Uno de los grandes temas de la agenda pública, que a pesar de haber sido abordado en diferentes oportunidades, se niega a emprender la retirada, es el mejoramiento de nuestro sistema de pensiones. El actual mecanismo de capitalización individual, que prometía en un principio bajas cotizaciones y excelentes tasas de reemplazo (del orden del 75%), ha debido ser corregido y todavía no muestra resultados ni proyecciones satisfactorias.
Y las soluciones propuestas parecen estar limitadas a cuatro grandes grupos: aumentar las cotizaciones, retrasar la edad de jubilación, aumentar los aportes del Estado e instaurar un aporte de los empleadores. Ciertamente todas parten de la idea (equivocada a mi juicio) de que el retiro debe estar concentrado en un único y delimitado momento, a partir del cual un trabajador, hasta entonces activo, pasa al retiro total.Con miras a proponer ideas que contribuyan al debate, creo que no parece en principio descabellado, pienso en un sistema de retiro progresivo en que los adultos mayores vayan retirándose de a poco de la vida laboral.
Un dato que no debe perderse de vista y que hace más difícil que la solución venga por el camino de la sustitución del sistema de capitalización individual por uno de reparto, es que nuestro país se encuentra en la etapa final de un proceso de transición demográfica iniciado en los años sesenta. Dicho fenómeno está produciendo un significativo envejecimiento de nuestra población y una proporcional disminución de la fuerza de trabajo. De hecho, al año 2050, los adultos mayores alcanzarán el 25% de la población. La fuerza laboral no crecerá al mismo ritmo, dado el bajo crecimiento de las tasas de fecundidad, por lo que observaremos serias consecuencias económicas para la productividad del país.
Un segundo dato que fundamenta la propuesta que voy a exponer es que los adultos mayores, una vez apartados del sistema laboral tienden a aislarse de la sociedad y a disminuir significativamente su calidad de vida. Aparte del progresivo deterioro de sus funciones motrices, los adultos mayores experimentan también una serie de consecuencias psicológicas luego del retiro, cuando, parafraseando a Mafalda, se bajan del mundo. Según la última encuesta de calidad de vida del adulto mayor, un 40% de las personas mayores ha sentido que a veces o a menudo le hace falta compañía y una de cada cuatro personas mayores se siente excluida o aislada de los demás. Y claro, si de una vez y en forma definitiva son separados del sistema, de forma violenta e irreversible.
Debemos tener en consideración las siguientes condicionantes que forman parte del escenario actual y que por tanto no pueden ser obviadas: que las personas mayores generalmente se quieren jubilar antes de la edad prevista para ello; que el sistema de pensiones vigente tiende a ser incapaz de producir una buena jubilación con las cotizaciones existentes; que las iniciativas propuestas tienden a promover cada vez más el aumento de la vida laboral y el retraso del retiro de los ahorrantes; que los cotizantes en general no estarían dispuestos a cotizar más del 10% porque implicaría una disminución significativa de sus remuneraciones; que los aumentos de cotizaciones por vía de cotización de los empleadores, en un mercado donde la oferta por trabajo tiene a ser más elástica que la demanda, impacta igualmente en las remuneraciones de los trabajadores; que la mayor contribución del Estado a las cotizaciones previsionales puede ser visto como un subsidio a las AFP que requiere de un aporte muy significativo para producir efectos relevantes; que el Estado debiera destinar una gran cantidad de recursos si quiere subsidiar el sistema, los que ciertamente tienen un uso alternativo más urgente en el tiempo en materias de educación, salud, habitabilidad, etc.; y que cambiar el actual sistema de capitalización individual por uno de reemplazo es prácticamente imposible por la futura composición de nuestra población.
Con miras a proponer ideas que contribuyan al debate, creo que no parece en principio descabellado, pienso en un sistema de retiro progresivo en que los adultos mayores vayan retirándose de a poco de la vida laboral. Si le ofreciéramos a los trabajadores mayores que comiencen a retirarse progresivamente y antes que ahora de la vida activa (a los sesenta años por ejemplo) y que desde ese momento se reduzca incrementalmente su jornada de trabajo, complementando la disminución de ingresos con una mini-jubilación que aumente progresivamente en la medida que dejen de trabajar, tendríamos un sistema que además de no descuidar los aspectos contributivos, aportaría una solución digna y humanitaria para nuestros adultos mayores. Pensando siempre en que dejen de trabajar definitivamente alrededor de los 72 años.
Por otro lado, dado que alcanzarán a cotizar más tiempo, el fondo de capitalización individual tendrá más años para acumular ganancias y poder contar con un mayor ahorro a la hora del retiro definitivo. Este proceso debería ir acompañado de un sistema de pensión anticipada para aquellas personas que tengan alguna discapacidad física que les impida seguir activos.
De esta forma, el paso a retiro dejará de ser un acto único y fijo en el tiempo, para transformarse en un proceso de jubilación que involucre el acostumbramiento de los adultos mayores a su nueva situación pasiva.
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