Los incendios sureños actuales y pasados, o bien los urbanos, sobre todo los que Valparaíso permitió hace unos años, develan problemáticas diversas. Entre ellas, precariedad en la planificación de medidas ad hoc, como diseño de política pública que aborde, sólo la contingencia (gestión de aviones, helicópteros y otros insumos) y otras de fondo como son el modelo silvicultor anclado en la empresa privada que actúa como soporte de los bosques que se queman (mayoritariamente), y con ello, el ordenamiento territorial que se logra para tales acciones.
Terremotos y tsunamis, son parte de la identidad nacional. Perfectamente podría existir en el escudo nacional una imagen que haga referencia a ello y nadie (o muy pocos) lo objetarían. Sin perjuicio de lo intenso que resultó el terremoto y tsunami del 27 de febrero del 2010, con importantes pérdidas en vidas humanas, además, de una articulada estrategia política para tensionar a un sector político por sus acciones de momento para abordar la emergencia, más las que vinieron a posterior, entre otros, quedaría conocer qué tanto se avanzó, entre varias materias, en lo referido al ordenamiento territorial, cuando de definición de áreas de riesgo se refiere, siempre tan sensible para el desarrollo de proyectos de inversión privada (desde el kiosco, hasta el hotel cinco estrellas) o públicas (puentes, carreteras y otros). Qué decir con las instituciones que administran emergencias, como es el caso de la ONEMI, que hasta donde se sabe no ha avanzado a la velocidad requerida.Se podría afirmar que la geografía es política y la política es geografía, con más o menos globalización, con más o menos aldea global. Es decir, la geografía importa siempre.
Este febrero de 2019, se es testigo en el norte del Chile de cómo el ‘invierno boliviano’ se despliega en diferentes localidades anegando viviendas, infraestructura, patrimonio cultural (siempre muy útil para la industria del turismo) infraestructura vial nacional hasta internacional. Inclusive CODELCO tuvo que detener parte de sus actividades productivas producto de este evento climático (Chuquicamata). Pero el norte ya fue testigo de este tipo de acciones climáticas. Aún se encuentra en la retina cuando Antofagasta sufrió un evento que la inundó significativamente.
Estas situaciones, tienen, hoy por hoy, varios patrones comunes. Entre ellos, el geográfico, sea en su dinámica física, como en la humana. Física, a propósito de las variables diferenciadas que provocan procesos naturales que derivan en desastres o catástrofes naturales, como de la que sé es testigo. Humanas, cuando se emplazan viviendas, infraestructura vial o planes de ordenamientos territorial mal logrados, o bien, no respetados cuando se encuentran bien diseñados. A lo anterior, se agregarían los efectos del Calentamiento Global, el cual supone modificar las variables climáticas generales a escala planetaria y por supuesto, la chilena.
Es en ese sentido que a varios y varias llaman la atención algunas reflexiones de Zigmunt Bauman, el cual, a propósito de su idea de la Aldea Global – Globalización – deja entrever la intrascendencia de las cuestiones propias estudiadas por la geografía, en cuanto disciplina científica y, a la geografía como dato de la realidad concreta.
En el genuino intento de entender que la afirmación de Bauman se circunscribe a las posibilidades que entrega la tecnología para la organización de la sociedad humana en diferentes coberturas, o redes como indicará Manuel Castells (mercados financieros, arreglos políticos y económicos entre otros), sería de toda evidencia que la geografía en cuanto dato mute, permitiendo otro dato, otra importancia y otra incidencia en la vida de las personas. Pero paralelamente, en otras coberturas y redes, la geografía sigue siendo un dato clásico de primer orden. Es el caso de los anteriores ejemplos y una incalculable cantidad de otras circunstancias. Desde ahí, y considerando, inclusive un análisis Centro – Periferia en relación con la Teoría de la Dependencia (denostada por su fracaso político e interpretativo), la geografía tiene una funcionalidad para contribuir a explicar los ejemplos ya consignados, como también la crisis venezolana, o el desarrollo local, regional o nacional de Chile.
Así, se podría afirmar que la geografía es política y la política es geografía, con más o menos globalización, con más o menos aldea global. Es decir, la geografía importa siempre.
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