Con el fallecimiento de Diego Armando Maradona hemos sido testigos, como en otras ocasiones, del debate sobre el artista y su obra. Específicamente, sobre si es posible separar al autor de sus invenciones. Respecto al exfutbolista argentino, se ha planteado, más o menos, de la siguiente manera: por un lado, su excelencia técnica y su legado en el fútbol, y por otro lado, su cuestionada vida social, repercutida por excesos contra sí mismo y otras personas. Entonces, cabe plantearse la posibilidad de que los errores de una persona, sobre todo los que tienen una relevancia valorativa para las personas, para el artista mismo y para su época, pueden opacar la obra en donde la persona dejó un legado, sea artístico, científico, entre otros.
Partiendo por lo obvio, una obra es una invención humana. Hablar de forma abstracta de una obra simplifica la complejidad del caso a caso: una obra será material, en otras será imaginaria, y a veces una combinación de ambas. En el caso de Maradona, en términos estrictos su obra se constituye por sus movimientos corporales coordinados dentro de una cancha, persiguiendo un balón en el marco de un deporte colectivo de oposición, cuyo objetivo es el gol. No obstante, el peso de su obra no es solo su belleza al jugar, es lo que significa: su obra en el fútbol, por ser increíblemente bella, trascendió. No solo fue una persona más detrás de un balón. Dentro del fútbol, se convirtió en una excepción, un estatus privilegiado entre los seres humanos gracias a su nivel superior.Cada espectador de una obra destacará elementos diferentes de distintas maneras, y eso ocurrirá irremediablemente a pesar de la vida del autor y de sus actos cuestionables éticamente
Cuando nos damos cuenta del valor trascendental de la obra de una persona, también se destaca, por efecto de espejo, a la persona. Porque la estética trascendental que desplegó Maradona no puede existir si no solamente porque fue Maradona. Maradona no pudo haber sido más que una persona determinada con su contexto y circunstancias, tal como nosotros. Ese nexo impide que una obra quede absolutamente desligada de su autor, ya que, de forma consciente o inconsciente, el autor retrata en su obra su época y su persona. Sin embargo, a medida que pasa el tiempo, si bien el nexo no se corta, sí se alarga por estiramiento temporal. Autor y obra pueden distanciarse. Esto último no ha ocurrido con el exfutbolista argentino debido a que los hechos son recientes. No obstante, sí tenemos el privilegio de conocer el impacto de Maradona en la gente, sobre todo en el pueblo argentino y en otras personas que desconocemos. Y es que el barrilete cósmico no solo es recordado y llorado por su obra misma, sino por el impacto reflejo que generó en el espectador: no es solo “recordar a Maradona”, sino recordarlo mientras jugabas con los amigos; compartías con tu padre emociones que en otras ocasiones estaba mal visto; sentirse parte de un grupo de futbolistas que tocaron el cielo para evadir el drama familiar o personal; creías que representaba a un sujeto popular que le plantó cara a la vida y a oligarquías nacionales y transnacionales; o bien mientras te inspirabas de su rebeldía, considerándolo como un genio rodeado de sus excesos y pecados. No es casual que en Argentina se describa a Maradona, dentro de tantas formas, como “en lo malo, uno más entre nosotros; en lo bueno, el mejor de todos”. A final de cuentas, es darse cuenta de que el tiempo ha pasado, incluso para los ídolos; dioses mortales para algunos, personas talentosas para otros, e individuos cuestionables para aquellos. La muerte de una persona entendida así acerca la muerte de uno mismo (la pandemia ya nos la tenía presente). No es baladí que se diga que una obra la crea un autor y se completa con un espectador. Esa relación entre obra y espectador es única, y no versará solamente en la invención: se sustenta en las vivencias del espectador y le dan sentido.
Juzgar al autor de una obra de forma apropiada es un privilegio casi exclusivo para las personas que lograron conocer a su persona y su contexto, es decir, las que compartieron época. A medida que pase el tiempo, la relación entre el autor y la obra se irá distanciando, difuminando (nunca cortado del todo). Para las personas del futuro, la obra que trascendió se podrá concebir solamente como una invención más de otras, quitándole importancia al carácter trascendente de la obra: por algo ha durado tanto tiempo como para que personas del futuro la conozcan, incluso sin que se den cuenta. Y el autor, a la vez, quedará relegado por el pasado, por su historicidad. Pero ese velo inevitable no nos impedirá interpretar al autor, su obra y sus espectadores, e interpretarlo de forma apropiada a pesar de nuestras limitaciones. No obstante, esos juzgamientos e interpretaciones serán cada vez más difíciles a medida que transite el tiempo. Si ya es complicado juzgar a una persona que no conocemos lo suficiente, mucho más lo será para una persona de otra época (lo que le ocurrirá a Maradona, además de miles de autores de obras que han trascendido), como ocurre con el anacronismo. Así, el autor que rodea la obra será concebido, completado con las interpretaciones de otros, hasta el punto de llegar a ser ficción (no significa necesariamente que sea falso.
Cada espectador de una obra destacará elementos diferentes de distintas maneras, y eso ocurrirá irremediablemente a pesar de la vida del autor y de sus actos cuestionables éticamente. Autor y obra no podrán separarse porque hay autor en la obra, no obstante, no hay obra sin espectador. Será el espectador, interpelado, el que podrá hacer suya la obra, rechazarla, entre otras acciones. Pero debemos tener claro que las interpretaciones y juzgamientos no tendrán cosa juzgada, o sea, no serán definitivos, aun cuando tengan la pretensión de serlo. Ahora bien, ¿cómo saberlo? Hay ciertas obras (el análisis caso a caso se revela acá) que tienen una carga valorativa que puede ser tan cuestionable que trasciende épocas por medio del uso de la memoria, con el fin de evitar en el presente hechos tan aborrecibles que fueron permitidos activa o pasivamente en el pasado. En estos casos no existe un juzgamiento final, sino un ejercicio constante juzgamientos para tener presente el hecho de que lo que reprobamos en el presente, si nos desprevenimos, puede ocurrir nuevamente. ¿Cuáles obras? Esa pregunta dejémosla, por ahora, al caso a caso. Contemplar las gambetas del Diego requieren de tiempo.
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