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A la misma razón, la misma disposición

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Aprendí en la universidad un aforismo que da cuenta de la justicia como aspiración humana: “Dar a cada uno lo suyo”. Dicha máxima se atribuye a Ulpiano, representante del derecho romano, pero se estima que él la tomó del pensamiento pitagórico.

¿Quién puede responder a la válida pregunta sobre qué es lo suyo de cada uno? Si los comportamientos humanos fueran inequívocamente éticos, no existiría mayor problema, pues lo suyo de cada uno sería, en definitiva, lo mismo para todos. Y cuando digo lo mismo, no estoy aludiendo a una identidad en las cantidades de objetos y bienes materiales e inmateriales, sino que me refiero a que no existiría posibilidad ninguna de que ciertos seres humanos, para su provecho personal se ubicaran por sobre otros seres humanos, dominando los primeros a los segundos, oprimiéndoles, supeditándolos a sus deseos.

La idea de la justicia se relaciona con la idea de equidad. Prefiero esta palabra antes que igualdad, ya que la carga semántica de esta resuena a lo uniforme y creo que la justicia dista sobremanera de ello, pues también es justo que podamos ser diferentes, que no tengamos todos exactamente lo mismo, en la medida que nuestra vida pueda desarrollarse y podamos, en buenas cuentas, alcanzar nuestros objetivos, cumplir nuestros anhelos, ser felices.

Veamos qué pasa con la justicia en el respecto de los endeudados del crédito Corfo.

La justicia es el sustento filosófico y ético que está por sobre el derecho, disciplina cuya misión es materializar precisamente esa idea, propia de un colectivo, una sociedad, no solo de unos pocos. Pensar y comportarse como si aún estuviéramos en pleno Imperio Romano, carece de toda lógica. Ha corrido demasiada agua bajo el puente. Las normas jurídicas, en especial, las leyes que hicieron posible la aberración denominada “crédito Corfo” son a todas luces injustas, es decir, no cumplen con el cometido de toda norma jurídica, cual es manifestar la voluntad soberana, en el entendido que esta se inspira en la justicia.

El profesor Couture, en el punto cuarto de su “Decálogo del abogado”, señala: “Lucha. Tu deber es luchar por el Derecho, pero el día que encuentres en conflicto el Derecho con la Justicia, lucha por la Justicia”. Nuestro Derecho en este caso está en franca pugna con la justicia.

Dadas las condiciones actuales de nuestro país, si bien el estado en que estamos nos impide alcanzar tan bello sueño, al menos intentemos conseguir el mínimo: que se igualen las tasas de interés entre el CAE y el Corfo, sin condiciones, sin mirar el tipo de deudor, sin preocuparse por la mora de los deudores, traspasando los créditos a quienes realmente los pagan y qué efectivamente los utilizaron para el estudio de una carrera.

Las normas jurídicas, en especial, las leyes que hicieron posible la aberración denominada “crédito Corfo” son a todas luces injustas, es decir, no cumplen con el cometido de toda norma jurídica, cual es manifestar la voluntad soberana, en el entendido que esta se inspira en la justicia.

En mis años de derecho en la Universidad la República, precursora de la actual crisis de la educación superior, aprendí otro aforismo que, como el mencionado antes, encierra una sabiduría y, sobre todo, una lógica en la conducción de las diversas situaciones humanas: “A igual razón, tiene que haber la misma disposición”. Si el CAE y el Corfo nacieron, cada uno como aberraciones del sistema educacional chileno mercantilizado, para cumplir un mismo fin, esto es, “financiar” los estudios universitarios, debieran entonces regirse por reglas similares. Si la tasa de interés del CAE y el Corfo se rebaja, como obsceno remedo de justicia, ¿cuál es la razón lógica que explicaría que tales “beneficios” no alcancen a todos los deudores? ¿Por qué el Estado y el gobierno buscan perjudicar a un alto porcentaje de los endeudados Corfo, cuyos créditos nominalmente figuran en los bancos privados con titulares de papel, personas que por tener mejores ingresos eran dignas de obtener tales créditos? Es desde donde se mire un absurdo. Chile castiga a quienes fueron fervientes creyentes en el Estado subsidiario, a los que sin decir agua va, se endeudaron porque lo único que les quedaba para no ser explotados por las tiendas del retail, pensaron en una carrera universitaria, para ser profesionales y poder valerse en el futuro sin esperar bonos del gobierno de turno.

En muchos aspectos, nuestro ordenamiento jurídico carece de lógica y también de justicia. Mientras, se sigue incubando la rabia y la frustración, la desesperanza, el descrédito de los actores políticos tradicionales, arrellanados en los escaños parlamentarios y en el poder ejecutivo, Junto a ello, la tristeza, la incertidumbre y la sensación de que no nos merecemos este trato, pues el simple hecho de ser personas nos hace dignos de gozar de los derechos sociales, económicos, políticos y culturales recogidos en numerosos tratados suscritos por Chile y que se encuentran vigentes. Ojalá se pase eso de borrar con el codo lo que se firma con la mano de la autoridad.

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Foto: Dilo.cl / Licencia CC

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1 Comentario

alonso buscan

Sin comentarios…nuestra sociedad chilensis,con sus gobiernos que la representan fielmente(se tienen los gobiernos que se merecen),
está a años luz de Ulpiano en lo que a justicia se refiere…es más
bien un Caracalla de ella.