Salgo de mi casa con la capucha en mi rostro, una piedra en una mano y el mural de emblemas bajo mi morral. Camino por el silencio de mi ciudad abriéndole paso al ruido de mi convicción. Camino por la ciudad de las luces, apagando los sentidos opresores de las veredas negras. Soy el que traga el polvo de todos los miedos, soy el que no llora con las bombas, el que no sangra cuando lo golpean, soy el dictador de todo lo no establecido. Soy yo, el encapuchado, el protagonista de todas las noticias.
El pasado miércoles en el país vivimos una nueva jornada de movilizaciones, en la cual las demandas sociales pasaron a segundo plano gracias a la excesiva violencia que se produjo el día de hoy. Barricadas, cortes de semáforos, saqueos y las típicas caras cubiertas se robaron las miradas y la expectación de la prensa.
¿Quiénes son estos personajes que cubren sus rostros con un pañuelo barato?
¿Quiénes son los que atemorizan a la prensa y a los transeúntes?
Cada vez que los movimientos sociales se manifiestan en el país, los protagonistas nos son los dirigentes sociales, ni estudiantiles, ni sindicales. Los que se roban el espectáculo son las piedras lanzadas, las barricadas y los semáforos destruidos. Los que realizan estos actos son jóvenes populares profundamente descontentos con el modelo económico que los explota a ellos y a sus familias día a día, están molestos con la inequidad de los salarios y la brecha social, están molestos con la represión que entra sin aviso ni perdón a las poblaciones, son la oveja negra de una sociedad paternalista movida con los hilos del poder.
Sin embargo, estas organizaciones espontáneas carecen de una línea política e ideológica, actúan simplemente desde la rabia, desde la pasión momentánea que implica el momento. No existe planificación previa ni armamento recopilado exclusivamente para la ocasión, utilizan recursos que encuentran en el medio urbano como piedras, adoquines, carteles e incluso basura.
La sociedad condena a este grupo social, pero paradójicamente ha sido ésta la responsable de la creación de los encapuchados, un mundo en el cual el tener te hace ser, ha convertido las diferencias económicas en más que más una brecha social y falta de oportunidades, también ha influido en la creación de odio dentro de las personas.
En mi piedra hay sueños, en mi barricada está la esperanza, las ansias de un Chile distinto. En mis cantos hay lucha y dentro de mi capucha se esconde el miedo, el miedo a que todo siga igual. Soy tu compañero de caminatas y no el enemigo de dos patas.
En la última manifestación se registraron 100 detenidos, de ellos 53 menores de edad. La mayoría de los detenidos fue a causa de robo a sucursales bancarias y otras instituciones de comercio, además 10 carabineros resultaron heridos gravemente.
En mi piedra hay sueños, en mi barricada está la esperanza, las ansias de un Chile distinto. En mis cantos hay lucha y dentro de mi capucha se esconde el miedo, el miedo a que todo siga igual. Soy tu compañero de caminatas y no el enemigo de dos patas.
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servallas
Tengo la impresión que este artículo es una apología y a la vez una crítica. En general los encapuchados no son gente de escasos recursos, ese es un mito, tampoco son luchadores sociales, otro mito, por lo que se ve, solo quieren robar en impunidad.
Raydem
No concibo un ideal armado de piedras y capuchas.La rabia al sistema establecido,se combate desde la organización,formacion y un ideal colectivo basado en el diálogo y respeto,para explicar nuestro descontento y la razón que nos mueve a ello.
peon
Mmmm… ¿No se contradice usted, acaso, cuando primero dice que no hay ideales en los encapuchados, que mayormente actúan bajo la influencia de la rabia, según sus palabras, y luego, en su último párrafo, les concede toda clase de sueños racionales, que a lo que más se parecen es a ideales?…
Según mi pobre parecer y lo desvariado de mis pensamientos, tengo la impresión que no es la sociedad la que ha creado la marginalidad, sino que ésta ha hechado raíces en el país producto de la aplicación de modelos político-económicos y concentracionales que no han hecho por la gente y por el país todo lo que se ha sido necesario para mejorar nuestros índices de justicia social y ampliar la cobertura de los servicios del Estado, a manos de personas que tal vez ni siquiera han sentido remordimientos por regalar nuestros recursos soberanos…