La isla de las gaviotas ha sido desde siempre una tierra mágica. Un lugar bendecido para quienes habitan esos parajes. El alimento se ha recolectado desde la orilla del mar o desde pequeñas piscinas en los momentos de la marea baja. La recolección también está a flor de tierra, o unos centímetros bajo ella, con mas de 250 variedades de papas. Así, el carácter chilote se forjó amable.
Sin embargo, hay que olvidar que la isla de Chiloé se mantuvo fiel a la corona española hasta 10 años de la declaración de independencia -si se le puede llamar así- de Chile. Los chilotes son guerreros, de carácter fuerte y decididos. Sus habilidades en el campo de batalla, reconocidas por los españoles, fueron utilizadas contra las fuerzas independentistas chilenas, peruanas y argentinas. Luego, tuvieron una activa participación en la anexión a Chile de la actual Región de Aisén y de Magallanes.Ya lo vimos en Aisén. Los pobladores no se amedrentaron a las Fuerzas Especiales.
Bien los chilotes podrían ser autónomos, al igual que los demás patagones y magallánicos. Es muy feble la conexión de dichas regiones al poder central de Chile. Por eso, cuando ese poder, se debilita o se muestra displicente, surgen cuestionamientos y desafios a Santiago.
Ya lo vimos en Aisén. Los pobladores no se amedrentaron a las Fuerzas Especiales. Memorable es la jornada en que los pobladores pelearon por más de 24 horas seguidas contra carabineros. Resultado, Santiago tuvo que sentarse a negociar y ceder. Chiloé es el mismo pueblo.
Esta es una oportunidad única, de la Presidenta Bachellet, para recomponer su posición frente a la ciudadanía. Solo ella podrá detener este conflicto. Ella es capaz de atraer a esos ciudadanos gracias a los mismos atributos por lo que resultó electa, y que en algún lugar han de estar; sin rogar, sin adular, sin violencia, con diálogo, veracidad y sinceridad. Sin dar pie a estrategias de negociación, al tejo pasado, o a obtener una ventaja fácil.
¿Por qué exponer a la Presidenta?, pues no hay mucho que perder y sí mucho que ganar. Un conflicto que se inicia mal y que luego da pie al desatino, miedo y/o vacilación, como ha ocurrido hasta ahora, necesariamente termina mal.
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