#Justicia

Un incendio detrás de la frontera

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La tragedia de la cárcel de San Miguel, donde 81 personas privadas de libertad murieron calcinadas este miércoles, ha provocado que por primera vez desde todos los sectores políticos y sociales se hable de la insoportable realidad carcelaria chilena, de lo inhumano del sistema y del hacinamiento de las cárceles, en circunstancias que hace una semana decían todo lo contrario.

¿Se podrá creer hoy que las cosas van a cambiar? Lo dudo y lo explicaré.

La cárcel, ese dispositivo de control del siglo XIX, que representó la modernidad y la evolución en su momento frente al sadismo de las penas infamantes y las torturas públicas, goza hoy, dos siglos después, de total vigencia, a pesar de su ineficiencia comprobada como política de control y prevención de la criminalidad.

La cárcel es la última frontera de la sociedad posmoderna, el límite detrás del cual se arroja todo lo que no sirve para la estructura económica y social actual. Es una forma hábil pero cruel de manejar la excedencia en un sistema neoliberal, donde es necesario ser eficientes y productivos y donde los sujetos de clases inferiores refractarios al orden imperante (situados en ese margen por la educación pública, el lugar de nacimiento, la salud estatal, la falta de oportunidades, la inefable droga, etc.), deben ser marginados en una zona invisible y no onerosa para la sociedad. Es decir: detrás de los muros pestilentes de las viejas cárceles donde el marginado pasa de su propia exclusión ya asignada, a una definitiva. Pasa a ser un preso.

El incendio en la cárcel de San Miguel es un evento que ocurre detrás de la frontera y sólo su carácter de trágico lo hace visible y logra que todos quienes fomentan y promueven con vehemencia las políticas de exclusión aparezcan hoy desdeñando un sistema que provoca una ingente cantidad de personas recluidas, desde los 14 años en adelante, un sistema que tiene a Chile con una de las tasas más alta de encierro por habitante (311 por cada cien mil habitantes) y que en regiones como Arica y Parinacota alcanza la cifra escalofriante de 1.203 presos por cada cien mil habitantes.  

No es necesario, para entender el fenómeno que termina con toda esa gente quemada en el encierro de una cárcel de madrugada, repetir las características del neoliberalismo que provocan la tasas de marginalidad y desigualdad que es necesario luego controlar por el sistema penal. Ni volver sobre las políticas de seguridad ciudadana que provocan la propagación del miedo como tierra fértil para la oferta represiva; ni insistir en el nefasto populismo penal que con sus leyes draconianas persiste en encarcelar y encarcelar usando hasta el hartazgo el lema del puerta giratoria que hoy parece una mala broma. Tampoco es necesario recordar que en esto no hay diferencias políticas y que esta política pública es quizás la de mayor consenso y la más aceptada por el electorado.

El drama de familias pobres llorando en la televisión va a pasar. El llanto de la madre de un chico que vendía CDs ilegales preso y que murió, va a pasar. La imagen de los cadáveres de jóvenes sin mayor educación pública que el Sename va a pasar. Las buenas intenciones y la crispación de periodistas, opinólogos y políticos van a pasar, y lamentablemente, estoy seguro de que poco va cambiar. Salvo, quizás, por la construcción de más cárceles para evitar la aglomeración de cuerpos encerrados. Pero esa nunca va a ser la solución,  porque para que exista un cambio real debe existir voluntad de modificar en lo profundo lo que vamos construyendo como país; debe existir confianza en el otro.

Debemos entender que un país desarrollado no es el que más produce sino el que logra que todos sus habitantes tengan un nivel decente de vida, donde nadie -ni siquiera los presos- sobra.

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Foto: felixion / Licencia CC

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8 Comentarios

barbara

La eficiente y fantástica solución ha sido planteada claramente por el gobierno: más cárceles, de muchos millones de dólares, modulares, más metros cuadrados, etc, etc. Si tenemos visión de largo plazo, la próxima imagen país podrá ser «Chile, país de cárceles». No es forma de enfrentar el problema, no se analiza el conflicto, sino que se propone una pobre y mediatica manera de decir algo ante la evidencia del desastre que hemos visto en San Miguel. La pregunta de fondo es por qué existe una población carcelaria tan abrumadora. Por cierto, me parece que la respuesta tampoco está en la reforma procesal penal, sino en algo más cercano a la dramática desigualdad y a la escasa capacidad social de convivencia, tolerancia y reflexion ciudadana.

clapsico

Las políticas de exclusión, lamentablemente tienen un origen aún más remoto, que el por usted expuesto, Michael Focault ilustró muy asertivamente aquello. Además, le puedo garantizar, que desde todas las trincheras sociales existentes, se han esbozado hipótesis a ese respecto y algo que concluyen, es que la exclusión no es patrimonio de un paradigma político en particular. Pues afecta transversalmente a todos los modelos sociales existentes.
Delinquir otrora fue una necesidad de compensación, por medios alternos a los socialmente convenidos, para paliar las carencias, que respecto del sustento, se producían, dada las irreparables diferencias de casta y posición. Pero hoy, utilizar ese argumento es intentar ver a la delincuencia exclusivamente, como un efecto de las políticas que imperan, lo que no resulta del todo cierto. Delinquir hoy, es una opción que adoptan ciertas personas, por una multiplicidad de motivos: Pobreza, falta de oportunidades, adicciones, estatus, incapacidad para desarrollar oficios, falta de escolaridad, sentido de pertenencia, choreza!!
Todos los sujetos, independiente de sus contingencias tienen que elegir entre las opciones que ellas le proveen; lamentablemente, delinquir es una de ellas.
Ahora bien, esa decisión tiene costos altísimos, y todos aquellos que asumen una condición de ciudadanos al margen de la ley, la conocen y la aceptan aún así sea implícitamente, dentro de esos costos, se encuentra la muerte violenta.

Todos podemos lamentarnos respecto de las pérdidas humanas, sin embargo, le aseguro que el lamento no es para todos igual. Todos además, pueden esbozar su rechazo a las condiciones en las que esas personas pierden la vida, pueden argumentar su parecer, siendo, todos ellos válidos, al margen de si coinciden o no con nuestro razonar. Pero lo que no todos pueden hacer, es creer que gritando soluciones idealistas, sin base para factibilizarlas y o derechamente abrazando utopías se puede generar un cambio radical en el corto plazo.
Las soluciones no son excluyentes entre si, y por tanto usar hoy, el más absoluto pragmatismo y conservar, a la vez, la ilusión de un mejor resolver, es lo resulta pertinente. Lo otro es falacia.

    raulpalmao-hotmail.com

    Nadie pretende desconocer y menos yo, que la cuestión criminal es un asunto complejo y que por lo tanto resultaría imposible reducirlo a una suerte de causalidad exclusiva, pero evidentemente en un espacio de opinión uno tiene el derecho a enfocar en un aspecto, el que considera el más relevante, para el análsiis del problema.
    Esta columna parte desde Foucault y por eso me sorprendió que no lo notara y justamente partiendo desde un enfoque cercano a ese pensamiento es que esbozo mi opinión. En este punto le ruego ser riguroso; una opinión es distinta a una tesis o a la elaboración de una teoría y por lo tanto no tengo que dar acreditación científica a cada una de mis palabras, pero aún así, no dude en que la tienen.
    Desde luego, su visión de la criminalidad es lo que se conoce como nuevo realismo o bien un pragmatismo de derecha que hoy impera sobre todo en USA, que parte del supuesto del delincuente racional que hace un cálculo costo beneficio al momento de delinquir y donde el Estado asume un control preventivo situacional y elabora tablas actuariales para evitar el riesgo por un lado y por el otro aplica fuerte represión y el encarcelamiento inocuizador. No comparto esa visión pero desde luego es la que comienza a tener plena cabida en Chile.
    Las soluciones no son excluyentes, coincidimos, pero la cárcel es la peor, porque es cara, ineficicente y produce más criminalidad. En este punto hay literatura especializada abundante.
    Entiendo que la posición crítica y sistémica o estructural al abordar la criminalidad se tilde de idealista o falaz, el descrédito ha sido contundente en los últimos años, pero hay experiencias interesantes en Europa y le recomiendo leer a Pavarini y su trabajo en la región de Emilia Romagna, a Baratta, a Hulsman y toda la corriente post abolicionista que ha logrado interesantes proyectos con la mediación penal y a muchos más, al mismo pensamiento del juez argentino Zaffaroni que hace poco sacó una sentencia pro despenalización de la droga.
    El absoluto pragmatismo que devino con el post welfarsimo y el «Nothing Works» tiene hoy a Estados Unidos convertido en un estado- cárcel. Espero no pase lo mismo en Chile.

victorg.

A propósito de la exclusión, en lo único que concuerdo con este ideologizada columna es sobre la mediocre educación estatal, la que efectivamente “sitúa en el margen de la exclusión” no solo a los 81 presos muertos y al resto de la saturada población penal, sino que a los quintiles más pobres de la población. Todos los cuales, presumiblemente, sufrieron de una educación estatal capturada por el corporativismo docente y abandonada a los municipios, los que por lo demás no tienen atribuciones sobre la planta y remuneraciones y sin facultades, tampoco, para crear unidades especializadas y para tener control efectivo de sus recursos (para quien se venga enterando la “municipalización”, entiéndase descentralización, es un mito).

Además, de una educación estatal sin evaluación, seguimiento, ni metas docentes (supongo que nadie considerara “evaluación” a la resistida –auto- evaluación docente).Sino fuera por la liberalización de la Educación Superior, iniciada por la dictadura a principios de los 80, la situación de desigualdad seria mucho peor (la educación básica y media estatal en nada aporta a la generación de ingresos autónomos. Solo aumenta significativamente a partir de los 14 años de escolaridad, lo que sí a tenido efectos positivos en la distribución intrageneracional de ingresos).

Peor aun, con las bien intencionadas, pero irresponsables políticas de Salario Mínimo, se impone una barrera a los quintiles mas pobres para acceder al empleo (el SM ha venido aumentado por sobre la productividad y salarios medios, lo que provoca que los sectores antedichos, que no pueden alcanzar la barrera legal impuesta por su poca calificación, pierdan participación el empleo).Es decir, que compensar la ineptitud estatal en educación (lo mismo vale para la política de calificación) con aumentos artificiales de remuneración, es una política simplista ,con efectos excluyentes.

Y así ,podríamos seguir con mas ejemplos que poco y nada abonan al manoseado discurso anti “neoliberal” ,defendido en esta columna como si con anterioridad a la instalación de este sistema (de mas apariencia que efectivamente liberal), la criminalidad, la envidia o la avaricia ,no hubiesen existido. Consignas ideológicas disfrazadas de análisis ,ya tenemos bastante (de lado y lado).

    raulpalmao-hotmail.com

    Entiendo que son tiempos donde se detesta la ideología, las ideas, el pensamiento crítico, porque resultan poco «eficaces», poco «concretos» para dar paso a un pensamiento supuestamente «desideologizado», que en el fondo está teñido de premisas neoliberales de escaso rigor.
    La exclusión social y el problema de la educación estatal es mucho más profundo que lo que usted dice desde su ideología que mezcla lo liberal con lo moral. Créame.

jorge1812

Me llama la atención la pretensión de ideologizar el sistema carcelario en si, como si hubiera algunos que hicieran cárceles de paraíso, cuando lo cierto es que estatistas de todos lados lo han usado a destajo con todas las brutalidades posibles.

El autor olvida que un sistema carcelario tan brutal e inhumano como el de los zares, fue mantenido intacto por los supuestos igualitaristas soviéticos.

    raulpalmao-hotmail.com

    No entiendo el punto, pero si el asunto es la «ideologización», le señalo que si me refiero al neoliberalismo es porque es la ideología preponderante en nuestro sistema político- económico, en Chile. En otra ocasión podría escribir sobre el sistema penal nazi o el postivismo fascista o bien el derecho penal cubano pero creo que es un análisis para otro tipo de espacio.
    Creo por último que hay un yerro conceptual grave en la comparación entre la criminalidad y el poder penal de la Rusia zarista en comparación con la URSS, son diametralmente opuestas.
    Le recomiendo Control y Dominación de Pavarini y Castigo y Sociedad Moderna de Garland.

patriciotello

Es impactante el dato que entregas sobre la Región de Arica y Parinacota. Comparto tus planteamientos, y como tu lo describes, tambien soy pesimista ante las consecuencias de esta tragedia. Ojala nos equivoquemos y por fin, este pais OCDE pueda destrabar una ley de ejecución penal, que nunca ha tenido la voluntad politica para su promulgación. Quizas no necesitemos jueces especializados, pero si una legislación, que impida las discrecionalidades de la Administracion Penitenciaria, en lo relativo a beneficios intrapenitenciarios.