Baste ver una película sobre el apocalipsis (zombi, nuclear, bacteriológico) para contar, entre los protagonistas, con quien solo piensa en su propio bienestar. En el suyo y, a veces, en el de sus cercanos. Incluso no es necesario recurrir el acabose de mundo para que tal sentimiento aflore: accidentes, siniestros, crisis, escasez de recursos han sido inagotable fuente de inspiración en el mismo sentido.
No es que la creatividad fílmica en este caso, literaria en muchos otros, esté inventando un valor llamado egoísmo. Tal existe entre nosotros desde siempre en términos históricos, desde nuestro nacimiento en los personales. Así como también convivimos con el altruismo y la solidaridad, la moneda social tiene múltiples caras que emergen con mucha mayor fuerza en circunstancias excepcionales.
El problema no es que convivamos con el individualismo y la competencia, impulsos inanulables, inextirpables de la esencia humana. Sino que les pongamos como valores superiores, a través de instituciones y autoridades, y que las políticas públicas se construyan y sustenten en ellos. Y junto a ellos, la mercantilización de todo: salud, educación, naturaleza, previsión social, por citar unos pocos ejemplos.
Ahí está el debate sobre la administración del 4 % adicional de las cotizaciones, que ejecutivos de las AFPs consideran injusto no puedan administrar, ya que solo podría ser gestionado por un ente público.
Nos hablan de discriminación, de coartar la libertad del ciudadano para elegir qué institución pueda poner sus manos, con fines loables dicen, en ese porcentaje del dinero propiedad del trabajador o trabajadora. El argumento suena razonable, si no fuera porque choca con el silencio de estas mismas instituciones sobre la obligación de los cotizantes (sin elección) de dejar parte de sus fondos en sus bolsillos, como capital fresco para las inversiones en muchas empresas que destruyen el territorio y concentran capital. Y qué decir de las muy reales pensiones de miseria que reciben hoy por hoy muchos, demasiados.
Y qué decir del actual Presidente de Estados Unidos, Donald Trump, a quien ya, tristemente, nos hemos mal acostumbrado a escuchar hablar sobre la supuesta grandeza imbatible de Estados Unidos, como si ese país estuviera solo en el planeta y no fuera parte de una interdependencia necesaria para la coexistencia global. Discurso copiado in extremis en muchos países y que renace por estos días en el nuestro a propósito del fútbol y de las privilegiadas condiciones (geográficamente hablando) del Norte Chico chileno para ver el eclipse solar. Puede parecer menor, pero ahí hay un germen en ebullición.
Es imposible encontrar una respuesta estricta y rigurosa, con todas sus variables, sobre por qué hemos exacerbado la edificación de una sociedad basada en la prepotencia, el individualismo, la competencia, la arrogancia como valores fundantes, de los cuales no podemos escapar. ¿Será la codicia, el temor a la precariedad, la autovaloración entre los demás, un resabio evolutivo de otras épocas y contextos?
El Cambio Climático (desorden climático más bien) está poniendo a prueba nuestra capacidad de tomar las mejores decisiones
Hoy vivimos una crisis superior.
El cambio climático (desorden climático más bien) está poniendo a prueba nuestra capacidad de tomar las mejores decisiones. Y no serán ni el egoísmo ni la competencia, ni el interés mercantil, que en gran medida nos trajeron hasta acá, los que nos permitirán enfrentarlo de la mejor forma para todos.
No serán los artefactos tecnológicos, la inventiva con fines de lucro ni la carrera por ser el mejor o los mejores lo que nos elevará sobre las aguas de los mares que se contaminan, que todo lo inundan. Será enfatizar que nuestro futuro (no el nuestro individual, sino colectivo, incluyendo a todos los seres vivos en ello) será viable solo pensando en nosotros, no exclusivamente en el yo.
En días de festejo preguntarse esto puede parecer grave. Pero en realidad, lo grave está en otra parte. Lo grave no es solo el sentido de lo individual y la competencia, consustanciales al ser humano, tanto así como lo gregario. Lo realmente grave es que estos sean el principal leit motiv de quienes deciden y afectan a muchos.
Una situación de la que seremos espectadores privilegiados cuando en diciembre se realice en Chile la COP25.
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Miguel
» La próxima vez que mires al cielo en una noche estrellada, aparte de admirar la belleza de tal espectáculo, piensa que algunos átomos de tu cuerpo fueron vecinos de los átomos de algunas de las estrellas que ves. Es como si fuéramos hermanos de las estrellas, o en general de todo lo que existe tanto en el cielo como en la tierra, en el sentido que nuestros átomos y los de ellas nacieron al mismo tiempo en otra estrella que existió hace miles de millones de años. ¡Literalmente se trata de una hermandad cósmica! »
Este es un extracto de un texto que aparece publicado en una revista de divulgación científica y cuyo autor es Dr. Luis Manuel Villaseñor Cendejas, Universidad de Morelia, Michoacán. México.
miguel
Mira te contaré de primera fuente algo de mi experiencia. Partiré señalando que para abordar este tema sin duda se deben considerar una gran variedad de opciones, sin embargo, según mi percepción lo principal se basa y está dado por un enfoque y visión de vida personal. Desde los primeros años de nuestra infancia se debe dar énfasis a lo mágico y maravilloso que es la vida. Conducir al niño hacia la contemplación del entorno y donde se pueda desarrollar un diseño de enseñanza, de acuerdo a cada nivel, poniendo el centro en que todo obedece y está dado por una serie de relaciones simbióticas. Por cuanto la responsabilidad no está en un otro, sino en la acción que uno haga. Nada en esta dimensión escapa a ese hecho. Una puerta viable para conseguirlo es la curiosidad de investigar, claro que cumpliendo bajo estricto rigor con el respeto hacia un otro. La comprensión poco a poco se irá desvelando y por consiguiente no solo se expandirá de manera armónica, sino también se establecerá el equilibrio en su justa medida.-