El proceso fue así, para los términos de esta redacción. Se aprobó mediante plebiscito que hubiera una nueva Constitución. Se fijaron normas, tales como que fuera una Convención Constitucional la unidad redactora y que se partiera desde una hoja en blanco. También se designó la existencia de escaños reservados para mujeres, con la paridad, y para pueblos indígenas. Se procedió a elegir convencionales y luego a redactar un proyecto de Constitución que fue rechazado con otro plebiscito. Ahora, usted Sr. Presidente, propone ir directo a una nueva elección de convencionales, o tal vez asambleístas, para un nuevo Proceso Constituyente, asumiendo que el pueblo que votó en el primer y segundo plebiscito, no han cambiado su 78% de aprobación a la idea de tener una nueva Constitución, sin embargo, esa idea no tiene en cuenta «el cambio de variable», luego de conocer tanto la Constitución que se propuso como su grado de rechazo de la comunidad.
Dejando esto del cambio de variable a un lado por el momento, el flujo de acontecimientos que acabo de describir, tomó decisiones en su transcurso. Entre ellas, que desechábamos la actual Constitución -a la que tanto se le ha dedicado tiempo para introducirle enmiendas- para empezar a construir una nueva Constitución desde una hoja en blanco. Lo lógico de esta decisión era trabajar en dos frentes. Una nueva Constitución y el mejoramiento de la Constitución actual, de manera que en el plebiscito final existan tres opciones: la actual Constitución, la mejorada, y la nueva, poniendo así un final definitivo a esta discusión, cosa que ya pudimos haber terminado si se hubiera hecho esto. La pérdida de nuestra Constitución por la simple redacción de una nueva, impide la posibilidad de mejorar lo que tenemos antes de dar un salto a un «quién sabe qué podría resultar» a partir de una hoja blanco creando una nueva Constitución. Esto fue un mal proceder y no debiera volver a repetirse, ya que, si hay gente que opina que la Constitución que nos rige es una mala Constitución, sabrán por qué lo dicen, y podrán indicar qué está mal en ella y otras personas podrían enmendar este error y ya no existiría y asunto arreglado y la actual Constitución mejorada sería la que nos regiría, si fuera la escogida entre las tres opciones.
En segundo lugar, otra de las decisiones que se tomaron fue la designación de escaños reservados para mujeres, con el fenómeno de la paridad, y para pueblos indígenas. En este caso, esto es anti democrático, tal como lo son los pesos de las listas, que arrastran gente de la misma lista. No validar y valorar la preferencia única de un votante por su elección y la suma de su voto al de otro votante, que puede inclinar el resultado de una elección, es invalidar el significado de la democracia. Por lo tanto, esto no puede volver a repetirse. No pueden haber escaños reservados, ni tampoco paridad, porque es otra forma de reservar escaños y esto no es democrático. Además, se debe entender que algo tan importante como redactar una Constitución no necesita paridad, sino que capacidad.
En cuánto a los convencionales elegidos popularmente que llegaron a necesitar multitud de asesores, esto nos indica que la popularidad de un personaje no es merecedora del conocimiento y preparación previa que se debe tener al enfrentar la redacción de una Ley tan importante como la Fundamental. Es decir, el convencional al menos debiera entender todo aquello que es básico a un título profesional de abogado, como mínimo, pienso yo, porque se está redactando una Ley, que es lo propio del conocimiento de quien ejerce la profesión de leyes, por lo tanto, si hemos de ir a cazar a un espécimen tan icónico como Moby Dick, lo mínimo que se necesitaría en el barco son cazadores de mar, no gente que por no saber lo que se debe hacer, estorba y entorpece el trabajo, poniendo a toda la tripulación y a la nave en peligro de naufragar.
En cuánto a qué se podría redactar en una nueva Constitución, entendiendo que debiera redactarla un grupo de expertos del más alto nivel de calificación, y entendiendo que lo que allí se escriba sea lo que el pueblo de Chile espera de un trabajo prolijo y bien intencionado, que recoja sus inquietudes y prioridades, se le debe consultar al país lo que desea, en una plataforma digital que vaya reuniendo aportes, debates y simplificaciones. Esto es tan lógico, básico y simple. No se puede dejar de lado la opinión del pueblo, pero, no se debió crear 345 cabildos, uno en cada comuna, para discutir 345 veces lo mismo, y esto no se debiera hacer otra vez. Ese fue otro error. Para un nuevo Proceso, se debiera crear una plataforma digital donde discutan las 345 comunas una sola vez cada tema, o cada tema en un solo lugar, y donde se concluya y se avance un paso más allá en el resumen fundamental de lo que el pueblo quiere.
En cuanto a esto, el deseo del pueblo, en la guerra es más fácil y produce mejores resultados seguir las órdenes de un general y no la de cientos de soldados de infantería. Es decir, es más fácil seguir una línea estratégica que pronostique buenos resultados, a tomar muchas decisiones distintas. Lo digo de otra forma. Escuchar a todos trae más problemas que escuchar a uno que tenga una mejor idea que la de otros. Es decir, en términos prácticos, Chile debe tener un Concurso Nacional en busca de una idea estratégica, simple, profunda y superior a cualquier otra, para que no haya 100 debates en torno a 100 temas menores, sino que haya 1.000 debates en torno a una idea estratégica que represente un tema nacional central. No buscar esa idea estratégica, o no tener la capacidad para reconocerla cuando se le tiene al frente, es un nuevo error que no se debe volver a cometer, para que el resultado sea mejor. Todo esto porque vimos una propuesta de Constitución basada en derechos, pero, sin un rumbo sistémico basado en instrumentos de desarrollo nacional, que brinden al pueblo poder económico y al país un mejor soporte para su desarrollo.
En cuánto a aquello del cambio de variable, dado que ya se conoció la clase de Constitución que puede emanar de una Convención Constitucional, y tal vez emanaría de una Asamblea Constituyente, que parte de una hoja en blanco con escaños reservados para mujeres y algunas entidades, y compuesta por una gama de profesionales de orden heterogéneo más que de expertos, se puede concluir que un plebiscito que consulte nuevamente si la gente desea una nueva Constitución, construida con elementos que la ciudadanía no conoce antes del inicio del Proceso Constitucional, tendría un resultado distinto a la abrumadora aprobación del 78% que tuvo el plebiscito de entrada. Esta vez el pueblo estaría más en disposición de ser un zorro correteado, o un viejo lobo de mar, en esto de qué cosa aprueba, a quiénes, y con qué facultades, además de añadir cómo selecciona los temas que se incluirán en la Constitución que han de representar su sentir, dado que la Convención Constitucional no tomó en cuenta las iniciativas populares de norma, a pesar de que se dijo que el proceso sería participativo.
Como dato ejemplificador acerca de la importancia del cambio de variable, se puede tomar el ejemplo de «21 Black Jack», en donde un presentador ofrece a un concursante escoger una de tres puertas. En una hay un auto y en las otras dos, una cabra en cada una. El concursante escoge la puerta uno. El presentador le abre la puerta número tres, que tenía una cabra, y le pregunta tendenciosamente si cambiaría la puerta uno, que escogió, por la dos. La respuesta correcta, basada en la estadística y en el cambio de variable, que lo cambia todo con una simple pregunta, es que se debe cambiar a la puerta dos. En nuestro caso, conocida la Constitución emanada de la Convención, cualquier otro trabajo en las mismas condiciones creará resultados similares, por lo que se invalida la preferencia inicial del 78% que deseaba una nueva Constitución, porque lo que ya conocieron no les gustó, por lo que rige el 62% del último plebiscito… ¡Pueblo no querer cabra!
Esta es una opinión más de muchas que habrán en torno al Proceso casi traumático que vivimos, de el que espero se aprendan valiosas lecciones que no nos hagan repetir nuevamente los mismo errores, con los mismos apresuramientos. Pienso que, si se construirá un nuevo Proceso Constituyente, se le debe consultar a la ciudadanía si lo quiere o no, pero, más que eso, se le deben dar más preferencias a escoger que solo un «desea una nueva Constitución, sí o no», para hacer de esta consulta una más elaborada, incluyendo otras consultas en el mismo voto, tales como el poder escoger el medio de redacción o el quién redacta; si desea participar en una plataforma digital; si desea la posibilidad de mejorar la actual Constitución, lo que significa que si quiere que se trabaje en más de un frente a la vez, creando una nueva Constitución y mejorando la actual para luego escoger una, en un plebiscito final, que termine de una vez con el problema de asignarnos una Constitución que calme los ánimos y nos permita avanzar haciendo frente a nuestras situaciones de fondo.
Para un nuevo Proceso, se debiera crear una plataforma digital donde discutan las 345 comunas una sola vez cada tema, o cada tema en un solo lugar
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