En el último tiempo hemos sido testigos de múltiples columnas, programas de TV, foros y testimonios que hablan de un “nunca más” en materia de derechos humanos a raíz de los cuarenta años del golpe militar. Claro está que cuando la ciudadanía se pregunta qué significa este nunca más, surgen variadas respuestas, en que la mayoría de ellas son vagas, débiles, apelando exclusivamente a la toma de conciencia por los horrores de la dictadura, evitando ir al fondo de lo que fue para cada chileno la ruptura de la democracia con las consecuencias ya conocidas.
Toda esta apertura que vimos en los medios de comunicación, incluido el gobierno, nos hizo pensar que por fin se había tomado en serio la fractura que sufrió el país a partir del 11 de septiembre de 1973, con heridas y divisiones tan profundas que aún no se han podido superar. Jamás pensamos que se violentaría tanto la dignidad humana, que como era posible que un compatriota le causara tanto daño a otro igual, motivados por un odio nunca antes visto en nuestra historia, pese a guerras civiles, ocupación de la Araucanía, la Guerra del Pacifico, Santa María de Iquique, San Gregorio, entre otras.
Los testimonios conocidos con las descripciones de tantos sobrevivientes, padres, hijos y nietos, han provocado una explosión mediática de consternación, sentimientos de emoción difícil de explicar. Nunca antes se había llorado tanto en pantalla, jamás habíamos sentido el impacto que produce el relato de los propios torturados, conocer detalles de cómo se gestó la maquiavélica matanza en la Caravana de la Muerte hacia el norte de Chile (que mostró Chilevisión en Ecos del Desierto, de Wood, teniendo record en sintonía, a pesar de la lectura de libro de Patricia Verdugo). Cifras reveladas o socializadas en violaciones a los derechos humanos son impresionantes para un país tan pequeño: todavía quedan 1.000 detenidos desaparecidos por encontrar, mas de 3.000 muertos, miles de torturados, 38.000 reconocidos oficialmente según informe Valech.
Entonces, el “nunca más”, significa que como país debemos realizar cambios profundos en nuestras prácticas y tomar conciencia que conflictos y diferencias se tienen que solucionar por la vía democrática. Conocer más de este penoso pasado que tanto nos impactó por lo horroroso, donde se vulneraron los derechos básicos del ser humano, después de cuarenta años no los podemos dejar pasar. Esto implica realizar cambios profundos en nuestras prácticas que se correspondan a tanto dolor vivido. La escuela no puede estar ajena a esta problemática, debe asumir un rol protagónico en educar significativamente en derechos humanos, alteridad y el valor de la democracia a las futuras generaciones, pero no con objetivos transversales, talleres o charlas esporádicas, sino que incorporarlas en marco curricular mediante una asignatura, con horas permanentes en la cuadricula semanal y anual, en la enseñanza básica, media y superior del país.
¿Cómo incluimos estos valores en la educación? Proponemos una reforma curricular para el 2014 incorporando una signatura obligatoria en todas las instancias educacionales e incluso en las 4 escuelas matrices de los oficiales de las FFAA y Carabineros, llamada “Formación Ciudadana y Derechos Humanos” con al menos 2 horas pedagógicas semanales, única manera de que él “nunca más” se haga realidad y tenga coherencia con tantas declaraciones y promesas de no volver a repetir semejantes horrores, porque la democracia debe ser siempre el mecanismo supremo para resolver nuestras diferencias.
Las nociones básicas que definen la ciudadanía y el ciudadano en el momento presente, con mirada de futuro, habilidades, actitudes y valores que deben incluirse en una propuesta de formación ciudadana y derechos humanos es de mucha complejidad. Para decirlo claramente, hoy no se podría pensar que la formación ciudadana se refiriera con exclusividad o preeminencia a los derechos y responsabilidades civiles y políticas, sin incluir los derechos económicos, sociales y culturales y los derechos de la solidaridad (Abraham Magendzo).
El "nunca más" implica realizar cambios profundos en nuestras prácticas que se correspondan a tanto dolor vivido. La escuela no puede estar ajena a esta problemática, debe asumir un rol protagónico en educar significativamente en derechos humanos, alteridad y el valor de la democracia a las futuras generaciones.
Adicionalmente, la formación ciudadana y derechos humanos debiera necesariamente y de manera fundamental, reconocer que el estudiante como sujeto se constituye en lo social, que se asienta en una relación mutua con lo social. En esta perspectiva:
– La formación ciudadana y derechos humanos considera al sujeto como un sujeto cotidiano que accede a lo social desde su cotidianeidad.
– La formación ciudadana y derechos humanos está estrechamente ligada con la sociedad global y la nacional, local y comunal.
– La formación ciudadana y derechos humanos está inmersa en los problemas sociales; está vinculada con los grandes problemas que sufre la sociedad, como por ejemplo la pobreza crónica y desmoralizante; democracias frágiles e inestables; injusticia social: violencia; racismo; discriminación e intolerancia contra las mujeres, los homosexuales y las lesbianas; impunidad y corrupción. La Educación en Derechos Humanos debe fortalecer las habilidades de los estudiantes para que puedan identificar, analizar y ofrecer soluciones a estas cuestiones, que sean acordes con la ética de los derechos humanos, y para que tengan las habilidades para demandar, negociar y actuar.
– La formación ciudadana y derechos humanos aporta a la transformación social.
– La formación ciudadana y derechos humanos es una formación conducente a crear “capital social” que se traduce en el grado de confianza existente entre los actores sociales de una sociedad, las normas de comportamiento cívico practicadas que caracteriza a esa sociedad.
– La formación ciudadana y derechos humanos contribuye a que los estudiantes aprendan a reapropiarse del espacio público, en donde los ciudadanos se pueden reconocer y reencontrar como miembros de una comunidad con historia y tradiciones comunes. El espacio público constituye un lugar de encuentro, de desarrollo de identidad y pertenencia en todas las escalas -barrio, ciudad, región y país- así como expresión de diversidad cultural, generacional y social. Desde esta perspectiva los estudiantes aprenden la participación ciudadana.
Seamos coherentes para que nunca más en Chile se vuelvan a repetir las vulneraciones a todos los derechos fundamentales. Actuemos en consecuencia, no esperemos que se vuelvan a repetir actos de esta naturaleza, impulsemos los cambios culturales y cívicos profundos que sólo la escuela puede desarrollar a través del tiempo.
Los contenidos publicados en elquintopoder.cl son de exclusiva responsabilidad de sus respectivos autores.
Te invitamos a conocer nuestras Reglas de Comunidad