A propósito del comediante Edo Caroe y su sonada y comentada actuación en el Festival de Viña vale realizar diversas reflexiones y traigo a colación a Moliére.
«No hacen otra cosa que reprocharme mi predilección por la grandeza», es una de las frase es de Joudain, uno de los personajes de la sátira de Moliére, en la fascinante pieza teatral El Burgués Gentilhombre. Tuve oportunidad de verla siendo estudiante de Teatro Social, en la Universidad Católica de Valparaíso y, de verdad, me fascinó esa manera de desnudar las contradicciones de la decadente sociedad del siglo XVII.
Como recordarán, la trama (humorística-sarcástica) gira alrededor del hijo de un gentil hombre, Jourdain, que hereda una trabajosa herencia de su esforzado padre zapatero y se esmera por incorporarse en la aristocracia y ser reconocido como un noble, condición difícil -por supuesto- para un descendiente de la naciente clase de pequeños comerciantes. En el relato de la trama se desnudan las contradicciones de la sociedad del siglo XVII, ya bastante decadente, con una aristocracia, una nobleza y una monarquía rodeada de adláteres, incondicionales y sacerdotes que representan a una sociedad muy ocupada en sus propios menesteres y conflictos de interés. El sarcasmo ilustra la decadencia y Jourdain es víctima de diversas intrigas y engaños. El burgués gentilhombre fue estrenada por Moliére el 14 de octubre de 1670 en la corte del Rey Luis XIV y, por cierto, al Monarca y sus nobles no les cayó nada bien la mofa de sus costumbres y la acidez del mensaje de fondo. Moliére salvó apenas de ser demolido. Cuatro años antes ya habían prohíbido algunas de sus obras.
Quiero decir con esto que al «humor social» y a la «sátira política» hay que apreciarlos, sentirlos y mirarlos con respeto, por muchas observaciones o reparos que nos merezcan, porque representan un momento particular de la historia de los pueblos y expresan verdades dolorosas. Si alguien decía la verdad a los Reyes y Monarcas eran, precisamente, los bufones de la corte. Allá ellos si escuchaban o se daban cuenta.
En los años ’60, el comediante Jorge Romero «Firulete» nos encantó con su parodia del «Pepe Pato», sintonizando con la crítica social a los encumbrados del poder, esas personas «estiradas», las «señoras bien», los hombres de la «billetera larga». Recordemos los exquisitos diálogos de Firulete en la Radio Portales de aquellos años.
Más tarde, el naciente Coco Legrand desnudó a los «Cuescos Cabrera» en los 80, los arribistas del neo-liberalismo. En una célebre pieza humorística describe las características de este nuevo arribismo social, como en esa familia chilensis cuyas nuevas costumbres describe con exquisita sorna.
Bombo Fica nos hizo reír a carcajadas con su rutina de la consumista sociedad chilena. ¿Quién no recuerda su célebre «Master PloP»?
Quiero decir con esto que al "humor social" y a la "sátira política" hay que apreciarlos, sentirlos y mirarlos con respeto, por muchas observaciones que nos merezcan, porque representan un momento particular de la historia de los pueblos. Si alguien decía la verdad a los Reyes y Monarcas eran, precisamente, los bufones de la corte.
Sergio Freire, en el reciente Festival de Olmué hizo lo suyo, pero definitivamente, el lunes 22 de febrero 2016, con casi 40 puntos de rating, esto es 3 millones 200 mil chilenos y más de 130 mil twitteos en las redes virtuales esa misma madrugada, dieron cuenta de un nuevo fenómeno: la mordaz y aguda crítica humorística de Edo Caroe, que puso bruscamente en la mesa un set de fotografías profundas de la realidad socio política de Chile causando un gran impacto.
Moliére, lo reflejó muy bien en el siglo XVII, El Burgués Gentilhombre es una sátira social, aguda, irreverente, mordaz que fue escrita y actuada sin ninguna piedad hacia la Monarquía, la clase religiosa y la sociedad de su tiempo. Moliére, anticipó -en cierto modo- lo que décadas más tarde sería la Revolución Francesa: esa masa de gente, desbordada por los abusos, un ansia de cambios, una necesidad de deshacerse de la vieja aristocracia y la crisis reinante, que se toma la Bastilla y finalmente guillotina al Rey de Francia...
El humor satírico saca roncha. Es verdad. En 1664 Tartufo, singular obra teatral de Moliére que desnudaba la hipocresía religiosa de su tiempo, fue prohibida por cinco años por el Rey.
Humoristas o comediantes de nuevo cuño, como Edo Caroe y otros, serán denostados o aplaudidos seguramente, pero lo que no se puede discutir es que, cada cierto tiempo, ponen el sentido común en un escenario en donde, los poderes establecidos y la sociedad misma, hacen muy mal en no saber comprender los cambios de época.
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Domingo Namuncura
Hola Osvaldo:
Se podría decir que no es novedoso el «humor satírico» cuando hace referencia a temas sociales y políticos que están en boca de muchas personas. El valor de esto se adquiere en un escenario colectivo, cuando la referencia humorística se hace cargo del sentido común. Ahí está su eco principal. El actor Yerko Puchento abrió un camino cuando los temas todavía requerían mayor maduración y ahí está su virtud. Lo que se puede caracterizar como «fenómeno» con estas nuevas tendencias en el humor nacional es que, junto con reflejarnos como en un espejo, la sociedad adquiere una mayor conciencia de aquello que quiere dar por superado. Eso es, efectivamente, una antesala de nuevas actitudes culturales. Atentos saludos.
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No creo que se tan novedoso Edo Caroe. Lo que hizo en el Festival, Yerko Puchento lo hacía semanalmente en canal 13. El Festival le dio resonancia… pero no le veo que sea un «fenómeno».