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La reforma educacional olvidada

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Aunque no podemos predecir cuáles serán las profesiones del futuro, sí tenemos conocimiento de cuáles son las competencias que necesitarán nuestros niños para trabajar, estudiar y participar en el tiempo que les tocará vivir. Estas son las habilidades del siglo XXI como: pensamiento crítico y resolución de problemas; comunicación; colaboración, y flexibilidad y adaptabilidad en asumir tareas.

De la misma forma que los cajeros automáticos no bajaron la renta o los trabajos de los empleados bancarios, la robotización y el desarrollo de la inteligencia artificial generará nuevas y mejores oportunidades laborales a futuro, como plantea el Artificial Intelligence and Robotics and Their Impact on the Workplace, del  Global Employment Institute. La misma publicación plantea que en Corea del Sur la necesidad de una mayor interacción entre los humanos responsables y las máquinas, ha creado nuevas oportunidades laborales para trabajadores calificados en matemáticas, ciencias o inteligencia artificial.

En el mundo del futuro no necesitaremos técnicos y científicos como los muestran las caricaturas. Según el mismo reporte del  Global Employment Institute, las cualidades como la creatividad y la flexibilidad son fundamentales, pues el trabajo con las nuevas tecnologías, más que exigir rutinas o procesos repetitivos de obediencia, requieren de habilidades para trabajar de manera organizada e independiente, además de construir redes y equipos para trabajar en búsqueda de conceptos abstractos. Estas son precisamente las habilidades del siglo XXI, que permite desarrollarse en funciones tan diversas como la de profesionales de entornos altamente tecnologizados, desarrollador de videojuegos, programador de bots o youtuber. Por lo tanto, aunque seguramente las labores repetitivas y tediosas serán fácilmente reemplazadas por máquinas, los expertos vislumbran buenas perspectivas para las personas que cuenten con la formación necesaria para trabajar en el nuevo contexto tecnológico.

El trabajo con las nuevas tecnologías, más que exigir rutinas o procesos repetitivos de obediencia, requieren de habilidades para trabajar de manera organizada e independiente, además de construir redes y equipos para trabajar en búsqueda de conceptos abstractos. Estas son precisamente las habilidades del siglo XXI

El problema que tenemos en nuestro país es el exceso de esfuerzos en la formación en contenidos redundantes y añejos que no están en la línea de las exigencias del mundo actual. Los establecimientos educacionales, las universidades, el gobierno y los parlamentarios deben asumir la importancia de la definición de nuevas estrategias para entregar las herramientas que permitirán a los niños responder a los desafíos de nuestro tiempo. Esa es la reforma educacional que necesitamos, no dejemos que resolver los problemas del pasado nos haga olvidar del debate educativo la actualización de la formación que entregamos a los niños y jóvenes de hoy. La educación necesita entregar herramientas para resolver los problemas del futuro antes que el paso del tiempo los convierta en los dilemas del presente.

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clado

Si imaginamos que las reformas educacionales son la mejor forma disponible de fortalecer el modelo educativo vigente, el olvido de “esta” reforma -como dice el artículo- parece positivo. Esto de fortalecer el “modelo educacional” tiene un trasfondo de responsabilidad total con las generaciones de estudiantes que llegan obligatoriamente a las escuelas: son nuestros hijos, y esto es histórico.
No se puede dejar de pensar en la posibilidad de que, quienes quieren implementar habilidades o competencias en el modelo educacional están convencidos que pueden saltarse la calidad de la escolarización que es donde deben ocurrir los procesos formativos escolarizados que deberían dar por resultado sólo parte de lo que se oferta “para el siglo XXI” No nos hemos detenido a razonar rigorosamente que, lo que debería entregar la escolarización debería servir “para todos los individuos, para todas las épocas y todas las ocupaciones” El no diferenciar educación y escolaridad, lleva a “la ceguera causal” de los problemas ocultados; y las soluciones “de vanguardia”, fortalecen el retraso y la dependencia crónica de nuestra “educación”
Si analizamos atentivamente lo expuesto en el artículo, no es difícil entender que “todo lo que pide” DEBE tener ANTES los procesos formativos escolarizados, desarrollados profesionalmente, por pedagogos formados para la escolarización, no para la educación: ella, la educación, no se le puede seguir pidiendo a la escuela y sus profesores.
El modelo debe cambiar.

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