Una desigualdad más que revela la pandemia global y es la diferencia que existe para enfrentar la crisis entre la Europa protestante y la católica Latinoamérica. Se reflejó la madrugada del pasado martes/21 cuando, después de 4 días de duras negociaciones, llegan a un acuerdo histórico y será la primera vez que se endeudarán en grupo para amortiguar la crisis económica provocada por la pandemia. Es decir, la crisis del COVID-19 obligó a los 27 estados de la UE a cooperar, algo que hasta hace poco era bien difícil de lograr.
El acuerdo significa que crearán un fondo de recuperación financiado con deuda común de €750.000 millones, que se reparten en €390.000 millones en subvenciones y €360.000 millones en préstamos de ayuda a los países más afectados.
Lamentablemente y para lograr un acuerdo unánime se sacrificó el Estado de Derecho, al no poder aplicar castigos monetarios a Polonia y Hungría que violan estos principios y que de forma descarada sacan beneficios de la solidaridad de la UE sin dar nada a cambio.Esta pandemia tenemos que enfrentarla como una oportunidad para nuestro continente, se hace pertinente reducir las extensas cadenas de valor globales, buscar la autosuficiencia y dejar de depender tanto de la manufacturación extranjera
Esto evidencia que la UE, una organización supranacional, puede tomar decisiones difíciles a pesar de las divisiones y diferencias que mantienen los países miembros. La UE actúa así como un paraguas protector, al aportar con estímulos económicos basados en la solidaridad y el espíritu comunitario. Y la razón es simple, si mi vecino está bien, yo también estoy bien, algo que surge de forma natural por la gran interdependencia que existe entre estos países, donde jóvenes y trabajadores europeos se mueven en un ambiente transnacional al vivir en un país y estudian y trabajan en otro, creando lazos transfronterizos.
Latinoamérica
El acuerdo logrado por la UE tendrá sus defectos pero está muy lejos de nuestra realidad latinoamericana, aquí cada país se “rasca con sus propias uñas”. Es verdad que no tenemos la capacidad económica de la UE, al ser altamente dependientes de la exportación de materias primas, pero, debemos comprender que para salir de la crisis creada por el COVID-19 se requiere unidad, solidaridad y mucha cooperación. Entender que para estar bien, mi vecino también debe estar bien.
Pero, vivimos en un continente dividido, que se mantiene con la añeja lógica de la “Guerra Fría”, con países que se mueven entre gobiernos que apoyan a Bolsonaro y los que se alinean con Maduro. Hace poco escribí un artículo por una declaración del alcalde de Valparaíso Jorge Sharp, quien dijo, pensando en la pandemia: “Hay que redireccionar recursos que se gastan en aspectos que no son indispensables, por qué no modificar la forma en que se está gastando en las Fuerzas Armadas” como respuesta al artículo saltaron los “militaristas” en Twitter y Facebook quienes aún creen que vivimos en el siglo XIX afirmando que si lo hacíamos, nos invadirían de inmediato todos nuestros vecinos. Con esa mentalidad jamás vamos a poder pensar siquiera en crear una Unión Latinoamericana.
Esta pandemia tenemos que enfrentarla como una oportunidad para nuestro continente, se hace pertinente reducir las extensas cadenas de valor globales, buscar la autosuficiencia y dejar de depender tanto de la manufacturación extranjera, principalmente asiática. Estimular la integración local y promover una economía enfocada a lo regional y construir así un capitalismo renovado inclusivo y sostenible.
Qué pasa con los grandes empresarios
Se hace indispensable involucrar en este proceso a los grandes empresarios, tan desprestigiados, incluso a nivel global, como lo dejo claro el pasado mes de febrero la canciller alemana Angela Merkel cuando se reunió con el presidente de Argentina Alberto Fernández y entre sus declaraciones dijo: “Uno de los problemas de América Latina es que los ricos no quieren pagar nada”.
Ricos que cada vez son más ricos y las cifras los respaldan, entre 2002 y 2015, las fortunas de nuestros multimillonarios crecieron en promedio un 21% al año, es decir, fue 6 veces mayor al PIB de la región. Hay que tener en cuenta que parte de esta riqueza está exenta del pago de impuestos y otra buena parte se encuentra escondida en paraísos o guaridas fiscales.
Aquí voy a recordar dos declaraciones
- Cecilia Morel (esposa del presidente Piñera): “Vamos a tener que disminuir nuestros privilegios y compartir con los demás”
- Alfonso Swett (ex-presidente de la CPC) “Hay que meterse la mano al bolsillo y que duela”
Quizás y pensando en estas dos declaraciones se busca legislar por una nueva reforma constitucional y poder aplicar, por una vez, un impuesto del 2.5% a los que tengan un patrimonio superior a los 22 millones de dólares.
Nuestros millonarios debieran aprender del grupo «Multimillonarios para la Humanidad» formado por 83 ultrarricos de distintos países, que piden a sus gobiernos que les suban los impuestos para contribuir en la reactivación económica tras la pandemia. Dicen que vivir disfrutando de grandes sumas de dinero sin contribuir a la sociedad «está mal«. Escribieron en una carta abierta: «Hoy, nosotros, los millonarios y multimillonarios que suscribimos esta misiva les pedimos a nuestros gobiernos que nos aumenten los impuestos. Inmediatamente. Sustancialmente. Permanentemente«.
Pongamos de ejemplo Alemania, que es el cuarto país con la mayor presión fiscal de la UE. En este país un trabajador soltero comienza a tributar el 14% al superar un sueldo de €9.408 anuales. A partir de los €57.000 anuales pasa a tributar el 42% y desde los €270.000 anuales, el 45% de tope.
Nuestro continente tiene que combatir efectivamente y con energía la evasión fiscal y reducir las exenciones que reciben los que más tienen.
Comentarios
12 de septiembre
Reflejo de lo desunidos que están los países latinoamericanos fue la elección de Mauricio Claver-Carone en la presidencia del BID, anticastrista de línea dura, uno de los artífices de la política de presión contra el gobierno de Maduro y actual asesor del presidente Donald Trump.
Elección que viola la regla no escrita que la presidencia siempre sería ocupada por un latinoamericano o un caribeño.
https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-54114068
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