Queridos santos y muertos,
Os ha referido el presidente por intereses y conflictos que no caben en vuestros ataudes.
Tan preocupado ha quedado, que en una muestra de su audacia literaria, que casi se ahogó en una isla con nombre de naufrago, me ha nombrado embajador en vuestra tierra eterna.
El resto ya se sabe. Ni la santidad ni la muerte, sino también la fresca vida. Ni el naufrago se llamaba, ni la isla estaba sola. El antipoeta sigue vivo, a pesar de sus conflictos, y por obra de sus intereses & viceversa.
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