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No es ´cocina`, es cambio de régimen. La obsolescencia del sistema presidencialista

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¿El presidencialismo agoniza, por lo menos, así como lo conocemos? En los últimos años hemos sido testigos de una constante tensión que ha sufrido el régimen presidencial, caracterizado de hiperpresidencialismo, con una excesiva concentración de potestades que, sumado al paradigma centralista chileno, se vuelve inflexible, a veces sordo, respecto a las exigencias que nacen desde la ciudadanía. Prueba de ello, es la situación que se desarrolló la semana pasada a raíz del tercer retiro del 10% de las AFP, en donde el presidente Sebastián Piñera, con sus potestades constitucionales, tuvo en vilo a la mayoría de la población que esperaba su resolución, cumpliendo su advertencia de llevar el proyecto aprobado en el congreso al Tribunal Constitucional, órgano que, al rechazar su requerimiento, colocó nuevamente en entredicho la gobernabilidad de la administración del presidente. Sumado al episodio del tercer retiro, la encuesta del Centro de Estudios Públicos (CEP) dio otro golpe al ejecutivo, otorgándole un 9% de aprobación contra un 75% de desaprobación para el gobierno


Creemos que en el momento constituyente en el que estamos, se hace necesaria una revisión de las potestades del presidente sobre el legislativo, así como también una oportunidad de los congresistas de ejercer una representación más fidedigna de la ciudadanía

En este clima adverso, el presidente Piñera invitó a las mesas de las dos cámaras legislativas al diálogo, situación que permitió un ambiente de “cocina”, de un salvavidas para el gobierno que permita el término de su mandato. No obstante, esta situación, contenida dentro del juego democrático, tiene otra visión. En las dinámicas democráticas donde los poderes del Estado tienen un rol de contrapeso entre ellos, las actuales relaciones entre ejecutivo y legislativo tienen a este último en una posición de negociación pocas veces vista, con una lectura un poco más cercana a la realidad, forzada a partir de los hechos de octubre de 2019, incluso viendo a congresistas oficialistas cuadrarse con mociones de la oposición. Dicha situación debilita aún más la capacidad negociadora del gobierno, por lo que el acto de diálogo entre los dos poderes, no se puede sino situar dentro del entendimiento de un “co-gobierno”, no al estilo francés semipresidencialista, que tiene otra connotación y forma de acción. Se asume, que esta singularidad, en la relación entre ambos poderes en esta suerte de “co-gobierno”, el ciclo electoral de mayo, más el de diciembre del 2021, contribuye a que ello sea, lo cual mezclado con una compleja, difícil e indolente gestión de la pandemia (excepto el proceso de vacunación), un telón de fondo insoslayable para que ello se profundice aún más. 

Este “co-gobierno” no es más que otra obligada salida del paso político del presidente Piñera por tratar de disminuir las tensiones que él mismo ha creado mediante las facultades exclusivas que le otorga su cargo, pero que, a su vez, representa el inicio del debate en torno a cómo el legislativo ha servido de catalizador de la inestabilidad y desprestigio de la institucionalidad y sistema político chileno, y cómo ello debe traducirse en que los representantes del congreso recuperen la credibilidad de las instituciones políticas, respondiendo a las demandas de sus representados. En esa línea, con la “nueva lectura institucional de la realidad” que se observa, por lo menos discursivamente, el congreso puede imponer agenda al gobierno, que creemos estaría en línea con el sentir ciudadano, relativizando/superando las potestades constitucionales del presidente para con el legislativo.

Esta realidad de “co-gobierno” que nace, nos hace reflexionar respecto al futuro del presidencialismo. En ningún caso desconocemos que su continuidad depende de lo que emane de la convención constitucional próxima, pero si observamos que, de continuar, se le avecinan grandes cambios, entre ellas la capacidad que tiene el presidente de intervenir el congreso, respecto a vetar leyes, modificar su agenda legislativa o la absoluta potestad en algunos temas a través de la “iniciativa exclusiva del presidente”.

Sin duda este gobierno, con sus limitaciones (explicadas en parte por el personalismo de este presidente), ha desvelado que el presidencialismo actual tiene dificultad para continuar, dados sus visos antidemocráticos, por coartar la voz de quienes suponen representar la diversidad de tendencias políticas que tiene la ciudadanía. Creemos que en el momento constituyente en el que estamos, se hace necesaria una revisión de las potestades del presidente sobre el legislativo, así como también una oportunidad de los congresistas de ejercer una representación más fidedigna de la ciudadanía, en pos de recuperar las confianzas en las instituciones y, con ello, en el fortalecimiento de la democracia.  

Esta columna se logró en co-autoría con José Orellana Yáñez, Dr. en Estudios Americanos, IDEA-USACH, Magíster en Ciencia Política, Universidad de Chile. Licenciado en Geografía y Geógrafo, Pontificia Universidad Católica de Chile. Académico de la Escuela de Ciencias Políticas, Gobierno y Gestión Pública, Universidad Academia de Humanismo Cristiano.
TAGS: #NuevaConstitución #Presidencialismo

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cristián barría jara

07 de mayo

Don Ignacio, sugiero leer buenos libros de historia de Chile , para saber el gran daño que hizo el «parlamentarismo» de facto que se instauró en Chile después de la revolución de 1891. Esto incluye entre otras cosas, el terrible mal gasto de la inmensa fortuna que dio a Chile el salitre entre 1892 y 1916 { por los ridículos impuestos , la corrupción política para proteger la oligarquía salitrera extranjera ( en este punto lea algunas obras de Beatriz Allende, que muchas de sus historias están basadas en hechos reales de su medio social), la absoluta discontinuidad en los proyectos públicos, producto de la horrible rotación de ministros y para que hablar de la espantosa desigualdad social }. Si realmente se quiere moderar el presidencialismo se debe traer el congreso a Santiago y así los congresistas tendrían la posibilidad cierta, eficaz y eficiente para controlar al ejecutivo, como se hacía en la antigua democracia { antes del golpe de 1973 }, ir a la oficina del ministro o jefe de servicio a pie, para pedir o exigir datos o explicaciones y no por «solicitud de informes por internet» , como se hace actualmente.

07 de mayo

Don Cristián, muchas gracias por leernos y comentar. Agradezco sus recomendaciones sobre lecturas para el periodo histórico, y sus particularidades, que ud. indica. Sin embargo, la columna no apunta a favorecer un régimen parlamentarista, con las características que ello implica, más bien nos referimos a que el régimen presidencial chileno se encuentra agotado, con una excesiva concentración de poder en la figura del presidente que limita las materias en las que podría legislar quienes fueron electos para representar la diversidad de posturas de la sociedad, socavando ese principio democrático. No debemos olvidarnos que la baja aprobación de las instituciones por parte de la ciudadanía, pasa por la nula o escasa respuesta hacia sus demandas, disminuir el predominio de la voz del presidente permitiría ejercer un contrapeso más efectivo entre los poderes del Estado y con ello recuperar la confianza de la población. Finalmente, el cambio geográfico del congreso solo permitiría el intercambio físico respecto a posturas o solicitudes de uno u otro poder, manteniéndose la predominancia de la postura presidencial en las decisiones si no se establecen ciertos cambios que tiendan a equilibrar la balanza y encontrar un efectivo contrapoder.

Saludos atentos.

paolo

07 de mayo

Quisiera solo hacer un pequeño comentario, sin entrar a polemizar qué regimen es mejor, aunque prefiero el parlamentarismo. En el presidencialismo norteamericano, que es el sistema original, el presidente no nombra a sus ministros, sino que los propone al Senado. Este debe ratificarlos, tal como sucede en nuestro país con los consejeros del Banco Central. El Senado no puede remover los ministros, que en el sistema norteamericano se llaman «secretarios». Solo puede removerlos el presidente. Por tanto no es un sistema parlamentario. Sin embargo, podemos comparar el presidencialismo norteamericano con el nuestro. Agrego también que la palabra «ministro» es más propia del regimen parlamentario, ya que en el presidencialismo original se denominan «secretarios». Esto es porque son consejeros y colaboradores de confianza del presidente. Hago este comentario solo para contribuir al debate y tener una idea clara de cómo es nuestro presidencialismo en relación con el presidencialismo original, y de otros paises. Saludos atentos

cristián barría jara

08 de mayo

Don Paolo , usted esta en lo cierto respecto del sistema norteamericano, pero la intervención del legislativo en los cargos ministeriales fue precisamente una de las peores prácticas que se dieron en el «parlamentarismo de facto » que se instauro después de la revolución de 1891. Hay un gran problema en muchos chilenos, que es que nos comparamos con los anglosajones o europeos, pero se nos olvida nuestras raíces indígenas e hispánicas y eso se traduce en nuestras realidades sociales, culturales políticas, jurídicas e históricas. Cometemos un error al intentar compararnos o replicar su sociedad, por el simple hecho ya indicado.

paolo

09 de mayo

Don Cristián, no era mi intención polemizar sobre cuál sistema es mejor, si no sólo poner en perspectiva qué aspectos hacen de nuestro presidencialismo un sistema extremado, comparándolo con el modelo original. El cual no surgió en Chile, como tampoco el parlamentarismo, el marxismo, el capitalismo, el liberalismo y la democracia, todos inventos extranjeros. Por cierto hay que aclarar que no sabemos cuál era la forma de gobierno o «democracia» de incas, mayas, mapuches o guaraníes. Desconozco si los mapuches o los incas tenían un sistema presidencial, por ejemplo. Hay que decir otra cosa, y es que España es una nación europea, y que las raices españolas son europeas. Una persona de apellido Gonzalez o Sanchez tiene ascendencia europea. Es más, la UNESCO reconoció que el parlamentarismo surgió en España, concretamente en el Reino de León, durante la Edad Media. Más aun, durante la Colonia existía la tradición de los cabildos, cabildo abierto por ej, del cual surgió la independencia de Chile (vino de una asamblea, y no de una expresión popular). Solo quise señalar en que parte el hiperpresidencialismo se vuelve «hiper», comparandolo con el modelo original, con el fin también de reivindicar un poco el presidencialismo y ponerlo en un nivel más equiparable con el parlamentarismo. Recordemos también que Diego Portales nunca fue presidente, sino que fue ministro. Saludos

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