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Para que el teletrabajo no sea una ilusión óptica

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La OIT sostiene que el teletrabajo puede ser una herramienta eficaz para la conciliación, ya que la flexibilidad del uso del tiempo podría permitir articular las distintas responsabilidades (OIT y Eurofound, 2019). Este es un fenómeno que está en crecimiento y hoy se posiciona en el debate social con relevancia. Pero para que el teletrabajo no sea una ilusión óptica (entendida como imagen mental engañosa que genera una falsa percepción de la realidad debido a la interpretación errónea de los datos que perciben los sentidos), es importante relevar la perspectiva de género que tiene en el contexto actual, y a partir de ahí, generar aprendizajes y propuestas para el futuro, porque hombres y mujeres no desempeñan el teletrabajo en igualdad de condiciones.

Como contexto, es importante mencionar que el desarrollo del Covid-19 ha tenido un impacto evidente en el mundo del trabajo. La cuarentena, para muchas personas (con foco en ciertas regiones), ha hecho que se cierren instituciones educativas y lugares de trabajo. Esto ha generado que las familias deban articular, muchas veces con dificultad, sus responsabilidades laborales, domésticas y de cuidado. Por tanto, el teletrabajo surge como una práctica común para la mayoría de los hogares donde hay mujeres que trabajan y que tienen responsabilidades domésticas (o de cuidado), que hacen difícil la posibilidad de conciliar los roles con equilibrio.

En ese marco, es preciso mencionar cinco aspectos que confirman la necesidad de mirar esta situación desde la perspectiva de género. Y que pueden ser un aporte a los  debates y análisis que se hagan respecto a este tema, que es muy contingente a la realidad actual.

Primero, es necesario reconocer que el teletrabajo afecta de manera distinta a hombres y mujeres, sabemos que las mujeres dedican más horas que los hombres a las labores domésticas y de cuidado (ONU Mujeres, 2020). Por tanto el tiempo que las mujeres tienen para dedicarse a sus responsabilidades labores, son menores. Lo anterior tiene impactos en el desempeño de las trabajadoras, cargando con el estrés de no poder responder a los compromisos.

Segundo, las mujeres ejercen el teletrabajo en una situación más precaria en lo laboral. Como plantea la OIT y Unicef en su línea de trabajos sobre el impacto del Covid-19; las mujeres tienen empleos menos calificados y menos remunerados. Esto tiene una correlación con la situación mundial, las proyecciones de desempleo en el mundo no son auspiciosas, la OIT proyecta que en el segundo trimestre de 2020 habrá una reducción del empleo de alrededor del 6,7% en el mundo, y en Chile el desempleo está sobre el 8% (cifra más alta en 10 años). Por otra parte, la tasa de desempleo para la mujeres viene en alza (1,4 puntos porcentuales) respecto del año anterior (INE, Abril 2020).

Tercero, la presión y estrés que produce la situación económica del país y el miedo a perder el trabajo (de cualquiera de los ingresos del hogar), hace que sea difícil poner límites. El exceso de conectividad, la respuesta inmediata, no cuidar los horarios, se manifiestan en la cotidianeidad de muchas mujeres. Esto, sumado a la precariedad laboral, las sitúa en una situación más frágil y expuesta.

Cuarto, en el teletrabajo las condiciones y derechos de los y las trabajadoras pueden diluirse en la “flexibilidad del uso del tiempo”, (esto por la escasa de regulación de esta práctica en algunos sectores y la dificultad de definir tiempo y estructura en la jornada diaria). Esto se justifica además, por el incipiente desarrollo que hay en Chile del teletrabajo. Sin ir más lejos, la Ley del Teletrabajo se publica en marzo de 2020, a propósito de las condiciones que se generan en el marco del Covid-19, lo que le suma relevancia.

Quinto, el derecho al teletrabajo no puede ser sólo para mujeres (madres o cuidadoras). Las políticas de conciliación deben ser miradas desde la corresponsabilidad social y aplicadas a hombres y mujeres; de lo contrario generará discriminación para las mujeres a mediano plazo y las pondrá nuevamente en situación de desventaja.

Es importante mencionar que el trabajo debería ser una alternativa para todos quienes sus funciones lo permitan, claro que falta camino para ello, pero es importante mirar ese horizonte si queremos avanzar en cuestiones relevantes como mejorar la calidad de vida de las personas a través de una buena conciliación vida laboral y familiar.

El teletrabajo surge como una práctica común para la mayoría de los hogares donde hay mujeres que trabajan y que tienen responsabilidades domésticas, que hacen difícil la posibilidad de conciliar los roles con equilibrio.

Estos aspectos confirman que desarrollar el teletrabajo en estas circunstancias, es difícil. Y el impacto que la escasa conciliación, tiene en la salud mental de las mujeres y sus familias es relevante: el aislamiento, la sobrecarga, la frustración, el escaso apoyo de las redes, la presión por responder, el miedo a perder el sustento o trabajo, la falta de autocuidado, afectan el bienestar psicológico.

Estudios sobre los efectos de la pandemia, y la relación entre conciliación y teletrabajo, muestran algunos resultados preliminares. Se observa que las mujeres trabajan y cuidan al mismo tiempo, el seguimiento a tareas educativas es realizado mayormente por ellas y en algunos casos el teletrabajo lo deben desarrollar a horas extremas (madrugada) para poder lograr sus objetivos (Universidad de Valencia, 2020).

Esto confirma, que analizar el teletrabajo desde la perspectiva de género debe comprometer a la sociedad, desde ahí es importante que distintos actores involucrados asuman pro actividad y compromiso para generar propuestas que permitan avanzar hacia un teletrabajo efectivo que resguarde la calidad de vida, la calidad del trabajo y los objetivos para los cuales se implementa.

En este marco, la OIT y UNICEF (2020) en su informe de orientaciones y recomendaciones para generar mejores condiciones a las familias en este contexto, recomienda que se generen propuestas desde el diálogo social, para que efectivamente las respuestas sean sostenibles y eficaces. No obstante, surge la preocupación en el marco de una ley que fue publicada recientemente y que deja poco margen de acción. No obstante hay un desafío tremendo para seguir trabajando sobre una realidad contingente, pero que se proyecta al futuro.

Un caso interesante para observar y profundizar, es Holanda. En este país el teletrabajo lleva casi dos décadas, su implementación fue impulsada por el Estado junto con otros actores sociales y ha evolucionado en sus condiciones. Algunas de las características que podemos destacar de su experiencia son: cuidar los efectos del aislamiento de los trabajadores, fomentar la separación de la vida personal y laboral (estableciendo horarios, objetivos y metas) y propiciar el derecho a la desconexión por parte del trabajador.

Por tanto, para que el teletrabajo no sea una ilusión óptica, es necesario incluir en su análisis la perspectiva de género, debe ser diseñado e implementado desde una corresponsabilidad social y debe ser construido desde el diálogo social (perspectiva inclusiva respecto a la complejidad de la realidad laboral), así se avanzará en transformar el teletrabajo en una alternativa real de conciliación hoy, y en los tiempos que vienen.

 

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