Nací en cuarto lugar. Al crecer, fui la tercera, ya que María Paula habría fallecido. Mis padres, mis hermanos y mi nana, eran mi familia. Sí, mi nana. ¡Obvio! Me había criado desde guagua, ¿cómo no ser parte de la familia?
Con mis abuelos, tíos y primos sosteníamos una relación por teléfono…larga distancia, en épocas que uno debía gritar y casi escuchaba el océano que nos dividía. La visita de uno de ellos era esperada con ansias y significaba una emocionante ida a el aeropuerto, todos juntos, en patota.
En Septiembre de 1973, vivíamos en la embajada de Chile en la calle Massachusetts, de Washington D.C. Ese mes terminamos viviendo en una casa que nos cobijó durante dos años, siendo vistos como parias por unos, peligrosos por otros, exiliados para el gobierno de los Estados Unidos.
Desde ese momento, ya no hubo llamados a un tío…me perdí conocer a sus hijos, mis primos, durante una docena de años.
Así sucede en algunas familias.
Años después, mis padres se separaron. El matrimonio había durado más de 20 años y si contamos los años que pololearon, estuvieron juntos más de un cuarto de siglo.
Así sucede en algunos matrimonios.
Los años que vivimos todos juntos, hacíamos las cosas que hace cualquier familia: discutíamos, paseábamos, nos queríamos.
Había vínculo.
Mi familia se extendió. Mis padres se casaron con personas en cuyos matrimonios anteriores, habían tenido hijos. Hoy, no solo tengo una hermana y hermano, cuento con 2 hermanastras y 2 hermanastros. Fuera de tenerlos a todos en mi Facebook, comparto poco con mis hermanastros. No hay mucha historia que nos vincule, excepto el matrimonio de nuestros padres.
Pero somos familia.
Si me preguntan, yo diría que sigo viendo a mis padres, hermanos y a mi nana, (si, mi nana, esa misma que me crió) como mi núcleo. Pero sé que mi familia se extendió.
De hecho, viviendo en Estados Unidos, seguimos esa tradición tan chilena de llamar a los amigos de nuestros padres: tíos y tías. Si contáramos a tanto tío y a sus hijos, ¡mi familia es enorme!
Tuve la suerte de vivir en un vecindario de varias familias chilenas. Nuestras casas permanecían con la puerta de la cocina abierta y nosotros, los “primos” nos paseábamos por el vecindario, recibiendo una galleta en una, comiendo un queque recién salido del horno en otra, bebiendo leche en otra. Fueron años de mucho comer y de tener una familia grande y querendona. Los hijos pasábamos los chismes de casa en casa.
Así sucede en algunas familias.
¿A qué voy con tanto cuento y de tanto hablar de familias? Ya llego al punto…
Mi concepto de familia es de un grupo que nos cría, nos forma como personas estableciendo nuestros valores morales y el que nos orientará a lo largo de nuestro desarrollo como seres humanos. Puede ser que compartamos sangre, ADN… puede que no.
Con el Presidente Piñera, comparto que la familia es primordial. Lo que no comparto, es su visión de que la familia tiene como cabeza a dos seres de distinto sexo. Puede ser que sea necesaria esa diferencia para que llegáramos al mundo…pero eso es procreación, no es familia.
La familia, desde los tiempos que se cazaba y se recolectaba el alimento, hasta el día de hoy, es una unidad económica. La familia moderna ha cambiado en cuanto a su forma “tradicional” de funciones, roles y composición. La única función que ha sobrevivido a todos los cambios es la que incluye al afecto y al apoyo emocional para con sus miembros. En muchas familias, esa la función que falla.
¡Yo apoyo a la familia! A aquella familia que les brinda cariño y bienestar a sus miembros. Me importa poco que sean del mismo sexo. En realidad, me importa nada.
Apoyemos a la familia. Ampliemos la mirada y reconozcamos que hay familias diversas. Hay de las que se quisieron casar…hay de las que no se casarían por ningún motivo. Hay familias compuestas por parejas con matrimonios fallidos y con hijos de esos. Hay familias que son solo una pareja. Hay familias encabezadas por abuelos, hay de las que son guiadas por solo una abuela. Hay de parejas del mismo sexo.
Si, esas también son familia. Todas esas, son familia.
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Foto: Keshet / Licencia CC
Comentarios
25 de mayo
Excelente Blog, sobretodo porque valoro la empatía que ejercitas.
Acá,según mi modo de sentir,los únicos raros son los heterosexuales que creyéndose superiores pretenden coartar las libertades.
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25 de mayo
Me alegro que te gustara. Espero que varios se identifiquen con el concepto amplio de familia.
Saludos. 🙂
26 de mayo
Te felicito por la entrada. En un tema tan fregado y con tantas aristas por discutir, planteaste tu punto con una transparencia y dulzura escasa en estos días. Lo voy a compartir.
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26 de mayo
Gracias, Claudia.
Saludos. 🙂
27 de mayo
Oye, me impresionó sobremanera tu claridad para exponer tu punto de vista, al principio pense que estaba leyendo solo un temita de una niña cuica, pero termine muy aleccionado respecto al concepto de familia y estoy 100% de acuerdo contigo.
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27 de mayo
Asumo, Eugenio, que algo de «cuica» tengo…poco de «niña» queda. 🙂 Lo esencial para mi era traspasarle al lector, que lo esencial en cualquier familia, es ser el soporte y entregar valores y amor. Si eso se otorga, entonces no importa la composición de ese grupo; no importa si son del mismo sexo, si son tíos, si es una madre soltera con hijos- para mi, es una familia. 🙂
Gracias por leer y comentar.