El tratamiento de la candidata constituye capítulo aparte. La fortaleza de la candidatura opositora y la precariedad de los precandidatos oficialistas obliga a la derecha a un ejercicio de ofensiva persistente. La reiteración puede ayudar al desgaste. En este sentido, el caso 27 de febrero es ilustrativo. Todos los recursos son válidos para socavar los atributos que sustentan el poder de convocatoria de Bachelet.
El emplazamiento de la vocera de Gobierno a la ex presidente Bachelet, y las declaraciones de Sebastián Piñera respecto del tsunami en las últimas semanas, no son casuales. Forman parte del contencioso libreto que guiara las acciones del oficialismo en la campana electoral y que tiene como propósito central el debilitamiento (a todo evento) de la opción presidencial opositora.
El libreto en ciernes se apoyará alternadamente en obviedades y eventos de fácil predicción, en hechos pasados o en realidades inminentes que presentará el decurso político en los próximos meses. Revisemos algunos.
En enero, el Presidente de la Republica fue el primero en subir el telón diciendo que un nuevo gobierno de la Concertación, con los mismos de siempre, sería un retroceso que el país no merece (La Tercera).
Es obvio y predecible que el núcleo duro, el equipo de apoyo cotidiano de la nueva gestión será el mismo. No habría razón para cambiarlo porque hay un afiatamiento histórico de conocimientos y afinidades interpersonales, de eficiencia y lealtades probadas. Lo innovador sería la incorporación de nuevas voces. Ampliar la pluralidad de percepciones para crear una dinámica distinta y una sintonía más acorde con las complejidades futuras.
También es obvio y predecible que un nuevo presidente constituya gobierno incorporando a los partidos que darán sustento y viabilidad a su gestión. Alguien dijo que una campaña presidencial no es solo una competencia entre candidatos, ideas y visiones distintas de sociedad. Los equipos de apoyo también compiten por que el ganador no entra solo a la moneda. En este caso, los que acompañan, no gozan de la misma confianza y credibilidad ciudadana que la candidata.
Al igual que en la presidencial pasada, además, el discurso adversario apuntara al descrédito de los partidos y a las malas prácticas asociadas. La imagen negativa está presente en la retina de la opinión pública (tráfico de influencias, utilización del Estado para fines particulares, sillas musicales, nepotismo, etcétera. Entonces no será difícil interpelar la sensibilidad del electorado con esos argumentos.
Adicionalmente, se sobreexplotará la posible presencia y participación delos comunistas en el nuevo gobierno. Intentarán estigmatizar la participación del PC con el propósito de neutralizar parte del apoyo blando que tiene toda candidatura. Golborne dice que es posible derrotar a la Concertación y al Partido Comunista (La Tercera). Tampoco es nuevo el tema de los comunistas. Estuvo sibilina o explícitamente presente en la segunda vuelta de la elección de Lagos y también, con un énfasis menor, para la elección pasada de Bachelet.
También abundarán las referencias a la plataforma programática de la nueva gestión. Las voces más conservadoras advertirán del riesgo-país que significa una concertación izquierdizada. Escudriñarán el supuesto sello subversivo de las propuestas de cambio. Dirán que la búsqueda de la igualdad puede representar una amenaza a la libertad y a la estabilidad.
En el libreto, el tratamiento de la candidata constituye capítulo aparte. La fortaleza de la candidatura opositora y la precariedad de los precandidatos oficialistas obliga a la derecha a un ejercicio de ofensiva persistente. La reiteración puede ayudar al desgaste. En este sentido, el caso 27 de febrero es ilustrativo. Todos los recursos son válidos para socavar los atributos que sustentan el poder de convocatoria de Bachelet. Todos los medios son legítimos para reducir la brecha que separa a los candidatos. Concentrarán fuego graneado en la calidad de la gestión anterior y en la solvencia de su liderazgo para enfrentar situaciones inherentes al nuevo momento histórico que vive el país. Breve. No habrá fair play.
Cabe agregar que el esfuerzo propagandístico de la derecha por debilitar la opción presidencial opositora podría verse reforzado por el apoyo proveniente de otros actores de la contienda. No es descartable que la candidatura de Bachelet se vea expuesta a un escenario de fuego cruzado. Sucedió con Frei el 2009. Recibió el embate simultaneo de la derecha y de MEO. Más aun, en su momento la base del posicionamiento de MEO fue la descalificación de Frei de los Partidos y de sus dirigencias. Consiguió catalizar el descontento existente y construyo su resultado electoral con un importante caudal de electores históricamente pro Concertación.
La situación es la misma en esta nueva elección. El crecimiento de la candidatura de MEO será a expensas de la base de apoyo electoral de la candidatura opositora. Cabe precisar que ahora (diferente fue con Frei) el margen de su irreverencia discursiva está limitado por la popularidad de la candidata. Focalizará entonces su crítica contra la coalición que la apoya. Aunque el factor MEO no está contemplado en el libreto original del oficialismo, bien podría convertirse en un insumo funcional para sus propósitos.
Todo parece prefigurar una campaña con un alto nivel de polarización. La derecha no renunciará a los nuevos-viejos argumentos de su libreto para asegurar la permanencia en el gobierno. Una parte de su esperanza de triunfo reposa en ello. Veremos cuán efectivos resultan esos argumentos en un Chile distinto, con una ciudadanía más empoderada y con un padrón de voto voluntario.
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