El 12 de agosto pasado, el diario Las Últimas Noticias tituló su página 8: “Apuñalan a chileno en Nueva York”, agregando en la bajada de la misma: “Rodrigo Guzmán, conocido como Camila, tenía varias heridas y una sábana atada al cuello”.
Además de, por cierto, lamentar otro crimen producido en el mundo en contra de una persona trans, resulta cansador volver a constatar la falta de rigurosidad de los medios de comunicación en la forma de abordar la realidad que enfrentamos quienes tenemos una identidad de género distinta de nuestro sexo biológico de nacimiento.
Esta noticia, así como muchas otras que aparecen con frecuencia, permiten confirmar que una de las principales barreras sociales que sufrimos las personas trans —además de la falta de acceso al trabajo y a la salud, debido a nuestra identidad de género—, la constituyen los medios de comunicación, especialmente masivos: diarios y canales de televisión abierta.
En efecto, aparte de estigmatizar de manera radical a la comunidad de personas trans —al reducirnos, casi exclusivamente, a prostitución, delincuencia y alcoholismo—, dichos medios cometen el reiterado error de no respetar nuestra identidad de género en la forma de tratarnos.
Lo que nos define a las personas trans (transexuales, transgéneras o intersex) es que nacemos con un desacuerdo entre nuestro sexo biológico (genital) y el sexo psicológico (que autopercibimos) y social (que expresamos). En otras palabras, nuestra identidad de género (sexo psicológico y social) difiere de nuestro sexo biológico de nacimiento.
Lo anterior explica que la principal y constante batalla que las personas trans debamos dar en la vida, tanto a nivel individual como colectivo, sea el reconocimiento —de hecho y de derecho— de nuestra identidad de género.
Camila Guzmán, precisamente por ser una persona trans, debió luchar durante mucho tiempo por ser respetada como tal en esta sociedad. Esto no es fácil. Incluso al momento de hacer un trámite cotidiano —por ejemplo, el cobro de un cheque en una caja de banco—, las personas trans sufrimos de una gran incomprensión de parte de los funcionarios encargados de atendernos.
Dicho lo anterior, una cuestión básica (que en países más avanzados la exigen, incluso, manuales de estilo para medios de comunicación) es respetar la identidad de género —por lo tanto, pronombre en el trato e identificación— de las personas trans. Así, por ejemplo, una mujer trans es aquella que nace con anatomía masculina, pero con sexo psicológico femenino, por lo que debe ser llamada según el género femenino.
Sin embargo, lamentablemente, la mayoría de los medios insisten en hablar de “los travestis” y “los transexuales” para referirse a las mujeres trans. Pero lo que es más grave, como es el caso de la noticia aquí referida, es que llegan a mencionar el nombre legal de la persona.
Conquistar el nombre para una persona trans —en sentido más amplio, conquistar su derecho a la identidad— es algo muy profundo: supone conquistar el “país de la libertad”, algo que, para las personas que no lo son, puede resultar inimaginable.
¿Sería mucho pedir, lo pido yo como mujer y activista trans que soy, que los medios de comunicación (periodistas y editores) hagan el esfuerzo por imaginarse en qué consiste la conquista de ese país?
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Foto: Village Voice
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