Chávez no es ni fue el problema de Venezuela. Por eso, los que se ofenden o se molestan con el caudillismo o el autoritarismo de Chávez, tienen mal dirigida su molestia. Los caudillos surgen en aquellas sociedades que están en crisis. La verdadera tragedia, por lo tanto, no es que la gente siga o admire a un líder como Chávez. El verdadero escándalo, la verdadera “crisis”, es que vivimos en una sociedad que crea las condiciones para surjan líderes como Chávez.
A propósito de la muerte del Presidente Chávez han aparecido y seguirán apareciendo un sinfín de análisis acerca de su legado político, económico y social. Está bien que se hagan esos análisis. Es necesario, incluso. Pero más allá de este tipo de análisis, la verdadera pregunta que deberíamos estar haciendo es ¿por qué Chávez?
A algunos, está dicho ya, se les ocurre que Chávez fue un dictador. Lo inmediatamente claro es que si usted se opone a la “revolución” de Chávez, usted lo verá efectivamente como dictador. Pero si es partidario de su gobierno, a sus ojos dictador no fue. Sin lugar a dudas existe consenso en que fue un líder fuerte, carismático y omnipresente. Con un discurso claro, enérgico y una personalidad que a algunos les puede parecer arrogante, a ratos se hacía muy difícil desligar la figura de Chávez del proceso revolucionario. Aratos parecían uno mismo.
Entre los muchos análisis que leeremos en estos días, habrá varios que centrarán su crítica precisamente sobre este punto. Que fue un dictador, un caudillo, un autoritario. Pero en Venezuela no hubo ni torturados, ni desaparecidos, ni exiliados, ni fusilados, ni policía secreta establecida con la sola misión de instalar terror y someter a la población (para aquellos con mala memoria: todo eso sí ocurrió en Chile). A pesar de eso, hay quienes insisten que Chávez destruyó la democracia representativa y que terminó (o quiso terminar) con la libertad de prensa.
Esto, a muchos, les parece escandaloso. Les parece que estos “hechos” destruyen y borran cualquier otro mérito que Chávez pudo haber tenido. Encuentran una lástima y una tragedia que un país tan rico y grande como Venezuela haya caído en manos de un caudillo que buscó destruir la democracia representativa (cosa que no hizo).
Si usted es de los que también creen que “esa” es la gran tragedia de Venezuela y que “ese” será el legado de Chávez, entonces es horaque usted examine y revise sus propios principios.
La verdadera tragedia de Venezuela (y del resto del mundo “en desarrollo”) son los niveles de pobreza, de desigualdad, de marginalización y de injustica a la que están sometidas las grandes mayorías. Ese es el escándalo. Que una minoría tenga acceso a los grandes avances de la humanidad mientras que las mayorías vivan como modernos “cazadores y recolectores” (lo que en otra columna llamé “cazadores y taxistas”) es la verdadera desgracia.
Chávez no es ni fue el problema de Venezuela. Por eso, los que se ofenden o se molestan con el caudillismo o el autoritarismo de Chávez, tienen mal dirigida su molestia. Los caudillos surgen en aquellas sociedades que están en crisis. La verdadera tragedia, por lo tanto, no es que la gente siga o admire a un líder como Chávez. El verdadero escándalo, la verdadera “crisis”, es que vivimos en una sociedad que crea las condiciones para surjan líderes como Chávez. Existe tanta gente necesitada. Necesitada no sólo de seguridad material sino que necesitada de reconocimiento. Que se reconozca su dignidad. Su valor humano. Y eso les dio Chávez. Colocó a la gente en el centro del discurso, les habló a ellos directamente. Les dijo que eran merecedores de respeto y que podían soñar con una vida digna. Por eso lo siguieron. Por eso lo admiraron y hoy lo lloran. El clamor multitudinario de los marginados se hizo carne en Chávez.
La lástima, por lo tanto, no es que Chávez haya llegado al poder y que haya gobernado como lo hizo. La lástima es que existan tantos seres humanos que necesiten de un Chávez que los represente y les devuelva su dignidad robada a manos de un sistema económico que no escogieron (¿y los que se oponen a Chávez quieren hablar de democracia?).
Cuando construyamos una sociedad justa y sin marginados no habrá necesidad de caudillos o líderes carismáticos. Cuando los sistemas económicos y políticos de nuestro mundo den plena cabida a todos sus miembros, cuando todo ser humano tenga acceso equitativo a los mismos libros, las mismas bibliotecas, los mismos hospitales, las mismas escuelas y al mismo derecho de perseguir y desarrollar los sueños de vida, entonces no habrá caudillos. Cada persona será dueña de su destino y tendrá el control de su vida. Los líderes carismáticos y omnipresentes serán superfluos.
Espero que llegue ese día. El día que no necesitemos a un Chávez.
*Columna publicada originalmente en Cambio 21
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