Bachelet, y los partidos políticos que la apoyan, tuvieron la capacidad de situarse en la línea de representación de las profundas transformaciones reclamadas por la ciudadanía, de sintonizar con el latir profundo del país. Fue la sinergia de ambos liderazgos, el personal y el colectivo, lo que posibilitó la victoria y la apertura de un nuevo ciclo.
En política los grandes eventos y procesos con sentido histórico tienen una paternidad-maternidad multiple. Generalmente son muchos los que contribuyen a la consecución de un objetivo. Un triunfo, o una derrota, la construyen participativamente liderazgos individuales y acciones y liderazgos colectivos. Sucedió en la elección del 15 de diciembre pasado.
Es cierto que la victoria de Bachelet se sustenta de manera importante en la credibilidad, confianza y empatía ciudadana de su liderazgo personal. Pero no es menos cierto que las propuestas de cambios y visión futura de país que encarna el programa presidencial le otorgaron fortaleza complementaria a la candidatura.
Bachelet, y los partidos políticos que la apoyan, tuvieron la capacidad de situarse en la línea de representación de las profundas transformaciones reclamadas por la ciudadanía, de sintonizar con el latir profundo del país. Fue la sinergia de ambos liderazgos, el personal y el colectivo, lo que posibilitó la victoria y la apertura de un nuevo ciclo.
En este sentido hay que relevar el desempeño responsable de los actores políticos integrantes de la nueva mayoría en los últimos dos años. Hicieron la pega. Los tres ejes principales del programa gubernamental fueron materia de acuerdos y o de debate el 2011. En noviembre de aquel año, los entonces partidos de oposición concordaron en la necesidad de reformas en el ámbito tributario y de la educación. Con el mismo vigor emergió la idea de cambios a la constitución y se instalo el debate sobre la pertinencia de la asamblea constituyente como camino posible. Posteriormente las propuestas programáticas de los partidos fueron entregadas a la candidata y enriquecidas en un dialogo participativo con los ciudadanos. Son los hechos.
La etapa que se inicia plantea a los partidos políticos nuevos desafíos de mucha complejidad. Desafíos que tienen que ver con los equilibrios y ejercicio del poder; con los requerimientos del corto y del largo plazo.
¿Serán capaces los partidos políticos de mantener el pulso y una «paternidad» responsable respecto de lo avanzado, independientemente de los espacios de gestión y de influencia que emerjan de la conformación del gobierno?
Mucho se ha dicho en los últimos días respecto al perfil del gabinete y a la nominación de cargos. Tratándose de la conducción del gobierno, es legítimo que los partidos tengan expectativas o preferencias por determinadas carteras o sectores. Pero hay que tener sentido de las proporciones. La magnitud de lo propuesto al país obliga a los actores de la Nueva Mayoría a un ejercicio de lucidez y desprendimiento sin condiciones, a un ejercicio de buena política.
Debe existir total disposición para asumir responsabilidades en todos los cargos, incluyendo aquellos que tienen una gran incidencia en la implementación del programa o que se anuncian conflictivos o sensibles a las vicisitudes de las próximas coyunturas. Debe prevalecer la convicción programática por encima de cálculos subalternos.
¿El camino de unidad iniciado por los integrantes de la nueva mayoría cristalizará como una tendencia estructural, de futuro, o el impulso comenzará a desdibujarse con la asunción al poder?
Probablemente las tensiones y contrariedades propias de la labor de gobierno, y sobre todo las dificultades de ejecución del programa, lesionen el sentido de unidad y la mirada compartida de largo plazo del pacto o coalición. Pero el programa no es el nuevo paradigma. El norte lo constituye la construcción de un país mejor. El gobierno y su programa es el primer paso de una nueva agenda histórica de las fuerzas progresistas por avanzar hacia una sociedad más justa y más igualitaria. Al respecto tiene un tremendo sentido estratégico la idea de Lagos Weber de no circunscribir los cambios a los límites del periodo presidencial y de apostar por un proyecto de largo aliento.
A fin de cuentas, la vida y la historia del país enseñan que los cambios que perduran son aquellos que maduran paulatinamente, y se implementan gradualmente. Tal vez en esto radica uno de los mayores retos para la Nueva Mayoria. Concordar los tiempos históricos que permitan viabilizar los cambios que animan el programa de gobierno y articular entendimientos para las tareas transformadoras futuras.
En este sentido, la decisión reciente de acotar el acuerdo de unidad al tiempo del mandato presidencial y al programa deja en remojo la posibilidad de una proyección más estratégica. Parece entendible que se haya concordado por este tipo de acuerdo como una manera de soslayar las veleidades administrativas de algunos de los actores del pacto. Pero será el decurso político de los próximos años que se encargará de reponer la necesidad de un accionar conjunto de largo plazo.
Los nuevos desafíos no son menores para las fuerzas progresistas. Sobre todo en un contexto de coexistencia de «almas» diferentes en el seno de la Nueva Mayoría. La palabra le corresponderá a los liderazgos colectivos, porque no hay dudas de que la presidenta ejercerá el personal. Mucha convicción programática pero también mucha convicción de futuro. Más vale que así sea porque en cuatro años más probablemente no habrá una Bachelet de candidata.
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Foto: Michelle Bachelet / Licencia CC
Comentarios
15 de enero
el único sentido histórico que tiene este evento, es la perpetuación del modelo, seamos claros, de constitución ya lo dijeron, sólo reforma, claro,a manos de un legislativo ilegítimo y vendido a sus financistas, al gran capital, de reforma educativa y tributaria, reformita, no sea cosa que se nos enojen los duelos del fundo, y claro, a largo plazo, gran idea del hijo de su padre, osea en la medida de lo posible, y claro como siempre de espaldas a la cuidadanía, entre las cuatro paredes de los tecnócratas de siempre,ESOS SON LOS HECHOS, ni fin al plan laboral, ni asamblea constituyente, ni fin a la afp, ni de las isapres, y un largo etc. otra vez en la medida de lo posible, maquillaje del modelo neoliberal,lo de siempre. pero ojo, no para siempre, recuerden la historia la hacen los pueblos y la felonía de los traidores al proyecto popular (la nueva pillería) como dijo el chicho ; la historia los juzgará, recuerden más temprano que tarde se habrirán las grandes alamedas…
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