Desastres socionaturales en la minería del cobre: ni nuevos, ni desconocidos
La actual catástrofe no es nueva: el terremoto del año pasado impactó los tranques de relaves de la minería cuprífera. Hoy, pese a la existencia de 400 faenas mineras catastradas, muchas abandonadas y sin tratamiento de desechos tóxicos, vemos una preocupación por la producción minera –mayoritariamente transnacional y privada- que una preocupación por la salud humana y la naturaleza.
Un síntoma es el rol facilitador de la institucionalidad ambiental para la continuidad de la minería. A esto se suma un abandono histórico y ocultamiento de información bajo un “está todo bajo control” de las autoridades nacionales.Es necesario avanzar en la comprensión del “chernovil latinoamericano” en términos históricos y socioambientales: reconocer la deuda de la minería del cobre con nuestro norte como una deuda histórica por el abandono y escaso desarrollo; como también con uno de los desiertos más diversos del mundo y de culturas andinas vivas.
Uno de los aprendizajes que dejó el terremoto del 2010 fue la inoperancia del Estado debido a su ausencia y desterritorialización, lo cual se solucionó con dinámicas clientelares y una planificación en función de intereses privados y empresariales. Sólo la vía de judicialización de los conflictos ha servido para visibilizar la problemática de la inversión minera “pro desarrollo”.
Dinámicas del desastre: Clientelismo y participación efectiva de las organizaciones sociales.
La desregulación de nuestras ciudades es funcional a los intereses empresariales; la sobreplanificación profundiza la especulación del suelo. Esta paradoja se ha abordado con la vieja receta del clientelismo político. Una propuesta seria de reconstrucción debe tomar en cuenta el derecho de las personas a decidir en la planificación urbana y rural, ya que la participación de las organizaciones sociales ha sido relegada a validar procesos clientelares, instrumentalizando la protesta social.
Fé científico-técnica y diálogo de saberes
¿Qué tiene de científico construir piscinas de cemento (tranques de relave) para acumular cantidades industriales de desechos tóxicos o, simplemente, taparlos con tierra y luego poner plantas para remediar esa superficie, pese a que esos desechos contaminarán fuentes de agua subterránea?.
Hoy, la ciencia no es capaz de procesar la contaminación minera. Mucho menos responder ante la incertidumbre de la naturaleza. Por esta razón, la planificación de los futuros asentamientos deben realizarse con la gente y diversos actores implicados, en un diálogo de saberes que nutra la reconstrucción de la vida, no del capital.
Costos sociales y deuda ecológica del desastre.
¿Quién paga los costos socioambientales?. En estos casos, las voces del mundo social y de la izquierda suelen interpelar al Estado.
Empero, el Estado legitimó la Responsabilidad Social Empresarial y clientelismo. La imagen, quizás, más recordada fue la Teletón para la reconstrucción del sur, con un desfile de empresarios, entre ellos Andrónico Luksic –propietario de varias mineras con tranques sin control-, ovacionados por sus millonarias donaciones. Este modelo fracasó y, actualmente, continúan las carencias en las zonas afectadas por el terremoto.
Es necesario avanzar en la comprensión del “Chernobil latinoamericano” en términos históricos y socioambientales: reconocer la deuda de la minería del cobre con nuestro norte como una deuda histórica por el abandono y escaso desarrollo; como también con uno de los desiertos más diversos del mundo y de culturas andinas vivas.
Esta deuda ecológica no es más que la deuda del saqueo económico y ambiental. La producción de cobre nutre las economías del norte sin reconocer la deuda ecológica ni los desastres con los países del sur. Al igual que Texaco con la amazonía ecuatoriana, estas empresas deben responder ante el desastre del norte chileno.
Superar el extractivismo: cambio de matriz minero-energetica y productiva.
Si bien el cobre es la caja grande del fisco, hoy sus consecuencias podrían representar externalidades inconmensurables para la reproducción social y de la vida. La dependencia de nuestra economía primario-exportadora nos juega en contra: descapitalizamos nuestros recursos estratégicos y nos quedamos con sus impactos socioambientales.
Hoy, Chile atraviesa una crisis de sobre oferta de posgrados gracias a las becas del cobre (becas chile). No existe la arquitectura tecnológica necesaria para absorber a esta masa profesional en labores productivas, ya que casi no tenemos una industria de estas características. Es necesario abordar este desastre como una oportunidad: aprovechar a nuestros posgrados para transitar hacia una matriz energético-minera y productiva que promueva la economía del conocimiento y el decrecimiento de la extracción mineral.
Un paso para ello es cambiar la lógica energética, puesto que la generación hidroeléctrica –concentrada en las represas patagónicas- dejará de alimentar, paulatinamente, a las colosales mineras del norte; y con ello se abre la posibilidad de pensar una matriz energética descentralizada y territorializada, en función de la reproducción social y de la naturaleza.
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