A casi una semana del terremoto que sacudió Japón y mientras la información comienza a emerger por distintos medios internacionales y por las redes sociales, solo una cosa queda clara: Japón, con toda la tecnología y avances en materia de prevenir los riesgos provenientes de sismos de gran envergadura, hoy enfrenta una catástrofe ambiental y de seguridad nuclear de proporciones.
La contradicción que enfrentamos tiene que ver con (la idea) de si el desarrollo y la modernización se deben realizar a cualquier precio. Esta cuestión de carácter ético ha atravesado el debate sobre uso de nuestros recursos naturales y ciertos tipos de energías a lo largo de todo el siglo XX, y es en la actualidad sentido de cientos de reivindicaciones sociales a escala planetaria.
En nuestro país, el panorama no es muy distinto. La lógica de la modernización a ultranza y del uso indiscriminado de determinados recursos naturales es una cuestión cotidiana y casi “natural” para la actual forma de generar crecimiento económico. Pero, ¿quiénes pagan los costos sociales y ambientales de estas decisiones? Los mismos de siempre; los sectores excluidos y marginados, las y los trabajadores, las comunidades indígenas, los pequeños empresarios.
Peor aun: hoy, en plena crisis nuclear en Japón, el Gobierno de Piñera pretende firmar un convenio o protocolo de trabajo conjunto con el Gobierno de EE.UU., una de las principales potencias nucleares del mundo. Todo esto, haciendo la vista gorda a la crisis nuclear que se vive en Japón y la incertidumbre que existe en el uso de esta energía por países con un nivel sísmico como el de Chile.
Si los técnicos y políticos del gobierno de derecha no quieren ver, problema de ellos. Una cosa está clara: la gente ya tomó conciencia de los peligros que puede implicar para la seguridad de un país sísmico contar con este tipo de energía.
Lo que requiere nuestro país es que la sociedad democráticamente delibere y resuelva ahora, y no en veinte años más, sobre una matriz energética alternativa y sobre la forma en que obtendremos los recursos para implementarla, dejando de lado la lógica de acumulación capitalista dominante, y de los negociados de determinados grupos de intereses. Y obviamente este debate tiene su punto de partida en el abandono definitivo de los intentos de imponernos estrategias destructivas del medio ambiente como las basadas en carbón y otras hoy probadamente peligrosas para la especie humana como la nuclear.
Debemos abrir este debate, para que principios como el de equidad intergeneracional, o de la preservación del patrimonio natural y cultural tengan cabida en la construcción de la sociedad del futuro. Esta será la demostración que el dolor que todos hemos expresado por la tragedia que envuelve al pueblo japones, es verdadero.
* Daniel Melo Contreras, Sociólogo y Vicepresidente Partido Socialista de Chile.
Comentarios
23 de marzo
Primero que nada, no se como alguien del partido socialista tiene cara para hablar de energías alternativas o de medio ambiente despues de ver como su presidenta se encargó personalmente de que una empresa gringa instalara una central termoelectica a carbón en un area verde.
Pero claro, ahora ponerse a hablar en contra de la energía nuclear y de fuentes de energías alternativa tiene apoyo popular, lo que significan votos. Algo bastante necesario despues de haber perdido el gobierno. Total, si los eligen otra vez, ya la gente se habrá olvidado y seguiran haciendo lo que los gringos les pidan (tal como hace el gobierno actual).
Respecto al post, mucho se puede discutir. Sin embargo el asunto de la factibilidad técnica no se resolverá por voluntad popular. Dada la tecnología actual estamos hablando de multiplicar por un factor 5 los precios, por lo bajo, para depender exclusivamente del energías renovables, lo que es inviable para Chile, por mucho que la gente lo quiera. En Alemania, los verdes llegaron al poder en base a prometer reducir la energía nuclear y desarrollar energías alternativas, lo primero lo consiguieron reemplazandolo por el carbón y por comprar energía a Francia (de centrales nucleares, claro).
Entonces, si además no queremos ni termoeléctricas ni nucleares, que nos queda? Solo las hidroeléctricas, que ya sabemos que le gustan a la concertación, pero que también son destructivas para el medio ambiente.
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