Yo sé que a nadie le sorprende saber que el Estado es el peor empleador y tal vez eso es jutamente lo malo: que nos hayamos curado de espanto y entendamos que "la cosa es así" y "que no hay mucho que hacer".
Trabajo hace 5 años en el Estado y llevo aproximadamente la mitad de ese tiempo contratada, pues antes trabajaba a honorarios, aun cuando tenía una oficina, un horario que cumplir y gente a mi cargo. Ahora estoy contratada, pero si me despiden mañana, no me pagarán años de servicio.
Una de las ventajas que tengo por estar contratada es que si tengo un accidente camino al trabajo, tengo cobertura médica. Y si me despiden, es posible que la Asociación de Funcionarios pueda defenderme.
Hay casos peores. Mis compañeros que trabajan a honorarios son, sin duda, "el hijo oculto" del sistema: formalmente no tienen vacaciones, si se accidentan en el trayecto al trabajo no tienen seguro, pero cumplen horario y tienen una estación de trabajo. En ocasiones están a cargo de cumplir con los indicadores de PMG (Programa de Mejoramiento de la Gestión) y, en caso de cumplirse, benficiarán con un bono a sus compañeros de equipo de trabajo cada tres meses. Ellos no recibirán dinero alguno.
No reclaman porque son el hilo más delgado, el más fácil de desvincular.En los ministerios existen divisiones enteras compuestas principalmente por personal a honorarios. Incluso en algunas reparticiones les hacen firmar ingreso y salida, lo que es abiertamente ilegal.
20 años de gobierno de la Concertación poco y nada mejoraron esta situación, siendo una de las tareas pendientes más simbólicas. ¿Cómo puede ser que quien trabaja para construir un país donde los trabajadores mejoren paulatinamente sus derechos, haga tan poco por mejorar la condición de quienes dejan su vida trabajando en el sector público?
A mí me gusta trabajar en el sector público. A pesar de esa lentitud tan enervante de todos los procesos, me produce orgullo saber que me levanto temprano para aportar en la construcción de un país mejor.
Me resbala cuando la gente caricaturiza al trabajador del sector público como un funcinario de segunda. La mayoría de la gente que trabaja conmigo, trabaja -y mucho- por mejorar la estructura; tiene sentido de país.
No tengo el don de la fe, y a estas alturas de la vida me cuesta mucho creer lo que prometen los políticos, pero esta vez quiero y debo creerle al Presidente Piñera cuando en su carta dirigida a los funcionarios públicos promete mejoras. Es un desafío importante al que se pliega el Presidente y no somos pocos los que estaremos atentos esperando que cumpla su palabra.
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