«Chile es un oasis en latinoamérica”… esas fueron las palabras de Sebastián Piñera, entonces Presidente de nuestro país, a finales de septiembre de 2019, hace poco mas de un año. Unos pocos días mas tarde, el país fue testigo de uno de los estallidos sociales mas importantes de nuestra historia, con millones de chilenos en las calles a lo largo y ancho del territorio nacional exigiendo algo tan elemental como dignidad…
El ex presidente (hoy solo se administra el gobierno hasta el término del mandato formal), pretendía comparar a nuestro país con su vecindario, contrastando su “estabilidad” y “éxito económico”, con el resto de América, sumida en crisis económicas y sociales… éramos, según esta visión, un oasis de tranquilidad y estabilidad en un árido desierto de caos y pobreza.
La revolución de la dignidad despertó a los que no querían ver la realidad, porque el resto de los chilenos estamos despiertos hace mucho tiempo.
Los números hablaban por sí solos, mejor ingreso per cápita que nuestros vecinos, mayor producto interno bruto, una economía “sana”, con importantes y muy “valiosos” equilibrios macroeconómicos… en resumen, un ejemplo para el continente… un verdadero oasis.
Y, sin embargo, el país estalló.
Los números demostraron ser solo eso, números, fríos y lejanos de la realidad que enfrentan día a día los chilenos, la elite política y económica se autoconvenció de que éramos exitosos y se encerró en una burbuja, se dejó llevar por la autocomplacencia y se durmió, cayó en un sueño profundo e indolente mientras los chilenos normales debían sufrir horribles pesadillas, agobiados por bajos sueldos e inestabilidad laboral, la triste certeza de que le espera una vejez frágil y pobre debido a pensiones de miseria, una educación deficiente y costosa que los obliga a endeudarse para obtenerla, una salud que condena a quienes no tienen recursos a la enfermedad e incluso a la muerte, y finalmente la sensación, muy justificada, de sentirse desamparado frente a los abusos, que las empresas de servicios, el comercio, las financieras y un largo etcétera, abusan impunemente de los ciudadanos, mientras el Estado es un espectador pasivo que se limita a “atender” a los chilenos, como si fuera un mesón de atención al cliente de alguna Isapre… y reniega de su función básica y natural de “defenderlos”.
Chile no fue el que despertó en octubre de 2019… su elite si. El oasis en el que creían vivir resultó ser solo un espejismo que decidieron aceptar como una realidad, para no hacer frente a su responsabilidad en las desigualdades que sufría el resto del país. La revolución de la dignidad despertó a los que no querían ver la realidad, porque el resto de los chilenos estamos despiertos hace mucho tiempo.
El oasis no era otra cosa que una suerte de realidad virtual, una “matrix” de libertad y desarrollo, cuyo sustento ideológico descansaba en una Constitución creada al efecto. Esa Carta Fundamental lejos de ser un pacto político y social, era la imposición de una dictadura, y un acto refundacional que buscaba instarurar un nuevo modelo de Estado y sociedad, uno confesional y militante del dogma del neoliberalismo.
Expuesto el engaño de la matrix, borrado el espejismo del oasis, los chilenos por fin hacen ver al mundo la realidad que sufrían, y, consecuentemente con eso, han sido capaces de terminar con la fuente formal de esas proyecciones irreales… la Constitución de 1980. En un acto de madurez y valentía, Chile ha decidido tener una nueva Constitución, no reformar una existente, sino refundar nuestra institucionalidad, pero ahora en plena democracia, y con participación de la sociedad en su conjunto. Los chilenos han hablado fuerte y claro, y han desafiado al sistema político a estar a la altura de la historia, quieren ser protagonistas del cambio, quieren que las decisiones importantes no se tomen a siderales distancias sociales, económicas y hasta físicas de ellos, exigen ser parte de un nuevo pacto y solo espectadores de los acuerdos a los que lleguen los de siempre, y si el sistema político no entiende la profundidad de ese mensaje, simplemente será superado por la realidad y la historia.
Los que prefieren seguir viviendo en la matrix, los que creen que Sebastián Piñera sigue siendo Presidente, los que no despertaron con el estallido social, los que no despertaron con la crisis social provocada por la pandemia que enfrentamos, los que creen que el plebiscito destruirá el oasis en que viven… siempre serán bienvenidos a construir una nueva realidad a partir de los sueños y esperanzas, porque el nuevo Chile debe incluir y nunca excluir, y en el nuevo pacto social y político que construiremos, pueden y deben caber todos.
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