Creo que resulta difícil contradecir el título de esta columna, vivir esta pandemia nos ha llevado a pensar y meditar en todo lo que está sucediendo, es evidente que el caos es lo que predomina en el mundo y nuestro país no es la excepción.
Todo esto resulta contradictorio para nuestra autodefinición de omo sapiens, cada vez se cuestiona más el liderazgo de políticos, filósofos y sociólogos; la pregunta es cómo hemos llegado a esta situación, tanta desigualdad que existe en el planeta, lo que impide enfrentar el virus con altura. El cambio climático ya era una señal ineludible de lo mal que estábamos haciendo las cosas, el Covid-19 termina por confirmarlo, sucesos difíciles de entender con todos los avances que tenemos hoy en cuanto a ciencia y tecnología.
Las inversiones en armamento militar en el mundo son cifras casi inentendibles y difíciles de escribir por sus elevados montos, (1,7 billones de dólares en 2017), desde las grandes potencias, hasta los países más pobres del planeta todos los años, es un insulto a las alambicadas preocupaciones que los mismos países y respectivos mandatarios en foros de todo tipo abogan por la humanidad y las desigualdades existentes, como el déficit en educación y vivienda, niños desnutridos, y la escasez de agua en muchos lugares del mundo. Imagínense que solo el 10% de dicho monto se hubiera invertido en laboratorios científicos de investigación, ya tendríamos la vacuna del coronavirus.Cada vez se cuestiona más el liderazgo de políticos, filósofos y sociólogos; la pregunta es cómo hemos llegado a esta situación
Es como escuchar en estos días a los grandes empresarios de Chile, preocupados por la marcha del país, pero se acogen a la ley de protección del empleo, derivada de una mala gestión de parlamentarios de oposición, que no son rigurosos a la hora de legislar, obligando a sus trabajadores a recurrir al seguro respectivo y mientras las grandes empresas se reparten millonarias utilidades por el ejercicio del año anterior, son más de trescientas las empresas favorecidas, aunque recientemente una se retractó, seguro por las duras críticas recibidas por las redes sociales y la ciudadanía en general.
Las contradicciones del ser humano son múltiples, desde un presidente que llama a abrir los negocios en plena pandemia y critica a sus gobernadores por Twitter, teniendo el récord de contagiados y muertos del planeta, por otro lado, el gobernante del país más grande de América del Sur, que insulta a periodistas, gobernadores y asiste a marchas para ridiculizar esta pandemia en que él no cree. El caos y la desinteligencia se hace cada vez más evidente en la humanidad, nadie ha convocado a los organismos internacionales y gobernantes del primer mundo a manifestarse frente a la crisis, ya sea los G20 o G7 para abordar la gravísima situación que vivimos a nivel mundial, la solidaridad entre países se olvidó, ahora compiten por adquirir ventiladores mecánicos e insumos médicos, que por extraña casualidad, los fabrica China, país donde se originó el coronavirus, que nunca sabremos si fue por comer animales no tradicionales o producido en un laboratorio como sostienen algunos investigadores.
Una cantidad importante de países capitalistas y neoliberales hace treinta años iniciaron los negocios con China comunista, el mismo pensamiento que en otras esferas denuncian y combaten con vehemencia, solo que los chinos ofrecen grandes ventajas competitivas y ambiciosas franquicias, es así como fábricas completas se trasladaron a ese país bajando costos y teniendo ganancias millonarias. Todos sabían lo que iba a pasar y está ocurriendo, China convirtiéndose en la gran potencia mundial, el país con menos libertad de prensa y de desplazamiento en el mundo, sin partidos políticos de oposición, con cámaras de vigilancia, con puntaje para los ciudadanos que cumplen con las exigencias del régimen dictatorial.
En nuestro país, nadie previó el 18 de octubre aunque hubo indicios de algunos líderes de opinión (Mayol), pero la mayoría en la academia y partidos políticos miraron para el lado, para que molestarse con un modelo que supuestamente le hacía bien a Chile, crecíamos al 5% ó 6% promedio anual, el ingreso per cápita se había quintuplicado, hermosas carreteras, edificios, nada que envidiar a las grandes potencias, el consumo llegando a cifras siderales, el país con más malls, en fin, para que seguir, pero escondíamos como buenos chilenos la mugre debajo de la alfombra, la mayor desigualdad social y económica del mundo, un clasismo galopante, con demostraciones en vivo en los últimos meses, con siete familias que aparecen cada año en Forbes, con una educación pública disminuida considerablemente en pocos años, con un sistema de salud pública hoy poniéndose a prueba con la pandemia, con una alianza vergonzosa de las elites políticas-económicas turnándose en cargos públicos y privados.
Las casas y departamentos de 40 o menos metros cuadrados han hecho crisis con la pandemia y va en aumento la violencia intrafamiliar. Realidad que no se condice con el publicitado crecimiento del país, ni los supuestos ahorros de nuestras arcas fiscales. Ahora se valora la importancia del Estado y de las políticas públicas, después de 40 años de desprestigio. Se echa de menos el rol que debe ejercer la oposición, la democracia los obliga especialmente en tiempos de crisis a resguardar las libertades y especialmente la protección de los más desposeídos.
El cambio es lo único permanente, como decía Heráclito hace 2500 años, pero el caos es solo producto de torpezas humanas, políticas y de la codicia; reconocerlo sería un gran avance antes que el coronavirus nos haga arrepentirnos de nuestras acciones, como le ocurrió al premier de Inglaterra.
Comentarios