La crisis de los medios de comunicación ha vuelto a ser noticia. Esta vez, los ojos se voltearon hacia Copesa (Grupo Saieh) que anunció que dejará de imprimir las revistas impresas Paula y Qué Pasa, despues de cuarenta años de publicación ininterrumpida, y hacia Canal 13 (Grupo Luksic) que decidió externalizar la producción de sus programas, lo que implicó el despido de 270 personas en abril pasado.
La historia ya es conocida y tiene más de una década de antigüedad. Copesa, por ejemplo, ha encontrado más ripio que pavimento en su camino hacia la supervivencia: en 2005-2006 fracasó su proyecto de papel digital; el diario Pulso, lanzado en 2014, dejó de venderse en kioskos y ahora viene como suplemento económico de La Tercera; y el canal de televisión 3TV cerró antes de siquiera abrir, lo que da cuenta de más de una década de experimentos editoriales fallidos.
Por el lado de la televisión, Canal 13 (Grupo Luksic) reconoce que lleva cuatro años operando con pérdidas, su dueño ha debido inyectarle cerca de 32 mil millones de pesos y la paciencia se agota, ya que los ejecutivos fijaron como plazo el año 2019 para registrar ganancias. El caso no es muy distinto en el resto de los canales de televisión (en 2015 TVN despidió a cien trabajadores).Los medios han tomado la decisión de alivianar la carga. Tanto los canales de TV como los medios impresos ahora tienen su equivalente digital, con lo que pueden ofrecer contenido al minuto.
Tanto para los medios impresos como audiovisuales, parte del problema se le puede atribuir al tamaño. Los canales de TV y los grupos editoriales son máquinarias pesadas, grandes y poco flexibles para los tiempos que corren, donde se estila el posteo veloz de contenidos. Buscando una analogía, los diarios y la televisión serían el equivalente a un enorme buque de contenedores: deben quemar mucho petróleo antes de siquiera avanzar un par de metros.
Imprimir un periódico o hacer un programa de TV es un asunto serio y caro. Además de periodistas, fotógrafos y correctores de estilo, un periódico requiere de una imprenta, tinta, papel y camiones llenos de combustible para hacer la distribución. En el caso de la televisión, se necesitan grandes estudios, tecnología de punta y un enorme ejército de personal especializado, entre camarógrafos, iluminadores, sonidistas, maquilladores, vestuaristas, etc.
El problema es que ahora el buque de contenedores debe competir de igual a igual con veleros que se mueven más rápido y tienen más flexibilidad. Un error de tipeo en una nota digital se puede corregir en pocos segundos; en un diario impreso, eso cuesta caro. El oficinista puede leer noticias en su smartphone mientras va en el metro. Ya no necesita encender la televisión al llegar a su casa.
La rigidez de los medios tradicionales, junto con el crecimiento en el uso de internet, está provocando un cambio en el comportamiento de las audiencias y de los propios medios.
Los medios han tomado la decisión de alivianar la carga. Tanto los canales de TV como los medios impresos ahora tienen su equivalente digital, con lo que pueden ofrecer contenido al minuto.
Por otro lado, se está haciendo habitual que estas empresas ahora sean organizaciones multimedios, donde el contenido se distribuye por distintos canales. Es el caso de los programas Mesa Central (Canal 13) o Estado Nacional (TVN), que se transmiten simultáneamente en televisión y radio. Esta es una forma de reducir costos para ofrecer contenido a una audiencia potencialmente mayor.
Pero las medidas más ruidosas siempre son los despidos. La plantilla actual de TVN es de 984 trabajadores, un 18% menos que en 2011, cuando había 1.201. Canal 13 reconoce que mantiene a 600 colaboradores, de un total de más de 800 a inicios de año.
El gran desafío es hacer rentable el negocio de los medios en los tiempos que corren. Pero hay ejemplos destacables.
El New York Times impulsó una estrategia de pago por suscripción en plena era de contenidos gratuitos en internet, lo que le valió muchas críticas y esceptisismo. Finalmente, el modelo funcionó y actualmente el NYT no solamente sobrevive, sino que es rentable, gracias a un importante inversión que le permite entregar contenidos que vale la pena pagarlos.
Aún falta para que en Chile se tomen decisiones de este tipo. Pero ya estamos viendo experimentos que funcionan. Las periodistas Andrea Insunza, Paula Molina y Francisca Skoknic lanzaron un chatbot informativo llamado LaBot que envía noticias, gráficos y análisis breves de política y actualidad a través de Facebook o Telegram. Al día de hoy, LaBot ya cuenta con 9.000 seguidores. El proyecto ganó el Premio Periodismo de Excelencia, categoría Digital, en mayo de este año.
Al parecer, la solución no pasa tanto por el recorte de gastos, sino por invertir en creatividad y nuevos modelos editoriales.
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