El puntapié inicial de un partido de fútbol tiene un sentido simbólico y práctico. Es el instante en que comienza el evento. Mojar la camiseta también tiene una connotación simbólica, pero hace referencia a un estado de ánimo permanente, a la disposición de un plantel por jugársela todo el tiempo que dura el partido. Es curiosa la relación del fútbol con la política porque las connotaciones mencionadas también se hacen presente en el carácter de un gabinete presidencial, con mayor razón si se trata del primero de un nuevo gobierno y de un nuevo ciclo.
Sin ánimo de menoscabar la importancia de los equipos ministeriales de otras administraciones se puede afirmar que el primer gabinete de Bachelet tiene una impronta singular. En efecto, en los gobiernos anteriores de la concertación, incluyendo el mandato pasado de Bachelet, los gabinetes fueron esencialmente de continuidad. Aunque con acentos particulares, prioridades propias y algún proyecto emblemático, todos ellos tuvieron como orientación principal seguir un camino prefigurado por los avances u omisiones de sus antecesores. Fueron, por decirlo de alguna manera, gabinetes de ejecución más que de conducción, de administración más que de cambios.
En esta ocasión, la singularidad del plantel ministerial de Bachelet está dada por lo que se ha denominado el nuevo ciclo histórico. Se trata del gabinete de un gobierno provisto de un mandato popular que tiene la responsabilidad de iniciar y conducir un conjunto de reformas trascendentales para el país. La relevancia, densidad y proyección de las tareas a realizar no tiene precedentes en la historia política nacional después del retorno de la democracia, exceptuando tal vez el período de la transición.
En lo inmediato, casi para ayer, el cometido será planificar y viabilizar los 50 compromisos en los primeros 100 días de gobierno. Todos buscan un solo norte: «empezar desde el primer día a trabajar para derrotar la desigualdad y entregar una mayor calidad de vida para todos los chilenos y chilenas» (palabras de la Presidenta ). Los compromisos abarcan 15 áreas prioritarias de la gestión gubernamental. En la práctica, la ejecución de las 50 primeras medidas involucrará casi a la totalidad de los ministros y del aparato de Estado. La implementación de dichas medidas será el puntapié inicial. La primera prueba de fuego y quizás una señal anticipatoria de la performance del gabinete y del gobierno.
De allí en adelante la ruta del gabinete se hará por caminos cuesta arriba y con más de algún desfiladero. La realización y el éxito del programa de gobierno será sin duda la tarea de las tareas para los ministros. Será por ende el punto de referencia para evaluar su talante y desempeño. En el cumplimiento de lo prometido radica probablemente el principal desafío – y la épica – de la nueva administración.
Algunas de las propuestas contenidas en el programa requerirán de arduas discusiones con los actores de la Nueva Mayoría, y seamos claros, también con los partidos de la nueva oposición. Respecto a los integrantes del pacto o coalición de gobierno el tema del alcance, ritmo y profundidad de los cambios ocupará parte importante de las agendas ministeriales. Recordemos que varias de las propuestas están solamente enunciadas en el programa y que necesitan ser pulidas y desarrolladas para ser implementadas. En el desarrollo de estos procesos (porque son varios cuando se trata de cambios significativos) habrán inevitablemente momentos donde se expresarán las presiones, los intereses corporativos y las divergencias de los partidos integrantes del gobierno. Como nunca, la gestión de las diferencias y la capacidad articuladora estará presente en la labor de los ministros con los actores de la propia coalición.
En lo que se refiere a la derecha, es pertinente recordar una frase del discurso de Bachelet en la comuna de El Bosque que se mantuvo en un discreto olvido durante el fragor de la campaña, pero que denota visión de Estado y señala un derrotero: «Durante mucho tiempo nos dedicamos a hacer ajustes y cambios al modelo. Algunos han sido buenos, pero otros insuficientes. Tenemos que llevar a cabo reformas más profundas si de verdad queremos derrotar la desigualdad en nuestro país. Debemos ser capaces de construir un nuevo consenso para avanzar con sentido de país, con unidad nacional y con un rumbo común, sin exclusiones».
Es verdad. Todos convivimos en un mismo territorio nación y la solidez y perdurabilidad de las reformas, en particular el cambio de constitución, deberá considerar también la opinión de la contraparte. En varias de las reformas hay que ejercer sin amagues el derecho de las mayorías (mandato popular obliga), pero la nueva constitución debe garantizar los derechos y deberes de todos los ciudadanos, incluyendo las minorías. Será el marco jurídico-político que regirá la convivencia futura de todos los chilenos.
Urgentes son los desafíos para el equipo ministerial de la Presidenta. El partido se anuncia arduo y apasionante, hará historia. El programa de juego está definido y no se cambia, lo dicen la entrenadora, los técnicos y los hinchas. Las cachañas en el área chica no están permitidas, el lucimiento personal para la gradería y el impulso por hacer goles desde media cancha, tampoco.
Finalmente hay que subrayar que en todo proceso de cambios, por institucional que sea, la ciudadanía tiende a validar formas de expresión propias, al margen y a veces en contraposición a las estructuras de poder oficiales. Busca ser sujeto activo y deliberante. Es la experiencia histórica y nuestro país no tendría por qué estar exento. Las autoridades deberán hacer un esfuerzo de creatividad por imprimirle a su gestión y a las reformas el sello de la participación ciudadana.La ecuación no será fácil. Casi la cuadratura del círculo. Sobre todo en un país como el nuestro donde la noción de los procedimientos institucionales está sacralizada y la voluntad de interlocución con los actores sociales no ha sido un atributo muy presente en el accionar político.
Sin embargo, la Presidenta ha sido reiterativa en mencionar que la envergadura de los cambios exige diálogo y sintonía con la sociedad civil. Si el programa de gobierno no fue elaborado entre cuatro paredes, los caminos de su realización tampoco: «Lo he dicho siempre, pero lo quiero reiterar. El verdadero desarrollo no existe si no es inclusivo y sustentable. Y para avanzar en esa tarea que nos proponemos, me parece fundamental que los ciudadanos y ciudadanas estén comprometidos en un proyecto colectivo de país. Que su voz se oiga fuerte y clara» (discurso comuna de El Bosque).
Urgentes son los desafíos para el equipo ministerial de la Presidenta. El partido se anuncia arduo y apasionante, hará historia. El programa de juego está definido y no se cambia, lo dicen la entrenadora, los técnicos y los hinchas. Las cachañas en el área chica no están permitidas, el lucimiento personal para la gradería y el impulso por hacer goles desde media cancha, tampoco.
Deberá existir el justo y necesario fair play con el adversario porque también juega como local. Pero para clasificar hay que ceñirse al planteamiento de juego establecido y tener mucho sentido de equipo. No queda más que aplicarse y mojar la camiseta.
——-
Foto: Wikimedia Commons
Los contenidos publicados en elquintopoder.cl son de exclusiva responsabilidad de sus respectivos autores.
Te invitamos a conocer nuestras Reglas de Comunidad