Nuevamente nos encontramos ad portas de una seguidilla de procesos de elección popular, los que tendrán copada la agenda política del país durante 2021. Lo pintoresco de la costra política parasitaria que habita en las instituciones de la República y que aflora con más intensidad durante estos períodos preeleccionarios, es la desvergüenza de la retórica mañosa e impúdica de creerse imprescindibles. No llama particularmente la atención la verborrea vacua e insustancial a la que nos tienen acostumbrados muchos de los y las “Honorables” que representan uno de los poderes del Estado, así como personeros y personeras de Gobierno de distinto rango en el otro poder del Estado, la que se ha transformado a lo largo de 30 años en una “marca registrada” de una legión de autodenominados servidores públicos con “vocación de servicio” (con esta generalización seguramente estoy siendo injusto con muy pocos seres humanos que tratan de darle dignidad al ejercicio del servicio público. Pero son escasas gemas en un mar de lodo y estiércol que desaparecen a ojos de la opinión pública).
Lo sorprendente después de tantos años, es que sigamos creyendo en esos discursos retocados con que los vendedores de humo de siempre pretenden convencernos, nuevamente, que resolverán las penurias cotidianas de todos o de tales y cuáles. Penurias, injusticias, inequidades innombrables que no han sido resueltas por los mismos que ahora, se visten de ropajes y luces nuevas para asegurarnos que ahora sí que sí…
Si Carlo Collodi volviera a la vida desde su Italia natal y conociera a gran parte de nuestra costra política y sus discursos de charlatanes de la Edad Media, seguramente crearía una pléyade de nuevos personajes que terminarían por convertir en astillas a su Pinocho de madera, empujarían a su padre Geppetto a pedir limosna en alguna esquina y a Pepe Grillo lo clavarían en un insectario para rematarlo al mejor postor.
¿Qué hacer para mejorar la raza política en esta Republiqueta? Es una difícil pregunta constitucional sobre la que deberían reflexionar profundamente aquellos candidates que reciban el beneficio de la duda de miles de electores y lleguen a sentarse en uno de esos 155 escaños anhelados por honestos y trúhanes.
Confío que el electorado no sucumba a los cantos de sirenas de ex personeros del Gobierno actual y de Gobiernos pasados, de políticos parasitarios profesionales desvalorizados, de senadores y diputados ávidos de demostrar su vocación de “servicio público” pero que exsudan ese tufillo a charlatanería y aprovechamiento del elector cándido y necesitado. Confío que a partir del otoño de 2021 el electorado empiece a adoptar la racionalidad intuitiva que mostró Gregorio Mendel en el monasterio austriaco donde vivía mientras cultivaba y mejoraba el linaje de arvejas según sus criterios de selección. Un principio sencillo pero contundente y definitivo que aplica la naturaleza hace eones y que Carlitos Darwin develó para sus coetáneos y el resto de la humanidad: el de la selección del más apto. Hasta el momento, como electores, hemos elegido básicamente a vendedores de humo, listillos de pocas luces intelectuales y macuqueros de tomo y lomo. ¿Podremos mejorar nuestros criterios de selección?
¿Seremos capaces de aplicar una suerte de “Darwinismo electoral” a la hora de elegir a nuestros constituyentes, nuestros alcaldes, concejales y gobernadores?
¿Seremos capaces de aplicar una suerte de “Darwinismo electoral” a la hora de elegir a nuestros constituyentes, nuestros alcaldes, concejales y gobernadores? ¿Podremos llegar a crear un linaje de políticos de fuste, con densidad intelectual, imaginativos, compasivos, empáticos y honestos, que le confieran dignidad al oficio del ejercicio público a partir de abril y en las elecciones de los años venideros?
Quiero creer que sí. Quiero creer que de a poco irán desapareciendo esos personajes que, teniendo las clavijas del poder durante 30 años, no quisieron, no pudieron o no les interesó cambiar lo que ahora dicen lo que pretenden cambiar. Que irán desapareciendo aquellos que se acostumbraron a vivir de las bondades que ofrece el Poder de un Estado injusto y hostil con la mayoría de su población.
Confío que el “Darwinismo electoral” fluya lenta pero definitivamente en nuestras ecuaciones personales al momento de marcar nuestra raya en una de las tantas papeletas a las que nos enfrentaremos en el futuro. De nosotros depende terminar con la “partidocracia” que rige nuestra sociedad. Si no empezamos ahora, entonces ¿cuándo?
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abechtold
Gobierno de los mejores…eso se llama Aristocracia