Esta es la historia tiene su clímax cuando, Franco Ferrada de 20 años y luego de toda una vida plagada de sufrimientos, decidió escapar de ella y tirarse a los leones, pasando así, de ser un simple humano a convertirse en el espejo que nos reflejó como una sociedad carente de empatía y solidaridad, donde el odio y el individuo pesan más que el padecimiento y las dificultades del prójimo.
Hablamos de un joven que a los 11 años conoció el infierno. A esa corta edad su infancia quedó prácticamente hecha pedazos. Su mamá había recién fallecido por un maldito cáncer mamario, y su papá, un alcohólico empedernido, no se podía hacer cargo de sus hijos. Fue así como junto a sus 8 hermanos, llegaron injusta e inmerecidamente – como todos – al séptimo círculo infernal de Dante Alighieri, el SENAME. Desde entonces vivió en círculos violentos y desamparados, sin siquiera ser Franco y sus hermanos pecadores.
De hecho, a pesar de todas estas duras vivencias, quienes lo conocen, recuerdan a Franco como un chico feliz y tranquilo, de los que no son capaces de dañar a una mosca. Pero como vivimos en una sociedad, o mejor dicho, en un mundo injusto. Uno aunque el haga el bien, puede terminar recibiendo el mal.
Uno de sus hermanos mayores, que como todos los Ferrada vivió el alejamiento de su familia y en una cárcel llamada “hogar de menores” (“hogar” que nunca lo cobijó ni le entregó el cariño, ni la educación que su familia no pudo), no aguantó, no le ganó el gallito a la vida, no venció a los traumas de su pasado y terminó preso, ‘en cana’ como muchos otros que tienen una semejante historia a la suya que contar.
Franco a los 18 años fue abandonado por el SENAME en la selva humana, donde no hay fieras ni animales silvestres – aunque sí bestias – y donde sobrevivir sin una buena educación, sin capital y sin contactos, es un reto. Pero a pesar de tanto sufrimiento, Franco – siempre pensando en su familia – decidió a través de todos los esfuerzos posibles independizarse y ayudar a sus hermanos. Por sobre todo al concho de los Ferrada, su querido hermano menor, quien terminó siendo adoptado por una familia en Italia. La vida avanzaba, y ya nuestro protagonista se veía alejado de su mamá y de dos de sus hermanos.
Fue así entonces, como en su incansable intento de sacar a su familia adelante – y como también viéndose advertido por el ejemplo de su hermano mayor – ingresó al Servicio Militar en Coyhaique, para después trabajar de bodeguero en un local de ventas chino. Claramente el sueldo no era suficiente para ayudar a sus hermanos, como él quería. Sin embargo Franco, frente a esta todavía difícil realidad, anteponía una sonrisa, un carácter alegre que a todos quienes lo conocían no les hacía sospechar sobre la pena ni los traumas que lo aquejaban.
Pero claro, la pena, la angustia y las secuelas mentales de cada trauma, tarde o temprano se manifiestan (más aún cuando el recibir un tratamiento para aquello, es un privilegio). En algunos casos pacíficamente, en otros violentamente, y en este caso en específico, se manifestaron en un acto con inspiración bíblica, en la que a través de su fe buscó imitar la parábola de «Daniel en el foso de los leones». Y así, de forma profética, buscó la manera de cambiar su realidad y la de su familia.
Craso error. Terminaría herido con riesgo vital, con la carga moral de dos leones muertos y con una ciudadanía sin el ahora “don de la empatía” – debido a que al igual que los difuntos felinos, está en vías de extinción – puteándolo y manifestándole todo su odio acumulado, llegando al punto de desearle finalmente su muerte.
Los dichos contra Franco Ferrada no son más que reflejo de cuando el individualismo – vestido ahora de ‘animalismo’ - se come a ‘lo humano’. La sociedad se transforma en seres voraces e inconscientes, en simples bestias sedientas de sangre y dolor.
Quién lo diría. A una vida de constante sufrimiento y reveses, según un colectivo empáticamente deshumanizado: solo quedaba desearle la muerte. No el “recupérate”, no el “menos mal tú sigues vivo”, y menos el “solidaricemos contigo, dinos en que podemos ayudar”. En un presente donde al mal se le alimenta con más mal, al sufrimiento con más sufrimiento y al dolor con más dolor, Franco solo fue una víctima más de este ciclo social desvirtuoso.
Y todo este odio sistemático, tiene un origen en no querer conocer ni mucho menos tener la voluntad de corregir las causas, y eso que ni siquiera ahora se exige revolucionar el arquetipo mismo.
Yendo a la causa más próxima, el estado vital y médico de Franco, como también la muerte de los dos leones, se podría haber evitado con un trabajo de preventivo y contingente de seguridad en el Zoológico Metropolitano. Donde a la vista de todos, un hombre fue capaz de tener el tiempo suficiente de entrar a una jaula, desvestirse y abrazar a quienes de manera natural, después lo agredieron. ¿Dónde estaban los guardias?, ¿Cómo un visitante del recinto puede entrar con tanta facilidad a la jaula?, ¿Por qué no se les disparó dardos tranquilizantes antes a los grandes felinos? Interrogantes que algunos se hacen y esperan que sean respondidas.
Pero si nos vamos a una causa más lejana y profunda, hay que volver a releer la historia de Franco y la de los hermanos Ferrada, que deja abierta preguntas que no solo no han sido respondidas correctamente ni moralmente por parte de las autoridades, sino que demuestran la su ausencia de voluntad política en querer transformar esta realidad.
“Qué importa el Sename, qué importan los niños vulnerados de este país, qué importa que seamos el segundo país como más suicidios de jóvenes en el mundo. Qué importa todo eso. Si para todo tenemos nuestras solemnes disculpas y lamentaciones vacías, y en el peor de los casos: tenemos hasta la represión”, dirán muchas de nuestras autoridades en sus mentes (y en sus actos).
Y lo peor, lo más triste, lo más desesperanzador, es que tenemos una ciudadanía que es mayoritariamente funcional a ese pensamiento. Que lo replica y lo justifica. Los dichos contra Franco Ferrada, no son más que reflejo de cuando el individualismo – vestido ahora de ‘animalismo’ – se come a ‘lo humano’, convirtiéndose en seres voraces e inconscientes, en simples bestias sedientas de sangre y dolor.
Los contenidos publicados en elquintopoder.cl son de exclusiva responsabilidad de sus respectivos autores.
Te invitamos a conocer nuestras Reglas de Comunidad
Servallas
Hay que esperar que este entorno tóxico que creamos entre todos, todos los días, no nos enferme aún más de la cabeza de lo que ya estamos, y esas escenas y otras, tanto más duras y crueles no se repitan.
solopol
Alex, tienes la satisfacción de haber escrito en contra de esto, en contra del matonaje, del asesinato de imagen (y no sólo de imagen) social cometido en contra de Franco Ferrada. Yo personalmente no olvido ni voy a olvidar, la cobardía me asquea y este triste evento será un recordatorio por siempre de lo cruel que puede ser una sociedad, una muestra además de lo que es el bullying colectivo, algo que yo vivi hace lejanas décadas. Pero que no tengo siempre presente, sin embargo este hecho nos hace recordar que el ser humano se porta como una bestia, lamentablemente, y digo bestia y no animal porque no todos los animales son bestias, y que si uno quiere ser «natural» hay muchos animales de los que puede aprender, pero no necesariamente de todos. No hay mucho más que decir, tienes toda la razón por la columna y te felicito, asi como a todos los que levantaron una voz por este hecho.
Ale_Basulto
Se aclara que la analogía del «séptimo círculo infernal de Dante Alighieri con el SENAME», es una crítica a justamente lo que es hoy el SENAME, donde en caso de los menores infractores de ley se les castiga como se hacía en el 7mo Infierno, tal como si fueran pecadores, siendo que no lo son. Y también, claro, niños que solo han recibido violencia, se les ha castigado mandándolos a ese infierno, lo que declaré de la siguiente manera: «desde entonces entonces vivió en círculos violentos y desamparados, sin siquiera ser Franco y sus hermanos pecadores».