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Sobre el valor de una relación dialógica en el contexto educativo

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En una relación dialógica ambos interactuantes aportan indistintamente sus propias experiencias, cualidades, historia de interacciones. La suma de estos diálogos es una nueva entidad  construida  con los aportes de cada uno de los interactuantes, la que obviamente es diferente a la que posee cada uno por separado.

[texto_destacado]En este diálogo en tanto es abierto, genuino o validador se evidencia el fenómeno que B. Sarlo (1995) denomina “el estallido del sujeto”, el protagonismo de lo subjetivo por sobre lo objetivo, o lo que también podría expresarse como la preponderancia del yo.

Esta instancia dialógica ofrece un producto re-creado, un otro que surge siempre nuevo al mismo tiempo que sigue siendo el mismo, un producto estético, con la singularidad y la “belleza” de una obra de arte.

El alumno y el profesor utilizando sus paletas mezclan los “colores” de su yo con los de su interactuante, cada uno como un protagonista total y absoluto plasma una co-identidad, un yo entretejido con el otro y un otro entretejido por su yo, lo que puede interpretarse como una verdadera comunión o como una efectiva comunión, la que permitiría co-dialogar, co-comprenderse, co-ayudarse y en definitiva co-existir.

María Palmira Marci (1998) hace referencia a lo señalado cuando en su tesis de maestría sobre el tema de la construcción de la identidad, sostiene que en el plano intersubjetivo la recreación de una vivencia contribuye a fortalecer lazos y crear un clima de intimidad, por cuanto el intercambio de historias personales y recuerdos constituye un elemento significativo en el inicio de una relación afectiva con otras personas” (M.O. Massi, 1998)

Esta co-construcción dialógica requeriría la aceptación implícita de los interactuantes, de que sus propias subjetividades serán componentes de la identidad o descripción que hagan del otro.

Esto equivale a sostener que el alumno es siempre parte del contexto dialógico y gnoseológico del profesor, que la realidad o el ser del alumno no es independiente de la realidad o ser del profesor y viceversa.

La dialógica se hace aún más comprensible a la vez que más compleja cuando también logramos percibir los procesos de reconstrucción de identidad o de autorrepresentación, que vive cada uno de los interactuantes durante la experiencia dialógica o co-existencial.

El diálogo en términos de Humberto Eco (1962), constituye una “obra abierta” en que ambos interactuantes dejan de ser pasivos para convertirse en “centros activos de una red de relaciones inagotables”.

Este análisis permite proponer una categorización de estilos dialógicos  o conversacionales:

  1. Diálogo informativo o co-informátivo: Ej. “¿Cuál es tu nombre?”,  “¿Qué edad tienes?”, “ayer en la televisión vi un programa sobre la delincuencia juvenil”. Algunos autores han denominado a estos diálogos conversaciones vacías    porque no contienen nada o poco de la personalidad del informante, de   hecho en muchos casos  podría establecerse un intercambio semejante o aún mejor con una  máquina; como podría ser un cajero automático o un  computador.
  2. Diálogos afectivos – informativos: Ej. “¿Cómo te sientes?”; “¿qué te hizo reaccionar de ese modo con tu compañero?”; “alumnos,  hoy  no es un buen día para mí, estoy pasando por un momento de tristeza porque estoy de duelo”. Estos diálogos pueden adscribirse a los  generados por  la comunicación   empática y asertiva, en tanto empatía se entienda  como la capacidad de  reflejar al otro que  se comprende la emoción desde la cual está   hablando   y asertividad como la capacidad de comunicarle al otro la  emoción desde la que se habla.
  3. Diálogos éticos- trascendentes: Ej. “El señor te bendiga”, “tú eres un  milagro irrepetible”, “estar contigo me ilumina el alma”. Estos diálogos son frecuentes entre religiosos o personas que promulga la misma fe, y aunque pueden ser conversaciones profundas y llenas, muchas veces contienen la negación que conlleva el deber ser, por ejemplo:   tienes que ser como el señor es, te entrego mi testimonio para que  aprendas a actuar como yo, etc.
  4. Diálogos co-existenciales: Ej. “¿Qué puedo hacer ahora para que te sientas más valorada?”, “¿qué  tengo que cambiar para que te sientas más feliz a mi lado?”, “tu presencia me llena de renovada energía”. Estos diálogos están centrados en el ser del otro, en el sentir o percibir lo que el otro es aquí y ahora, con  una disposición  a compartir o exponer el propio ser a la mirada del otro. Son diálogos que requieren de una actitud y presencia corporal total en   presente, especialmente de la comunicación pupilar. Por ello algunos  autores  interaccionalistas consideran como relación genuinamente humana, la que se da cara a cara, descartando por tanto las comunicaciones telefónicas, epistolares o por Internet.

Estos diálogo requieren disminuir o quitar el espesor del mundo[1], sacar todo lo que no soy, o lo que los demás han dicho que soy[2], un diálogo de ser a ser, sustrayéndose de los paralogismos o disfraces que los interactuantes suelen utilizar para protegerse del posible daño que el otro pudiere hacerle. Requiere de “yoes” libres de máscaras[3], con una cierta holomirada del ser del otro, ser que es más que la suma de sus  partes, al mismo tiempo que cada una de sus partes es más  que la suma del todo. Es una mirada que percibe al otro como un sistema constitutivo, que se constituye en lo que es en el contexto del presente y no como un sistema sumativo o suma de partes invariables y sin conexión entre ellas.

En este contexto cobra sentido la afirmación de M. Kundera (1994) “cuanto mayor es el lente del microscopio que observa el yo, más se  escapan el yo y su unicidad”.

Una relación dialógica en el contexto educativo podría ser un gran aporte para cambiar el mundo, respecto a la creciente incomunicación entre sus habitantes, principalmente entre quienes sienten y piensan distinto, para disminuir la negación del otro y lo otro, esta costumbre sólo incrementa la soledad, el aislamiento, la desconexión con la otredad y con ello, el aumento de las enfermedades psicobiosociales y de la direccionalidad del existir en una vacío existencial y una direccionalidad preferente hacia la no-vida.

El dialogo es muy distinto a una conversación vacía (sin que se nutra el ser, el saber y el sentir de los interactuantes) o notificaciones donde un emisor comunica a un receptor, sin permitir, no interesándole o no escuchando la respuesta o retroalimentación del otro.

El diálogo es comunicación, el prefijo “co”, significa: “entre”, “nosotros”, recursión, integración, coexistencia, donde dos o más cuando transmiten un mensaje, tiene una profunda y compasiva motivación, por escuchar lo que el otro quiere expresar respecto a su sentir, su pensar, su ser o su existir. No saluda, por una formalidad, desea verdaderamente saber la respuesta del saludado, desde la convicción de que saludar es llenar de salud a los otros.

El verdadero dialogante  no sólo refleja empáticamente lo que el otro piensa, sin  molestarse cuando ese otro no responde lo que se esperado, aceptado que  piensa distinto, porque es un legítimo otro, también refleja el sentir en un escuchar activo, reflejo compasivo y no violento, también le refleja el ser, como si fuera el espejo de las virtudes esenciales de su persona, de su esencia o de su yo profundo.

Este verdadero diálogo, que siempre valida al otro en todas sus diferencias, es el que permite fortalecer la paz, los acuerdos y la no violencia, los caminos no son las guerras, los ataques, las descalificaciones y la violencia. Nunca el fin justifica los medios, un buen fin (como la paz, la reconciliación o la sanación) requiere necesariamente de buenos medios, donde la relación dialógica es  uno de los principales.

[1] Estas palabras hacen referencia a la afirmación de J.P. Sartre: Estoy separado de mí mismo por todo el espesor del mundo

[2] Al respecto conviene recordar que el autoconcepto, autoimagen y autoestima de las personas está conformada principalmente por lo que los demás le han dicho que son, y dado que la cultura occidental es eminentemente negadora, puede sostenerse que éstas están conformadas principalmente por lo que le han dicho que no son o lo que les falta.

[3] Máscara en el sentido que la utiliza Carl Jung, como el arquetipo complementario de la  Sombra, siendo la máscara la personalidad que se muestra a los demás para satisfacer sus expectativas de rol , y la sombra lo que la persona realmente es pero mantiene detrás de la máscara en la oscuridad por temor a no ser aceptado.

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El Insulto como medio de guerra político en el cambio, Parte I

El Ejemplo Más Contingente y Significativo: JAVIER MILEI

Este creyente en el Dios que creó los cielos y la tierra
Abatió a una Casta Ladrona y Corrupta que empobreció argentinos ¡Por Cien Años!

Lo habrán notado,
cuando se refería a algunos de ellos
solía decirles:
«¿Por qué no te vas a la Concha de Tu Madre, hijo de las mil Re Putas?»
Para simbolizar su desprecio por aquellos ladrones corruptos que empobrecen argentinos,
siempre creando un nuevo impuesto,
y subiendo sus sueldos para protegerse de la inflación que creaban
imprimiendo dinero a lo locos ladrones de la de su madre que han sido…

Pero, ¿cómo vemos al insulto en Chile?
Acá hablamos de respeto, para evitarlo, ya que con otras formas de expresión podemos referirnos a lo que sea.
Es decir, podemos evitar los insultos, como medio civilizado de entendimiento.
(También podemos evitar los robos y asaltos, o las drogas, pero, allí, en ese lado oscuro del ser humano, no se especula de tanta civilización)

Se entiende que evitar el ejemplo de la réplica del insulto despreciable que miramos u oímos, nos ha de hacer mejores,
pero, mejores también nos haría no robar, ni asaltar y evitar los drogas.

Si fuera por caso de juicio de La Ley del Creador en tiempos pasados, aún transgrediendo solo un mandamiento, te hacías culpable de toda La Ley, sin justificación.

Entonces, ¿qué hacemos con esta apariencia que oculta realidades por buena educación?

Ya sabemos que un buen argumento y una buena sarta de insultos derriban muros.