El miedo a la muerte se debe al miedo a la vida.
Un hombre que vive plenamente está
preparado para morir en cualquier momento
(Mark Twain)
Desde el pensamiento platónico, el mundo estaba habitado por “vivos-vivos” y “vivos-muertos”. Para Freud dos pulsiones elloicas nos acompañan siempre en nuestro existir: la pulsión de vida o Eros y la pulsión de muerte o Tánatos. Para Bert Hellinger el fundador de la psicología sistémica transgeneracional, honrar padre y madre, es lo que define cuanto de nuestro existir, se direcciona hacia la vida o hacia la muerte.
Estos son sólo ejemplos de la inseparabilidad, o “no-dos” entre vida y muerte, lo correcto es denominarla: vida-muerte o muerte-vida. La escisión, la dualidad, la dicotomía, son hábitos ontoepistemológicos fundamentalmente occidentales. Esta fragmentación bipolarizada, que pone la muerte en un extremo oscuro, triste, indeseado y el otro extremo luminoso, alegre y deseado la vida.Todo ser que nace a la vida, lo hace también a la muerte, en un fluir continuo e inseparable. Si ningún ser nacido a la vida hubiera muerto, posiblemente se habrían agotado los recursos y condiciones para que la vida fuera posible dentro del planeta
Pueblos originarios y culturas con una visión más holística, dialógica y recursiva del coexistir, tienden a mirar y describir toda realidad entretejida hologramáticamente, incluida la vida y la muerte, que la perciben como un todo no dual.
¿Porque cuesta tanto percibirla unidas? Si con cada paso hacia la vida se da un paso hacia la muerte, “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto» (Jn 12,23-24), sin apoptosis o muerte de la célula no hay renovación celular.
La pulsión tanática que lleva a algunos animales a un “suicidio” colectivo, que vinculan su acto de no-vida para la vida, con una función puramente biocéntrica, potenciadora de la supervivencia de la especie, por la misma razón, que una madre abandona a la cría más débil, o se alimenta de ella, para tener mayor capacidad de mantener en la vida a sus otras crías.
Los lemmings en las costas escandinavas, se arrojan masivamente, al océano, en un acto ecosistémico del morir-vivir. Algunos animales mueren porque ocupan toda su energía en al apareamiento, este tipo de reproducción donde se entrega la vida para vida, es también frecuente en especies como el salmón, insectos, ranas, lagartos en muchas plantas.
Todo ser que nace a la vida, lo hace también a la muerte, en un fluir continuo e inseparable. Si ningún ser nacido a la vida hubiera muerto, posiblemente se habrían agotado los recursos y condiciones para que la vida fuera posible dentro del planeta.
“La relación que existe entre la muerte y la vida es íntima y estrecha. No es cierto que la muerte sea lo contrario de la vida».
Tu cuerpo tiene células, sistemas, microorganismos, bacterias, flora, en constante transformación. Unos vivos y otros muertos. De hecho, se estima que en dos años no quedará nada de la versión actual de una persona. Así de cambiante es todo. Sin embargo, si sólo miro en el momento presente no se advierte ni uno sólo de esos cambios.
Si paseas por un bosque salvaje verás mucha vida alrededor y también hojas podridas, materia en descomposición y árboles secos. Donde mires encontrarás muerte y vida a la vez. Si miras más cerca descubrirás que, lo podrido sirve de abono de lo vivo. Sus nutrientes, llenos de vida, pasan a formar parte de la vida. No hay muerte por ninguna parte solo metamorfosis de las diferentes formas de vida.
De esta forma, lo opuesto de la muerte es el nacimiento. La vida y la muerte pasan a formar parte de este continuo eterno.[1]
La mariposa se construye a partir de la no- vida de la oruga, que la antecede en su metamorfosis. “El presente vivo” o co-emerger del fenómeno (Husserl, Varela) se construye a partir de la no-vida pasada y el futuro se hace vida-presente a partir del presente-vivo, que le precede y por tanto ya no es.
La vida puede también ser comprendida como un todo en sí, que no admite otra posibilidad, por tanto sólo podría definirse como como ausencia de muerte, del mismo que se puede considerar la muerte como ausencia de vida, en tanto un todo, como un modo de eliminar la dualidad muerte vida, excluyendo lo aparentemente opuesto.
También es posible, sólo aceptar una de las opciones, desde el biocentrismo, se tiende a considerar que todo lo vivo tiene una sola teleología: la vida, opción que se resiste en otorgar existencia entitativa a la muerte, desde este enfoque se suele denominar muerte, o más exactamente no-vida, a la falta, carencia o vació de vida.
También para algunas lecturas estipulativas sobre el tema, la vida es la muerte y sólo con la muerte se inicia la verdadera vida, como una especie de peudo-vida, como un camino previo preparatorio para acceder a un vivir pleno. Se puede llegar convertir y aceptar esta vida como un valle de lágrimas, karmática (como lo que quedó pendiente de otra vida), de sufrimientos y sacrificios, sólo como una antesala de una vida eterna de gloria y plena felicidad. Lo que puede interpretarse como otra expresión de una visión dual y dicotómica sobre el tema de la vida y la muerte.
Entonces, ¿La vida continúa después de la muerte? ¿Es posible “otra vida”?, ¿qué podría tener de diferente a esta vida habitando un cuerpo? ¿Saberlo, puede tener algún impacto positivo sobre la vida vinculada con el cuerpo físico? ¿Y si hay “vida” después de la “muerte”, en ese más allá existe otro o infinitos más allás? ¿Tiene sentido olvidarse, descuidar o desvalorar el “acá “, por el “más allá, o sería mejor integrarlos en la inmanencia y trascendencia del ser?
Para muchos relevantes estudiosos del ser y existir, la educación y el vivir es fundamentalmente tanático, con hábitos cada vez más frecuentes y exacerbados para escapar de la vida: sumergidos en el negocio (negación del ocio), donde el hacer deja muy poco margen al vivir, enajenados en la interacción con realidades virtuales (no reales y no vivas) y con máquinas (también sistemas no vivos) que se miran, se tocan y se les dedica más tiempo en el día, que ha cualquier otro vivo, por próximo que esté. ¿Se puede estar vivo sin vivir?, se puede ser un vivo muerto y existir en “modo zombie”
En una cultura, con tendencia a sobrevalorar lo científico y lo positivista, el principal indicador de vida, está relacionado con procesos anatomofisiológicos ¿Se puede tener un cuerpo vivo y un sentir sensorial, emocional y espiritual menos vivo? ¿Se puede existir como ser vivo (sistema abierto, autopoiético) y operar en la vida como una máquina artificial (sistema cerrado, no autopoiético)
Otro modo de elegir la no-vida, es eligiendo no ser, cayendo en un sin sentido a vacío existencial, cuando se existir en algo distinto a lo que se es, (metafóricamente siendo golondrina elegir existir como oveja) ¿se puede llamar vida a ese vivir ajeno y alienado? En la lápida de esa golondrina, ¿habría que escribir que vivió sólo los instantes, en que a lo mejor, casual o inconscientemente existió como golondrina, registrando como su periodo de vida, todo el tiempo en que existió como golondrina? Como bien lo expresa Normal Cousins “La muerte no es la mayor pérdida en la vida. La mayor pérdida es lo que muere dentro de nosotros mientras vivimos”
También existen, otros modos, de conservar la esperanza de vivir después de la muerte, como por ejemplo, la vida de la fama, como un modo de mantenerse vivo después de morir. Como bien lo señala Jorge Manrique en estos versos: “Este mundo es el camino/para el otro… /.pues otra vida más larga/ de fama tan gloriosa/ acá dejáis…”, otro ejemplo, es la vida transgeneracional, la que trasciende en nuestra descendencia, genérica, energética, sistémica u espiritual, existen prácticas psicoterpéuticas asociadas a esta visión como las “constelaciones familiares” y costumbres de origen ancestral como es el “día de los muertos” en México, Albert Einstein, explicita este tipo de continuidad en la vida, con las siguientes palabras: “Nuestra muerte no es un fin si podemos vivir en nuestros hijos y en la generación más joven. Porque ellos son nosotros; nuestros cuerpos son solo hojas marchitas en el árbol de la vida” y Thomas Campbell, expresó la continuidad vida, del siguiente modo: “Vivir en el corazón de los que dejamos detrás de nosotros no es morir”.
Otros ejemplos, son la reencarnación, la resurrección o la continuidad de la vida en otras dimensiones y niveles de consciencia y existencia. Todos los cuales tienen sus seguidores, sus fundamentos, búsqueda de pruebas, y sus dogmas.
La vida-muerte parece tener vocación de eternidad, parece sin fin, en todos los sentidos, el agua que contiene nuestros cuerpos es la misma que bebían los dinosaurios y en cien, mil o más año será el agua de la manzana que una boca le quite la vida para alimentar su vivir. Trascendemos bioquímicamente, nada de la materia que nos mantiene en la vida se pierde, sólo se transforma. (Lavoisier). La materia que forma mi cuerpo es la energía que moverá alas de mariposas y colibríes en la búsqueda del polen que hará existir nuevas flores y sus frutos en un ciclo vital sin fin.
También, es muy probable que además de este cuerpo físico emparentado con la eternidad, tengamos como lo señala el filósofo Ismael Quiles, otros cuerpos dos cuerpos (el espíritu y el alma) , que como son partes de un todo integrado, compartan su eternidad, y como Quiles estima que lo que alimenta el espíritu es la belleza y el silencio menor (plena consciencia del aquí y ahora) y de belleza (goce estético inherente al silencio menor) , Y el alimento del alma es el silencio mayor (la oración, meditación trascendental…)
Es posible que así como el alimento de nuestro cuerpo físico nos conecta y mantiene en la vida, el silencio menor, la belleza y el silencio mayor, nos facilite, de modo muy prolongado mantener en la vida el espíritu y el alma, ¿tal vez, si por siempre?.
También podría ser, que cada vez que nosotros sentimos sensorialmente y emocionalmente, con nuestra piel y nuestro corazón; la belleza de la flor y del colibrí, del mar y las olas y de la sonrisa y la mirada de otro, nos contactemos con todas las vidas que fueron y serán sintiendo lo bello de la flor en el colibrí, de la ola en el mar y la mirada en el otro. Es decir que la vida eterna sería en cada segundo en que somos y la perdemos cuando nos fugamos hacia el pasado y el devenir del vivir. Semejante a lo que Mario Benedetti describe como amor: «El amor no es repetición. Cada acto de amor es un ciclo en sí mismo, una órbita cerrada en su propio ritual”. Es, como podría explicarte, un puño de vida»
Es posible, que cada vez que se alimenta el espíritu de silencio menor y de belleza, la esencialidad estética que nos rodea, nos vincula de modo más directo con la vida. Y cada vez que se alimenta el alma, con oración o meditación trascendental, se nos abre la puerta de la eternidad y la experiencia de la religación de la parte con el todo y del alma individual con el alma universal.
Muerte-vida-eternidad-unidad-amor, parece ser las palabras que integran de mejor modo el modo, el cómo se debe escribir y protagonizar lo finito-infinito, lo inmanente-trascendente, lo particular-universal de nuestro morir-vivir.
[1] https://psicologiayeste.com/blog/la-muerte-y-la-vida/
Comentarios