A los temores actuales sobre la actual reforma y su devenir, más una constante pugna por dignificar el trabajo del profesor en su totalidad, se le suma un actual pero viejo problema: ¿dónde están los padres o apoderados de los alumnos y alumnas? Se lo contesto rápidamente: no están.
Nuestra escuela, nuestra aula, nuestro ambiente pedagógico se ha vuelto un torbellino y una problemática que va más allá de una simple inquietud. El infante, el adolescente y el joven estudiante se ha ensimismado, se ha transformado en un ser desamparado y arrojado a su suerte. Los resultados lo muestran: alumnos con problemas de integración, violencia intrafamiliar, etc. La mayoría no tiene apoyo familiar y peor aún, busca en la escuela lo que la familia debe darle: valores y principios. Los profesores nos hemos convertido en protectores de los estudiantes perdiendo rápidamente la objetividad de nuestra labor, cuando no debería serlo. Los padres se han ausentado de la formación de su hijo o pupilo. Razones hay por doquier, desde la jornada laboral estresante para tener una vida digna hasta el desinterés radical por hacerse cargo de la formación académica, con todo lo que ello conlleva, de su hijo o hija.
Esta metamorfosis de la sociedad chilena actual tiene sus antecedentes en la polarización económica cultural de mediados de los noventa cuando se decide reformar el curriculum educacional de forma paulatina hasta llegar a la conformación de la jornada escolar completa que para mal fue mermando la comunicación entre padres e hijos por diversas razones. Los horarios ya no eran los mismos, los padres salen en la mañana y vuelven tarde por la noche, los pasatiempos fueron mutando, la sociedad fue envejeciendo y la plaza pública se transformó en mall. Las formas de comunicación de otrora tiempos fueron cambiando hasta debilitar la relación afectiva entre padres e hijos. Al no encontrarse en casa, rara vez lo harían los fines de semana. Penuria de largo aliento, los resultados de hoy son la siembra de esos tiempos: un joven que adolece de valores y compromisos, pero que al mismo tiempo es capaz de luchar por su libertad, aunque no la entienda y la goce. El padre desesperado por no poder tomar las riendas de su hijo opta por dejarle a la escuela la formación total de su pupilo con tal de que no caiga en acciones que se escapen de las manos o que enfrenten un destino irreparable. Contradicción del sistema: No hay nada peor que una familia incomunicada. No hay nada más aborrecible en nuestra época que el único día que se encuentra la familia en un almuerzo familiar de día domingo nadie tenga algo que decirse. Y el sistema, el dinero y la explotación laboral se encargaron de hacerlo real.
El sistema inventa la jornada escolar completa y los padres desaparecen, se esfuman y dejan la labor a la escuela. La escuela trata de hacer lo posible en medio de su caos curricular y en cuanto ocurre un evento disciplinario, de rendimiento o protocolar, el padre o apoderado se acerca al colegio a protestar y pedir explicaciones por el actuar de la institución de su hijo o hija. ¿Quién da la cara? El profesor jefe. El director desaparece, la inspectora está con licencia y el jefe de utp anda en una capacitación. Y hasta ahí llegó la historia.
Una de las mayores causas de esta desaparición de los apoderados es la incredulidad de un sistema educativo que no representa una columna vertebral visible y constructiva para la formación escolar
Una de las mayores causas de esta desaparición de los apoderados es la incredulidad de un sistema educativo que no representa una columna vertebral visible y constructiva para la formación escolar, a esto se le suma el implacable escenario de vivir en un país donde se trabaja a jornada completa pero se produce poco. El miedo a enfrentarse a una verdad social y a una sobrevivencia hace que todas las instancias yerren en pos de una vida más sana tanto dentro como fuera del aula. La escuela no es responsable del traspaso de valores fundamentales para la integración del alumno y alumna a la sociedad, pero si un orientador que resguarde y dirija los principios básicos de la convivencia y la integración. No sé a quién se le ocurrió tratar a la escuela como una simple guardería. Es tarea fundacional que los padres y apoderados estén con sus hijos y pupilos en todo el proceso educativo y a lo que a nosotros concierne, en la formación y orientación académica que ellos y ellas se merecen y necesitan para la vida. ¿Qué podemos esperar de un ausentismo reiterado de los padres y apoderados? Sólo fracasos y dolores, sólo abandono y penurias.
Establecer un principio de comunicación es la prioridad de los padres con sus hijos en tiempos confusos y proclives al apartamiento por el avance de la tecnología y el desuso de la palabra. Encontrémonos. Enfrasquémonos en largas discusiones para centrarnos en nuestras necesidades, en nuestras proclamas de familia, en nuestros anhelos como padres e hijos. No dejemos a la escuela el trabajo mayor de entendimiento racional de nuestras ausencias porque todo parte en casa. Desde casa, desde el hogar se origina la palabra y el afecto. No desperdiciemos los momentos donde nos encontramos. No dejemos a la escuela la labor de padres, colaboremos con el profesor que comparte su historia, aprendamos para la vida como alumnos, transformemos el aula donde ponemos a prueba lo que traemos de casa.
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maria, eugenia
Diego desgraciadamente no se ve ATISBO DE CAMBIOS AL CONTRARIO , la Reforma de la EDUCACIÓN, LOS PADRES, TUTORES NO FIGURAN,Fácil enviar a los hijos, al Jardín, la Sala cuna, a la ESCUELA DONDE OTROS DEBEN ENSEÑAR, EDUCAR,PADRES DEBEN TRABAJAR »’ LOS HIJOS APRENDERÁN CON SUS PARES Y LA BUENA VOLUNTAD DE ALGÚN PROFESOR , No olvidemos llega la»’ DESMUNICIPALIZACIÓN»»DE LA EDUCACIÓN, EN ALGUNA PARTE FIGURAN LOS DEBERES DE LOS PADRES? Diego gracias , dar a conocer una GRAN VERDAD
sofía cardenas
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