Momentos en que no se observa salida a la encrucijada que nos ha puesto el progresismo. Tiempos en que imaginamos más cerca el fin del mundo que el término del capitalismo. Lugares donde los muros del imperio impiden el paso de toda luz de esperanza. Espacios en que la neblina de las corporaciones empresariales y sus medios de comunicación impiden distinguir lo aparente de lo esencial. Afortunadamente, aún al sur del sur del mundo con los 522 años de desposesión y despojo sobre los territorios, en grietas cada vez más amplias se respira y se vive lo (im)posible. Corren por abajo prácticas que cuestionan la totalidad del sistema, incluso las tácticas que se proponen enfrentarlo.
Estas son destellos sociales que iluminan una ruptura política. Enseñan un viraje epocal de una estrategia emancipatoria dirigida a la toma del poder, representado este en el Estado burgués, a un diseño estratégico que tiene como punto de partida el poder-hacer de las comunidades organizadas y la prefiguración de la sociedad por la que se lucha.
Esta alternativa en Chile ha tenido una tendencia ascendente. Primero, desde el 11 de septiembre del 73 y la revisión crítica a una vía democrática al socialismo. Segundo, fines de los setenta frente a las limitaciones materiales del insurreccionalismo contra la dictadura. Tercero, en los ochenta por la privatización de los aparatos de bienestar social y las necesarias respuestas de subsistencia desde abajo. Cuarto, por la caída del bloque soviético que dejó al desnudo las acciones de la izquierda estado-céntrica.Una larga metamorfosis de la sociedad que no pasa por el gobierno sino por las comunidades y sus embriones de la sociedad futura.
Quinto, en los noventa en adelante con la crisis del sistema de representación y la búsqueda de nuevos espacios de participación. Y sexto, en la última década con más fuerza, por el encuentro y sintonía entre la lucha por autonomía territorial del pueblo-nación mapuche, la organización de base asamblearia en los liceos en el marco de las movilizaciones estudiantiles, las acciones autogestionarias y las tomas de tierra del movimiento de pobladores, las formas de asociatividad mutualista y solidaria de organizaciones de la clase trabajadora, las modalidades cooperativas de producción dentro del mundo campesino, y las innumerables formas de antagonismo cotidiano de la juventud popular ante la vida neoliberal.
Todo este acumulado histórico converge en un proyecto socializante y liberador que no se instala desde arriba por decreto sino se construye desde abajo por la propia gente, desde sus propias manos. Hoy, con menores y mayores niveles de desarrollo, estas experiencias van dejando atrás su aislamiento y comienzan a hacerse parte de una cadena de subversiones que lentamente dibujan un rumbo de combate contra el sistema: el ejercicio y construcción autonomía como medio y horizonte de un socialismo autogestionario. Una larga metamorfosis de la sociedad que no pasa por el gobierno sino por las comunidades y sus embriones de la sociedad futura.
La tarea, ante la reconversión capitalista impulsada actualmente por el progresismo recargado, será desplegar un proceso unificador de las fuerza en lucha contra el modelo y fortalecer la capacidad autoeducativa y material de las organizaciones y movimientos, todo ello para levantar una alternativa superadora de la forma social dominante, que tenga por objetivo enviar el Estado y sus maquinaria al museo de las antigüedades y el capitalismo y los vestigios coloniales de regreso en sus carabelas.
Para un desarrollo de este tema en mayor profundidad ver el libro “Sobre el ejercicio y construcción de autonomías”, Mutual de Lectura-MPL y Poblar Ediciones, 2014. Descarga libre en: América Latina en Movimiento
Comentarios
21 de noviembre
La vía de la transformación es la insurreccional en el sentido de que toda manifestación democrática, de la voluntad popular digo, está prohibida expresamente en la Constitución. Ello se hace efectivo a través de leyes, de recursos varios y de cónclaves autoritarios como el Tribunal Constitucional. En ese contexto, el cambio radical solo es posible si estamos dispuestos a alternar entre el trabajo legal y el ilegal, siempre de acuerdo a las circunstancias.
Es importante entender que aunque no tengamos la fuerza suficiente para disolver las instituciones represoras debemos a batallar contra las mismas. Ocurre de ese modo porque todavía algunos [email protected] creen en el método de las «reformas» en la medida de lo posible. Y mientras no controlemos todos los medios de lucha corremos el riesgo de sufrir una derrota decisiva. Por el contrario, cuando los dominamos nuestra victoria será segura, puesto que representamos los intereses de la clase social de avanzada, la más numerosa, la que crea la riqueza y la que realmente es revolucionaria: la de los [email protected]. Y todos tenemos mucho para aportar al respecto.
+1