En los últimos días, pudimos acceder por redes sociales a un audio que denunciaba el maltrato de un joven dirigente UDI contra su pareja.
La multitudinaria reacción ante el audio del candidato a concejal no se hizo esperar, y desde nuestro círculo de izquierda las opiniones de los compañeros reflejaban rabia e indignación. Pero estos mismos compañeros de izquierda, ¿se sentirán tan afectados y necesitados de desquitarse ante actos de la misma índole en la vereda del viejo Marx? ¿O simplemente rompen vestiduras por el color político de Matías? ¿Las personas que criticaron el hecho lo hacen por su compromiso contra la violencia de género o porque el afectado es el adversario?
Históricamente las orgánicas de izquierda poco han hecho por la equidad de género, bien lo sabía Julieta Kirkwood que basó gran parte de su obra en criticar el machismo de izquierda imperante en el Chile de los 80; siendo esta lucha postergada a un segundo plano. Desde el ’85, año que murió Julieta, han ocurrido varias cosas: una Presidenta, discusiones sobre la brecha salarial, proyecto de ley de aborto (ni siquiera libre, sino solo en tres causales) y otros hitos que pueden considerarse mejoras por la igualdad.
Sin embargo, persiste la dicotomía del avance legislativo frente a la violencia física y simbólica imperante en nuestra sociedad: los femicidios (cada vez más violentos y sádicos) son una muestra de ello, pero otros hechos como la baja representación política en los partidos no hacen mucha diferencia entre izquierdas o derechas; tampoco vemos grandes acciones de estos grupos para pagar nuestra deuda histórica con la equidad de género. Dicho esto, nos preguntamos qué tan válidos son los actos de repudio de militantes de izquierda que en sus grupos de poder solo concentran fuerzas masculinas.
Aquellos que pregonan ser más “zurdos” que los “amarillos” o ser más fieles a las figuras como Lenin, Gramsci o Trotsky, ¿tendrán la misma osadía de declarar con tal fanfarronería y pasión su afiliación al feminismo? ¿O son otros agentes del patriarcado?
Los machistas de izquierda o derecha son lo mismo: explotadores, violentistas, desclasados, y sus crímenes contra la humanidad son igual de condenables. Esperamos ver la misma rabia y pasión inquisidora ante hechos similares a la brutalidad de Matías Huerta cuando dentro de la izquierda o cualquiera de nuestros círculos ocurran maltratos, agresiones físicas y psicológicas, presiones y toda expresión de barbarie machista. No queremos caras duras que deleguen en sus parejas las labores del hogar, o que ignoren la opinión de una mujer pero que después pregonen repudio y condenen moralmente a un integrante de la derecha por sus mismas conductas. Se debe condenar y denunciar al maltratador sea de donde sea.
Los machistas de izquierda o derecha son lo mismo; explotadores, violentistas, desclasados y sus crímenes contra la humanidad son igual de condenables. Esperamos ver la misma rabia y pasión inquisidora ante hechos similares
Debemos entender que la reivindicación de esta lucha y la condena a la violencia de género debe ser transversal y constante, desde el rol o posición que nos toque vivir a diario, dentro de nuestras familias, dentro de nuestro círculo de amigos, en nuestras universidades, trabajos, en la misma calle, y con mayor razón en nuestras orgánicas políticas. Cambiar la forma de hacer política también conlleva un cambio en la manera de relacionarnos, reivindicar la posición de la mujer en nuestras luchas y en nuestra sociedad es tarea de todos y todas quienes pretendamos construir una sociedad más justa e igualitaria y, de paso, dignificar la práctica misma de hacer política .
[Coautor de la columna: Alonso Salinas]
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Servallas
¡Cuánta razón tienes!, ese tipo de violencia no es patrimonio de una forma de pensar, no es siquiera una característica de la gente sin educación, analfabeta, es una malformación sedimentada a través de miles de generaciones, pero también hay que decirlo, esas miles de generaciones nos han legado otras formas de violencia, formas que casi nos han diezmado como humanidad, y que es la canalización organizada de la ambición y la envidia, además de otras miserias humanas, así han decantado estas formas duras y terribles, las izquierdas y derechas, letales para nosotros, quizás algún día te des cuenta que las izquierdas y las derechas sólo nos hacen sufrir, y abraces un verdadero humanismo, no la fachada de cierto colectivo ideológico, sino el verdadero, el que se estremece cuando alguien sufre, el que ayuda sin pedir nada a cambio.