Ella se llamaba Laura y era una mujer de 40 años, rubia, que vivía en una ciudad al sur de Chile. Era una exitosa abogada que tenía una vida cómoda y tranquila, junto a su esposo y sus dos hijos. Le gustaba viajar, ir al cine y salir con sus amigas. No tenía nada de qué preocuparse, o eso creía.
Un día recibió una llamada de un número desconocido. Al contestar, escuchó una voz distorsionada que le dijo: «Hola, Laura. Sé quién eres, sé dónde vives, sé lo que has hecho. Y voy a hacerte pagar. Pronto recibirás una visita que no olvidarás. Adiós«. Laura se quedó helada, sin entender nada. ¿Quién era esa persona? ¿Qué quería de ella? ¿Qué había hecho ella para merecer esa amenaza?La voz le dijo: «Hola, Laura. ¿Ya estás preparada para mi visita? Te he enviado un regalo. Espero que te guste. Adiós». Laura colgó el teléfono, asustada. ¿Qué regalo? ¿Qué visita?
Los días fueron oscureciendo por ese invierno que siempre es más frío que el anterior.
Laura intentó rastrear el número, pero no obtuvo ningún resultado. Pensó que quizás se trataba de una broma pesada, o de un error. Decidió no darle importancia y seguir con su vida normal. Pero al día siguiente, recibió otra llamada del mismo número. La voz le dijo: «Hola, Laura. ¿Ya estás preparada para mi visita? Te he enviado un regalo. Espero que te guste. Adiós«. Laura colgó el teléfono, asustada. ¿Qué regalo? ¿Qué visita?
Salió de su oficina y se dirigió a su auto. Al llegar, vio que había un sobre en el parabrisas. Lo abrió y encontró una foto. Era una foto de ella, tomada desde lejos, en la que se veía su rostro y su auto. En la parte de atrás del sobre, había una nota que decía: «Te estoy vigilando. Pronto nos veremos. Adiós«. Laura sintió un escalofrío. ¿Quién era ese loco que la estaba acosando? ¿Cómo sabía dónde trabajaba? ¿Qué quería de ella?
Laura entró en su auto y arrancó. Quería llegar a su casa y abrazar a su familia. Quería sentirse segura y protegida. Pero al llegar a su casa, se llevó una horrible sorpresa. La puerta estaba abierta, y había sangre por todas partes. Laura entró corriendo, gritando los nombres de su esposo y sus hijos. Pero no hubo respuesta. Solo silencio. Laura subió las escaleras y llegó a su habitación. Allí los encontró. Estaban muertos. Sus cuerpos estaban mutilados y desfigurados. En la pared, había un mensaje escrito con sangre: «Hola, Laura. Ya he llegado. ¿Te gusta mi visita? ¿Te gusta mi regalo? Adiós».
Laura se desmayó, sin poder creer lo que veía. No sabía quién había hecho eso, ni por qué. No sabía qué había hecho ella para merecer ese castigo. No sabía que su vida se había acabado. No sabía que todo era culpa suya.
Hace diez años, Laura había defendido a un asesino en serie, que había matado a varias mujeres de forma brutal. Laura había logrado que lo declararan culpable ocultando pruebas que lo dejarían libre. Uso su astucia y su influencia para que el pelotón de fusiliamiento cumpliera con su deber. Laura había pensado que solo era su trabajo, que no tenía nada que ver con la justicia. Laura había olvidado que el asesino había jurado vengarse de ella en esta vida o en la otra. Laura había olvidado que el asesino la había encontrado y que había cumplido su promesa. Laura había olvidado que el asesino era yo.
Comentarios
31 de diciembre
Excelente relato.
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01 de enero
Esto puede ser muy bueno en un corto audiovisual
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01 de enero
El final me pareció bueno pero necesita más gore tus narraciones.
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