Hablar de reconstrucción cuando se cumplen cinco años del 27/F, parece más bien una necesidad estadística cuando los discursos se realizan en torno a lo que está hecho y lo que está por hacer, contradicción que se resuelve con la conclusión de decir con firmeza que mientras exista en Chile una sola familia sin un techo a causa del terremoto y tsunami de hace cinco años, la reconstrucción debe considerarse inconclusa y punto.
Pero, ¿podemos considerar la reconstrucción concluida en base a infraestructura, vialidad o soluciones habitacionales concluidas? Sin lugar a dudas lo tangible es algo que se hace necesario a la hora de evaluar los avances, pero ¿quién se ha preocupado de reconstruir aquello que físicamente no se ve?Resulta cada vez más necesario e importante educarnos en la capacidad de ser resilientes. Para ello es fundamental el ejemplo que pueda dar esta generación a las generaciones venideras. No se trata de vivir pensando en que una nueva tragedia no va a pasar, sino de enseñarles a las nuevas generaciones a estar preparados para levantarse.
Sufrir un mega terremoto y posterior tsunami puede marcar a una generación y si a eso le sumamos sequías en invierno, grandes nevazones, mega incendios forestales, se nos hace como sociedad aún más necesario generar políticas orientadas a reconstruir la tranquilidad que cada golpe de la naturaleza nos arrebata. Hoy son muchas las madres que ven con temor la partida de los hijos cuando estos acuden al colegio ante un posible movimiento sísmico, hoy no son pocas las familias que duermen con la preocupación de que la noche no se manifieste en un tragedia y no son pocos los padres de familia que antes de dormir miran vigilantes ese mar que en su mayoría del tiempo tranquilo nos baña.
Chile se reconoce como un país donde la naturaleza se manifiesta con fuerza, por lo que se hace cada día más necesaria generar políticas en torno a que cada familia aprenda a vivir sin temor. Hoy resulta cada vez más necesario e importante educarnos en la capacidad de ser resilientes. Para ello es fundamental el ejemplo que pueda dar esta generación a las generaciones venideras. No se trata de vivir pensando en que una nueva tragedia no va a pasar, sino de enseñarles a las nuevas generaciones a estar preparados para levantarse. El desarrollo de una sociedad resiliente requiere de un reconocimiento y análisis de los riesgos que las comunidades o sociedades enfrentan y del conocimiento de los involucrados a tales riesgos. Es necesario aplicar medidas preparatorias, no solo se trata de construir estructuras resistentes a los caprichos de la naturaleza, se trata además de entrenar a administradores de desastres que nos permita afrontar como sociedad cada evento de manera tal que nos podamos poner de pie con la misma tranquilidad y confianza de antes de ocurrida la tragedia.
A cinco años del 27/F sin lugar a dudas hay materias pendientes, sobretodo en el cómo enfrentamos cada nueva tragedia y qué hacemos para que los más afectados emocionalmente recuperen su tranquilidad la cual muchas veces va más allá de construcciones físicas y tangibles.
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