se trata: de algún fin–
De un helio may be un fotón en el núcleo
Y un fotón escapando por la corona, pero mucho más que la mera velocidad de la luz
Esos choques elementales en el núcleo
Esa velocidad de lo instantáneo
Ese modo de “ser verde y feliz” en unas hojas de quillay
Este comer sol todo el rato. Estas risas, los dientes al aire –los de bestia alegre–
Los ombligos perfectos de los 17 años. El poeta sumido en el problema:
<He aquí que “debo-ser” lo que sigue…
Lo siguiente del electrón de hidrógeno.
De la onda particulada en el fotón
-de una oscilación gravitacional curvando todo espacio y creando espaciamiento-
O la clorofila de las palabras. Las musas de sol.
Mas, al final, la mera forma.
Todas las libertades y extravíos del Universo
Mostrándose como formas. Y una frase en forma.
Como amor como pulsión como mi vasta paranoia>
Y él escribe un soneto. Uno perfecto que al sol regresa.
Comentarios
23 de enero
Pues, ¿por què si uno nunca ha escrito un soneto
–y escribe ese aparente «facilismo» mal llamado «verso libre»–,
se fascina cuando un amigo le anuncia = «Por fin me saliò
un soneto perfecto» …?
Con endecasìlabos o alejandrinos y sentido pleno,
toda esa parafernalia. ¿Por què entonces uno quisiera tambièn
hacerlo? Por pulsiòn bella de èxtasis…
Esa que llevò a los astrofìsicos a diseñar el J Webb,
a Aristòteles a descubrir la «metafìsica» y a Heidegger
a tacharla. A Derrida–Trujillo a ponerla en la differAnce
–y a Rimbaud a hundirse poco elegantemente en el Àfrica oriental…
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