Es fácil estar en la comodidad y dar discursos de grandeza.
Es fácil no dar la cara a diario y en tu lugar, poner a un experto en el tema, que blinda no sólo tu malograda imagen de político o presidente (o presidente no político, o pseudo político con designación de presidente), sino también, con su ego y altanería, igualita a la tuya y desde la comodidad de los multimillonarios (esos que se sacan las mascarillas porque tienen súper poderes y el virus no les ataca), también blindar tu riqueza, siendo fiel como perro choco, porque se sabe que no hay mejor árbol al que arrimarse, y desde la comodidad de ser el que da el discurso diario, técnico profesional, pasándose por la raja el discurso ético valórico, porque pudiendo haber mejores técnicos que tú, llegaste a ese lugar, haciendo quién sabe qué acciones y mejor no hablemos en ese caso de ética y valores.
Y ser político se ha transformado en Chile en un pecado social. Porque si eres político, eres corrupto, eres flojo ganado plata por doquier, desde la comodidad. Pero ojo. Es fácil también, desde la comodidad de quienes no se juegan la vida por otros, opinar de política. En ese caso, hay excepciones, como en todos lados y generalmente, los que menos se las juegan, dictan cátedras políticas, desde una comodidad político- social y económico que los convierten en privilegiados acomodados y les hace perder poder de decisión y acción a los políticos de verdad.
Desde la comodidad, es fácil dirigir la orquesta, aunque esta no tenga los mejores instrumentos y desafine y desafine…como la película Margritte. Nadie le dice a esa mujer que canta como las webas, porque ella tiene el poder económico y social que todos, menos los más honestos, ansían tener.
Desde la comodidad, todos son flojos, menos el que está cómodo y sigue trabajando y percibiendo riquezas o bondadosos sueldos con contratos de años, con seguros, con blindajes laborales y familiares. Muchos que se han arreglado entre ellos y están cómodos, por supuesto. Algunos, desde la comodidad, dicen que se han sacado la cresta pagando grandes impuestos (que por cierto les han dado grandes réditos también, que les han permitido tener una vivienda o más, tener viajes y lujos, estudios y privilegios que pocos tienen), seguro que lo han hecho, se han sacado la cresta trabajando, al igual que muchos que se la han sacado más y han recibido a cambio miserables tratos, miserables sueldos y han tenido finalmente, miserables vidas y miserables muertes.
Desde la comodidad, es fácil hablar de pobres que no se asumen pobres, que son unos resentidos sociales, que solo se quejan cuando no tienen, y que cuando tenían estaban calladitos. Claro, desde la comodidad, el estar callado, es un “no molestar”. Desde la incomodidad, estar callados por años, fue tristeza, acumulación de rabia y odio, descubrir de a poco cuan dura es la injusticia y la falta de verdad y terminar en la enfermedad.
Desde la comodidad, es fácil hablar de inmigrantes ilegales, que vienen a quitarnos todo y que ahora es la oportunidad (esta Pandemia) para que se vuelvan a sus casas. Sí. Es fácil desde la comodidad, aumentar el racismo y la xenofobia y transparentarla, dejarla ver, en las palabras y en almas oscuras de muchos chilenos.
Es fácil dar discursos patriarcales, desde un lugar de privilegios, acompañados por mujeres tristemente blindadas, sumisas, que se suponen representan a las mujeres, pero no. No. Porque si se es feminista, se es antipatriarcal, anticolonial, anticapitalista y antineoliberal. Y si eres mujer, y no entiendes estos conceptos, sería bueno que los conocieras.
Desde la comodidad, es fácil tratar de indios o de violentos a los más radicales que se revelan ante la injusticia, a los desplazados, a los pobres que nunca han querido serlo pero que la sociedad los ha separado, los ha discriminado, los ha declarado pobres, por su aspecto, por su falta de educación, por su origen, por la actividad que realizan, porque hay pobres artesanos y artistas también y hay pobres vulnerables, por su estado de salud, por su incapacidad física o por su rol en la sociedad, que no trae consigo riquezas.
También los jóvenes consientes socialmente pueden ser parte de este último grupos de violentos radicales. Se les declara rebeldes, destructivos e infames, y ellos, que tampoco tienen nada que perder y que entienden todo mucho más que los viejos pegados en la comodidad del pasado y que no avanzan, prefieren luchar.
Y otro grupo vulnerable son, por supuesto, muchas mujeres, violentadas por el machismo patriarcal chileno que todo lo envuelve, mujeres determinadas por su triste historia de abusos.
Desde la comodidad de un hogar solvente, es fácil repartir canastas familiares para que los perros dejen de ladrar, y a las dos semanas, tener las calles llenas de más perros, más ofuscados aun, ladrando porque les han cortado los servicios básicos o los han echado de sus trabajos o de sus viviendas por no pagar sus arriendos.
Desde la comodidad, todos son flojos, menos el que está cómodo y sigue trabajando y percibiendo riquezas o bondadosos sueldos con contratos de años, con seguros, con blindajes laborales y familiares.
Desde una comodidad incómoda, la Pandemia nos hace resistir a los que hemos resistido toda la vida.
Desde la incomodidad de escuchar que volveremos a la normalidad pronto, sabiendo que esta incomodidad no depende sólo de que la Pandemia desaparezca, sino que proviene de una historia de precariedades, abusos y vulnerabilidades expuestas en este par de necesarias e inesperadas crisis. Porque los hospitales seguirán siendo insuficientes.
La peor pandemia, es la inamovilidad de los enriquecidos.
Desde la comodidad, es fácil decir que soy una comunista o frenteamplista que quiere destruirlo todo. Claro. Es muy fácil decirlo. Es mucho más difícil asumir que hay que reformarlo todo y que los únicos que están dispuestos a hacer cambios profundos y radicales, son los que piensan de manera más contemporánea, menos tradicionalista y retrograda.
China se plantea hoy cambiarlo todo en su sistema de salud. China, gran potencia. Cuba también.
Cristo era comunista, aunque a los católicos les duela la guata cuando lo digo.
Desde la incomodidad de quienes tenemos para comer por unos días, pero no para vivir por meses y años, les digo que no se extrañen entonces que esto no pare nunca.
Si nos tienen miedo porque nos revelamos, tengan más miedo a seguir en el país que hemos construido tantos años, plagado de injusticias sociales y de diferencias sociales abismantes y que lo único que siembra es más odio e impotencia.
Resistir ha sido nuestra formula, resistir es una forma de vivir y de ser.
Desde la única comodidad que me queda que es la de escribir, les saludo resistiendo.
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