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Cantos del malo y el malulo en el siglo XXI

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Una mañana temprano de casi calma chicha, frente al roquerío mejor para surfear ante la ciudad de Iquique en primavera, Norte grande–Chile, me recuerdo de tantos días precisamente contrarios: momentos de agitación e intensas angustiosas perturbaciones. Emociones más bien caóticas, anteriores a cualquier nombre, de-constructoras de cualquier nombre…

A veces se espera o supone de la beatitud una decidida bondad. Como si lo calmo debiera homologar lo empático; como si las “energías” (para usar esta palabra) elementales fueran las del amor o compasión.

No estoy para nada seguro (aunque talvez hay indicios de ello).

Pero uno ha sido “malo” –o “malulo” como me contaba una tía que ella le decía a los hombres que la fascinaban. Sí, los “buenos” más bien la dejaban indiferente. Parece que gozaba del vértigo del macho cabrío inesperado.

Entonces escuchaba yo a Silvio Rodríguez ensayando su “Testamento”. Se supone que un “testamento” habla cerca de la muerte –pero Silvio silbaba alegre en mitad de la vida. Se supone que un testamento distribuye propiedades y, en cambio, el cubano se goza (al parecer) de “repartir lo que me falta” –un “malulo” que anticipa para tod@s sus queridos todo aquello que les deja “a cargo”, o sea, que los carga, les deja tareas, encargos, trámites, ocupaciones (no se crea que “yo ya muerto, voy a ser sujeto de acumulación de bienes económicos o simbólicos o de otra especie).

El “malo” no quiere que lo recuerden como uno más de esos cuando “tod@s los muertos se mueren como buenas personas”, gentiles, simpáticos, alegres de vivir, generosos, repartiendo bienes de vida a cualquiera que los roce.

Silvio deja deudas a sus deudos… Los “pecados” en cosmogonías cristianas parecen parecidos a “pesos karmicos”. El pecado no es acostarse con la hermana –como el emperador Calígula haciéndolo–, sino el peso de soportar la transgresión a “la ley universal de prohibición del incesto” (como escribe C. Levy-Strauss).

Entonces Silvio en lugar de sufrir las “consecuencias morales del pecar”, sufre no haber cantado la mejor canción de sus pecados. De no haber convertido –quizà completamente–, sus pecados en músicas y versos.

En eso, el pecar y el éxtasis devienen harto semejantes. En diciendo:

“Le debo una canción a los pecados

A los pecados que no gasté, los que no pude”

Pues una comprensión de los éxtasis los señala como “lugares del trance o del tránsito”. Entrar a los pecados, a la mente sojuzgada por el pésame de arrepentimiento, y derivar a otros momentos. O de la vergüenza a la sonrisa.

Cuando pecar aparece como “lo que deberíamos estar haciendo a cada instante de nuestra vida humana”. O sea, cantando, celebrando la vida, que nos abre las posibilidades de la pareja correcta o del incesto.

En fin, escribo todo esto no sea sino como elusiones autoconscientes respecto del “malo-malulo” que tantas veces he sido. Una de esas mujeres maravillosas que entonces me han respondido me dijo, parafraseando otro Silvio: “Me has hecho feliz/ Soy una mujer feliz/ Y quiero que me perdonen/ Por este día/ Los muertos de mi felicidad”.

Y yo fui en ese instante uno de los que ella alegremente asesinaba… (aunque no estoy seguro si Cecilia comprendía todo esto; en el instante ella era “la poderosa”).

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2 Comentarios

Fernando Víveros Collyer

Habiendo sido malo pocas veces, pero habièndolo sido
Habiendo sido incierto, vago, lejano, caòtico, varias
Y de malulo, pocas
Como si debieran haber sido màs

En fin, haciendo esfuerzos
Por el Norte Chico y el Grande. De las playas al desierto
y encaramado, algo, a una cordillera de Domeyko
(no màs fuera pq la palabra es bella= Do/mey/ko…)

cristian barria

Don Fernando, creo humildemente, en serio, que no debería, hablar, ni hacer referencia, a un ente «malevolo», eso por experiencia personal (situaciones de personas muy cercanas), es torpe y peligroso. El mal existe y puede ser identificado, invocarlo o mencionarlo, no es bueno.