Pero esa memoria no está en el pasado. Es el presente. Es lo que somos ahora y la base de lo que seremos. No existe forma de evitar eso. No hay manera de que un país no tenga memoria. No hay verdades oficiales ni extraoficiales que puedan eliminarla.
En los computadores, la memoria es el espacio donde guardamos todo lo que hacemos. Ahí dejamos nuestros documentos de trabajo o cualquier cosa que escribimos, las fotos familiares, la música que nos gusta y un largo etcétera. Esas cosas almacenadas en la memoria del computador están ahí disponibles en cualquier minuto en que las necesitemos. Guardamos las cosas que ocuparemos en nuestro presente o que queremos guardar para ese extraño lugar que llamamos futuro.
¿Cuán parecido es el disco duro de un computador a la memoria de un país? ¿Cuán parecido es almacenar archivos al almacenamiento de la historia y la cultura de Chile?
Son preguntas retóricas sin mucho sentido, pero que me llevan a una manera de ver y entender la memoria como una herramienta que configura mi presente y que poco tiene que ver con el pasado al que se suele asociar. La memoria no es pasado. La memoria es la materialización presente de hechos anteriores que me ayuda a vivir de determinada manera. En fácil: La memoria es lo que te hace levantarte, salir de tu casa y poder volver a ella, acordarte de los nombres de tus familiares y de la clave de mail. Y yendo más allá: es lo que te permite mejorar en la vida y crecer como persona.
Ese almacenamiento constante de experiencias es lo que somos hoy. El pasado es un lugar que ya no existe y el futuro es la creación de tus acciones de hoy.
¿Y la memoria del país? Básicamente es lo mismo pero con el componente, grande y difuso, de que esa memoria es una construcción colectiva. Son las miles de memorias personales las que construyen esta gran “disco duro” del país, de la ciudad y de cada barrio.
Pero esa memoria no está en el pasado. Es el presente. Es lo que somos ahora y la base de lo que seremos. No existe forma de evitar eso. No hay manera de que un país no tenga memoria. No hay verdades oficiales ni extraoficiales que puedan eliminarla.
¿Por qué? Porque la memoria es el presente. Es el país que transitamos y las verdades que sabemos. La memoria son las personas que desaparecieron y hasta los homenajes a criminales. Son la existencia de todas las tendencias políticas. Es nuestra apatía o nuestra participación. La memoria del país son los edificios gigantes que construimos y los presidentes que elegimos. Son los árboles que plantamos y las represas que detenemos. En definitiva la memoria de un país es el país mismo. Aquí y ahora.
El tema es que la memoria se construye. ¿Cuál es la memoria que quieres que vivan tus hijos? Hoy tenemos este país construido en la memoria colectiva de todos, los de un lado y los del otro. ¿Cuánta reflexión falta sobre el presente para entender aquellos hechos del pasado?
Preguntémonos cómo y por qué estamos aquí, en esta realidad, antes de dar más pasos. Tomemos la memoria hoy, así como está, y aprendamos. ¿Cuánta reflexión a todo nivel, político, familiar y personal falta para entender el país que tenemos y en el que queremos vivir?
Es hora de pensar y soñar. De explorar nuestro «disco duro» colectivo y buscar cada archivo que nos aporte, de subirnos a nuestros edificios y ver desde la altura que dirección hay que tomar. Construyamos los nunca más y edifiquemos la memoria de ese territorio imaginario llamado país desde el único lugar que existe: el presente.
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