Alguna filosofía en «residencia en la tierra», Neruda poeta-filósofo

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Hay frases inmortales entre los grandes de la filosofía. Aristóteles en esa especie de pastiche avant la lettre que la historia conoce como: “Metafísica”…

“Todos los seres humanos (anthropos) aman pensar”,

que es como me agrada traducir lo que, más convencionalmente, se hace de esta manera: “Todos los hombres desean por naturaleza saber”, línea encontrable en el número 985ª, según la academia. ¿Se nota la simpleza de Aristóteles? Pues, esta sencillez guarda y cobija una de las sabidurías sobre la cual se sostienen, hoy ya no muy bien, 26 siglos de humanidad.

Así pasa con poetas grandes. Con Neruda, me ha quedado desde la primera vez, esta línea de “Residencia I”, Unidad:

“Hay algo denso, unido, sentado en el fondo,

repitiendo su número, su señal idéntica”

Este es Neruda metafísico. En lo unido del uno y el fondo del fundamento-de-los-fundamentos. Por supuesto, a esta metafísica le basta un empujoncito para aparecer como teología –y ese uno y ultrafundamento se dice “Dios” (monoteísta e histórico). Me recuerdo cuánto se enojó conmigo el filósofo chileno Oscar Velázquez cuando, en una clase suya de primer año –la sala llena–, le dije simplemente lo mismo (y le pedí que la próxima vez que dijera la palabra “ser”, dijera mejor “Dios”)…

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Para redundamientos, Neruda escribe, en seguida: identidad. El “principio de identidad” –que dice que toda ‘cosa’ es idéntica a sí misma, y necesariamente–, también lo es de la lógica aristotélica (y se percibe, first hand), cómo ser y lógica se corresponden.

Como sabemos, eso a veces nominado ‘postmetafìsica’ (con un grande dentro: Derrida), ha mostrado cómo, más bien, nada logra alguna vez la identidad a sí mismo; o que la “identidad es lenguaje o escritura”. Pero, para los dogmas circulantes, el principio de identidad se ha convertido en principio de la diferencia.  No ganamos mucho.

En cambio, Heidegger se escribe esa cosa notable que llega a conformar el pequeño tomo “Identidad y diferencia” –donde podemos notar cómo el asunto resulta complejo.

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Neruda en “uno, denso, inmóvil (“sentado”), fundamento, identidad”, está algo lejos del apasionado sutil de: “puedo escribir los versos más tristes…”. Algo que hace a un grande, en variadas materias, es la soltura y la multiplicidad. Neruda puede escribir en “romántico” y pasar luego a “metafísico” (más tarde en folclorista (“Oda a la cebolla”), y en agente ideológico (oda a Stalin). La calidad es usualmente buena, pero bastante variable y con algunas cosas que deberíamos, por vergüenza, borrar y olvidar. Los poetas mediocres en cambio, tienden a lo monotemático (nada comentaré de la palabra “amor” en el “segundo Zurita”).

Ya se trate de “la boina de Maruri” o de “la pantera de Burma” es el macho y el celo. Bello –aunque poco adaptado a ciertos “aires de época”…

Pues ninguna mujer, casi, hay en Residencias. La potencia vital ya conoce los cuerpos y orificios femeninos suficientemente, y puede avocarse a los cuerpos del Universo y los orificios de lo real.

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Algo podemos decir entre esta “Residencia” y mi “Estudio del sol”. El tema de lo “uno” también se me aparece, aunque, oscilada ya casi toda metafísica, trato incluso de nunca usar la palabra “uno-unidad” (uso, por ejemplo, “índice de unicidad”, o algo por el estilo). Pues lo uno puede nunca estar en la identidad a sí; y, así, lo “uno” comprende un (im)posible…

Lo ‘uno’ siempre es (al menos) ‘dos’ –pero para que haya dos se presupone lo uno. Estas paradojas o juegos lógico-filosófico (pues todavía hay quienes identifican estos asuntos con la “filosofía misma”: que la filosofía es, toda, metafísica u ontología. A propósito: no hay que fundirse con estas palabrotas: son meras herramientas y no las mejores…).

En “Estudio del sol” precisamente hay sol como una señal de unicidad. Simple, solo hay, para la Tierra, un sol (pero: ¿cuánto hay ahí?); y sólo existimos, humanos y toda vida, porque hay sol. Lo Uno y lo Múltiple, me parece, resultan ambos materiales de éxtasis humanos ocurriendo “todo el tiempo”, en los “cotidianos nuestros” y no solamente en libros abstrusos de filosofía.

Felipe Stuardo, wen “pintor chileno emergente”, pintó, con aciertos, esa parte de una línea del “Estudio” que dice: ‘fragmentación y unidad’ (pg. 62). Traten de ver esa pintura en su Instagram.

Así, Neruda pareciera que hasta añora eso uno. No sabe pero sabe. Y las angustias existenciales eran típicas de los human@s modernos tragados por los dualismos de la metafísica tradicional. Neruda fue, entonces, un mero angustiado. Es muy interesante que el sexo acabe por no poder frente a los “asuntos existenciales”. En mi caso, podría ocurrir. Casi solo conozco uno que hace de sexo y metafísica una cosa: Sade.

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A tipos un poco más “normales” le sucede, más bien, la des-apariciòn de la mujer en el poema. Como si eso del “espíritu” -–pues pareciera no haber mejor palabra–, tuviera más potencia que la “carne” (para usar una palabra dualista, y que hoy encanta a la gente liberal moderna de izquierda, de derecha, y de su hogar-secta). Finalmente.

Entonces Neruda debe resolver esas angustias post-mujeres. Lo hace en Madrid y culmina –se produce la “iluminación”, diría Rimbaud–, en una calle:

“¡Venid a ver la sangre por las calles,

venid a ver la sangre por las calles,

venid a ver la sangre por las calles!” 

La “metafísica cubierta de amapolas”, ejemplo de sus auto/recriminaciones, el vate en plena tarea de “corrección ideológica”. Porque la “solución” nerudiana a las crisis culturales generadas culturalmente –“ser moderno, ser racional, ser de la época de las nuovas scientias, ser capitalista/socialista, etc–, o sea, las crisis subjetivo-metafísicas, solamente modifican el término –el extremo dual–, y no cambian de “paradigma” –el eje–, cuando, al desparramo de “las-mujeres-del-bohemio-poeta”, sucede el ascetismo ideológico del redentor de la JUSTICIA.

¿Se comprenden las mayúsculas? Pues, finalmente, pura “metafísica cubierta de materialismo societal” -–para emplear esta palabrota de algunos sociólogos.

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Pues con o sin poesía y política y filosofía (pro o postmetafìsica), eso “denso y uno” y esas “Todas las mis mañanas del mundo”, están ahí, permanecen –y de generación humana en generación…

Uno de pronto se descubre sin escribir de las contingencias –de las reuniones con/sin lobby; del acuerdo Boric-Ponce Lerou, de la guerra israelí-Hamas, de Milei, para decir unos “titulares” súper convencionales–, y se pone a escribir de un artefacto a un millón de kilómetros de El Tabo (el “James Webb” de la semana pasada), de una línea de “Residencias”, de otra del “Estudio del sol”–, que “nada de nada” dicen de “el intelectual comprometido” al estilo del pasado de moda de Sartre.  ¿Por qué será? Por lo que algunos llaman: la “época es la contingencia”…